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Día de ética y examen de conciencia

La desesperanza sobre la evolución de la corrupción es altísima. Pero no debemos resignarnos.

Gustavo Estrada
Cuando años atrás ingresé al Club Rotario Bogotá-Niza, aprendí que la denominada ‘prueba cuádruple’ alrededor de lo que pensamos, decimos o hacemos es un sencillo código de conducta reconocido mundialmente. Pronto asocié tal código con la ‘política de ética en los negocios’ de Intercol, la empresa donde trabajaba entonces. Para ambas directrices, la verdad, la equidad, el impacto en las partes involucradas y el respeto a la ley son principios inviolables que en el mundo de los negocios deben anteponerse a la escueta utilidad financiera.
Tanto en aquella época, ya lejana, como en los tiempos recientes, la descomposición social y la corrupción gubernamental eran y siguen siendo rampantes en Colombia. “¿Por qué no programamos un Día de la Ética?”, propuse entonces a los compañeros rotarios. “Allí podríamos sacudir la indiferencia social alrededor de la corrupción y generar ideas sobre posibles salidas de tan gravísimo problema”. La sugerencia tuvo gran acogida y comenzamos un proyecto que nos llevaría, varios meses después, a un inolvidable evento.
El ingeniero José Rafael Ortiz, presidente entonces de nuestro club, definió el eslogan del programa, ‘Todos tenemos la culpa’, y respaldó su propuesta con un párrafo que hizo innecesarias las preguntas: “En toda transacción siempre hay dos participantes, el que vende y el que compra, eslabones ambos de largas cadenas. Descuidada o intencionalmente, todos hemos sido enlaces ‘limpios’ de cadenas sucias”.
Dos grandes logros alcanzamos en nuestra quijotesca aventura. El primero fue la publicación de un ‘Boletín de Ética’, una recopilación de diecisiete códigos profesionales, gremiales y empresariales, que tuvo una amplia divulgación. El segundo fue el Foro de la Ética, un programa de un día de conferencias y mesas redondas, con la participación de reconocidas autoridades en el tema.
El cierre del foro estuvo a cargo del doctor Enrique Low Murtra, entonces Ministro de Justicia e incansable defensor de la extradición como elemento clave de la lucha contra el narcotráfico. Tres años más tarde, el doctor Low sería vilmente asesinado. Durante su cruzada tenaz, este ilustre abogado de la Universidad Nacional hizo celebérrima su frase “Me puede temblar la voz, pero jamás me temblará la moral”.
¿Qué vino después del boletín y del foro? Menos de lo que habíamos esperado. El respaldo de quienes participaron y nos apoyaron entonces fue extraordinario, pero no logramos hacer ruido suficiente para sacudir al país sobre la gravedad del problema.
Algunos periódicos publicaron comentarios o invitaciones tímidas a nuestros programas, párrafos que no generaron el impacto deseado. La gran excepción en su apoyo abierto fue el diario ‘La República’, que en el día escogido dedicó su editorial a la importancia de la ética y a la influencia maligna de la corrupción en el deterioro de la vida nacional.
Hoy, los escándalos empresas-gobiernos en todos los países latinoamericanos, con algunas salvedades, son fuentes inagotables de noticias repugnantes. Colombia, con una deshonrosa calificación de 38 sobre 100, ocupa el puesto 90 entre 178 países o territorios en el ‘Indice de percepción de la corrupción’ que publica anualmente Transparencia Internacional, una entidad no gubernamental con sede en Alemania.
La desesperanza nacional sobre la evolución inmediata de la corrupción es altísima. En un sondeo vía Internet efectuado por este columnista en el 2016, el 81% de los participantes consideraron que la corrupción, proyectada al año 2018, aumentará o se mantendrá en el deteriorado nivel actual.
¿Debemos resignarnos? ¡No! A pesar del notable pesimismo, los grupos no comprometidos con la corrupción —los periodistas más reconocidamente objetivos, las organizaciones gremiales más trasparentes, las universidades, los medios dispuestos a hacerse un examen conciencia, las empresas que tengan y apliquen políticas de ética, los sindicatos y, ojalá, la misma organización rotaria colombiana—, todos, en acción coordinada, bien podríamos promover un segundo Día de Ética, como un programa continuado de autoevaluación y permanente concientización que se repetiría anual o bienalmente, y pellizcaría periódicamente nuestra indiferencia.
Con el respaldo de todas las partes involucradas, esto es, de toda Colombia, tal programa tendría un impacto mucho mayor que el primer evento. ¿Cuál fue la fecha del foro inicial? Abril 27 de 1988. ¿Cuánto ha empeorado el comportamiento moral de nuestra sociedad desde entonces? Responda cada cual la pregunta. Eso sí, no podemos olvidarlo y sí tenerlo siempre presente: ‘Todos tenemos la culpa’.
GUSTAVO ESTRADA
Autor de 'Hacia el Buda desde Occidente'
@gustrada1
Gustavo Estrada
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