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Budismo teórico y enseñanzas prácticas

De poco sirven los dogmas que solo se utilizan para pregonar sermones y generar separación.

Gustavo Estrada
El Buda nunca estableció rituales sagrados ni definió dogmas indiscutibles; el término ‘budista’, en consecuencia, debería referirse exclusivamente a quienes practican las enseñanzas del Buda. No es así, sin embargo. Budista es quien pertenece al budismo, y los budistas son creyentes, más o menos inflexibles, al igual que los católicos, los protestantes o los musulmanes. El budismo es una religión; las enseñanzas no lo son. Veamos las consecuencias.
Myanmar, o Birmania, es una república del sureste asiático con 52 millones de habitantes, 89 % de los cuales son budistas. Los rohinyás, que residen en la provincia de Rakhine en la costa del océano Índico, son un grupo étnico musulmán sin patria; su población gira alrededor de un millón de habitantes.
Por décadas, los rohinyás han sido víctimas de persecuciones dolorosas que, a partir del 2015, han alcanzado extremos inconcebibles. Se estima que la mitad de los rohinyás han tenido que huir a Bangladesh. Las leyes de Myanmar les niegan hasta la posibilidad de hacerse ciudadanos, aunque los primeros pobladores de su raza quizás llegaron allí hace más de un milenio.
Los agresores, que seguramente frecuentan monasterios y templos, y se inclinan con reverencia ante las estatuas del Buda, podrán auto-denominarse budistas pero no son, de ninguna manera, practicantes de las enseñanzas del gran Sabio.
¿Quién promueve las persecuciones? La discriminación es institucional, tanto en la dictadura anterior del país como en el gobierno actual de elección popular. Tristemente, además, hay monjes budistas en las directivas de algunos movimientos intransigentes como ocurre en la Asociación para la Protección de la Raza y la Religión, uno de los grupos más radicales.
¿Cómo puede ocurrir semejante barbarie? Toda creencia, sea invento humano o ‘revelación divina’, contiene las semillas de la violencia. El budismo es quizás la menos belicosa de las grandes religiones. No obstante su pacifismo, además de los lamentables hechos de Myanmar, también ha habido violencia religiosa en Sri Lanka. En esta isla-república al suroriente de la India ocurrió desde el siglo pasado una sangrienta guerra civil entre las mayorías budistas cingalesas en el poder y las minorías hindúes tamiles, en la cual murieron alrededor de ochenta mil personas. Aunque la guerra terminó en el 2009, las tensiones subsisten.
Los budistas, en general, son pacifistas; nadie lograría imaginarse a un lama con un fusil al hombro. Una aclaración lingüística, sin embargo, es pertinente. Según Surya Das, un erudito monje nacido en Estado Unidos, el término ‘budista’ no existe en tibetano. La expresión más cercana a ‘budista’ en este idioma es equivalente a ‘observador interior', la persona que busca desde adentro el sentido de la existencia. Esta descripción, por sí misma, no tiene connotación alguna de seguimiento de creencias o afiliación a grupos.
El budismo, con numerosas sectas y ramificaciones, tiene más de cuatrocientos millones de seguidores; las enseñanzas del Buda cuentan con muchísimos menos practicantes. Como guías para vivir en armonía, la enseñanzas nada tienen en común con los ‘ismos’ de los sistemas políticos (comunismo, fascismo…) o de las creencias religiosas (islamismo, cristianismo…)
¿Debemos renunciar a toda creencia? No, cuando se relacionan con la aprobación o la conformidad con algo: “Creo que debo tratar a los demás como espero que ellos me traten a mí”. Sí, cuando ‘creencia’ se refiere a religiones o doctrinas tan cuestionables como indemostrables: “Creo que al morir, resucitaré… O renaceré… O reencarnaré”. Ser seguidor de las enseñanzas no demanda creer en nada intangible; basta con aceptar (1) nuestra temporalidad, (2) la inexistencia de identidades o egos metafísicos y (3) la realidad del sufrimiento emocional (la ansiedad y el estrés).
Cualquier doctrina que se siga a ciegas, rechazando la posibilidad de estar equivocados y cerrando las puertas a cualquier punto de vista diferente, conduce a la violencia y a la búsqueda de los beneficios financieros que resultan para quienes sacan provecho de los bienes que abandonan los perseguidos.
De poco sirven los dogmas que solo se utilizan para pregonar sermones y generar separación. “Del dicho al hecho, hay mucho trecho”, dice un antiguo refrán. La cantaleta discurseada de una doctrina son los dichos; la práctica de una enseñanza son los hechos.
GUSTAVO ESTRADA
Autor de ‘Hacia el Buda desde Occidente'
Gustavo Estrada
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