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Un seguro de vida diferente

Sería interesante que volvieran las ‘tontinas’: seguros que solo se pagan si la persona sigue viva.

Cuando muchacho, durante la tétrica violencia partidista colombiana de mitad del siglo pasado, mi padre mantenía un ‘seguro de vida’. Mi madre ―lo recuerdo con pánico― vivía horrorizada ante la posibilidad de que él pudiera ser asesinado en cualquier momento. ‘Seguro’, dice el diccionario, es un mecanismo que protege contra algo: el seguro de incendio le paga al dueño su propiedad cuando esta se quema. Si mi padre moría, la compañía de seguros entregaría a mi madre una suma que nos sostendría por algún un tiempo. Con frecuencia, yo le preguntaba a los mayores: “¿No debería esa póliza llamarse seguro de muerte?”. Aún no tengo respuesta. Para mi fortuna, mi viejo vivió varias décadas más, después de estas ingratas memorias.
Veamos una perspectiva diferente. ¿Saben qué es una ‘tontina’? Aprendí esta palabra en ‘El muerto vivo’, una divertida novela de Robert Louis Stevenson (1850-1894), también llevada al cine. Tontina es un fondo mutuo conformado por varias personas para ser repartido en una fecha lejana, con sus correspondientes intereses. ¿Qué es lo curioso de las tontinas? El dinero se distribuirá en la fecha seleccionada solo entre aquellos que aún se encuentren con vida. En la trama de ‘El muerto vivo’, el ganador sería el último sobreviviente.
Una tontina es un seguro de vida diferente: me pagarán mi ‘seguro’ si, y solo si, sigo vivo. “Yo gano; estaré viejo, por supuesto, pero financieramente solvente”. Con el enfoque tradicional, el valor de seguro de vida se lo distribuyen entre terceros, y nada le toca al suscrito. En otras palabras, yo pierdo, pues no soy, ni estoy ni tengo compensación alguna para recibir.
Las tontinas datan del siglo XVII y su denominación proviene del apellido de su ‘inventor’, el banquero napolitano Lorenzo de Tonti. Las tontinas llegaron a ser muy populares en Francia, España, Inglaterra y Estados Unidos. No obstante, como las sumas involucradas alcanzaban cifras sustanciales y ocurrieron asesinatos que se atribuyeron a la intención de disminuir el número de sobrevivientes, las tontinas fueron progresivamente prohibidas. La ‘última’ tontina parece haberse efectuado en Estados Unidos. Hacia finales del siglo XIX, la práctica desapareció por completo, o
al menos se perdió de la vista pública, pues se cree que aún subsiste en grupos secretos.
Como los humanos contemporáneos consideran, cada vez en mayor proporción, que sus existencias actuales son las únicas reales y que los sufrimientos de la ancianidad no aportan puntos para resurrecciones o karmas futuros, las tontinas bien podrían ponerse de moda nuevamente. Según la revista ‘The Economist’, un número creciente de académicos, especialistas financieros y actuarios consideran que una forma mejorada de la tontina antigua bien podría ser el producto apropiado para el riesgo real de que en algún momento ‘mis años sobrepasen mis ahorros’.
Las tontinas tienen, en verdad, un potencial social atractivo. En una sección en inglés de su sitio de internet, este columnista reseña una posible aproximación a las tontinas modernas bajo el subtítulo ‘Verdaderos seguros de vida ’ (http://www.harmonypresent.com/creideativity/products-services). Los participantes de una tontina deben ser de la misma edad, el aporte es de una sola vez, y la fecha de cierre será inamovible (por ejemplo, el 30 de junio del año cuando los socios cumplan 85). No se necesitan exámenes médicos, pues ningún enfermo crónico le apostaría a su longevidad. ¿Un subproducto interesante de las tontinas? Los participantes probablemente se convertirán en personas conscientes de su salud.
En ‘El muerto vivo’, los hijos y nietos de los dos últimos ancianos sobrevivientes se esmeran en el cuidado y la salud de sus ‘adorables viejitos’ para apoyarlos en la recta final de sus vidas. La futura herencia, que después disfrutarían los descendientes del ganador, ya era jugosísima para entonces. Este escenario, divertidísimo por supuesto, luce mucho más reconfortante y alentador que el drama que viven, además del longevo, algunos parientes desvergonzados y poco cariñosos. No es extraño escuchar, al menos en las telenovelas, una frase horrorosa, a espaldas de su ancestro moribundo: ‘¿Cuándo dejará de j… este viejo?’
GUSTAVO ESTRADA
* Autor de ‘Hacia el Buda desde Occidente’
@gustrada1
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