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Memorias

Un personaje que, como pocos, vivió en carne propia la violencia de las últimas cuatro décadas.

Por respeto a su familia no diré su nombre. En una prisión, haciendo trabajo de campo para una investigación, conocí por casualidad a un personaje que, como pocos, vivió en carne propia la violencia de las últimas cuatro décadas.
Era originario de un pequeño municipio de Antioquia. Tan aislado que todavía hoy no cuenta con carretera pavimentada. De adolescente migró en busca de fortuna al Caquetá. Muy rápido se dio cuenta de que como campesino, sus opciones de ser alguien o de tener algo eran casi igual a cero. Entonces vio cómo la guerrilla se paseaba, plena de poder y orgullo, por los pueblos y veredas.
Sin dudar, se alistó en las Farc. Tenía solo 15 años, y le dijeron que iba a ser muy duro, pero su decisión no tenía vuelta atrás. La revolución era lo de menos, lo importante era sentir ese poder y ese orgullo. Le fue bien. No sabía mucho de ideología marxista, ni le convencía, pero su inteligencia le permitió ascender en la organización como explosivista.

Se dio cuenta de que como campesino, sus opciones de ser alguien o de tener algo eran casi igual a cero. Entonces vio cómo la guerrilla se paseaba, plena de poder y orgullo, por los pueblos y veredas.

Un día cualquiera, el ‘Mono Jojoy’ le encomendó una misión. Debía robar una cocaína a un narcotraficante, un tal Gonzalo Rodríguez Gacha. Era una traición porque pagaba puntual y cuantiosamente un impuesto por protección a las Farc. Fueron cinco toneladas. La siguiente vez, la misión fue un fracaso. El ejército paramilitar de Gacha los repelió a ametralladora limpia.
Había comenzado otra guerra que llevaría al exterminio de un partido político y que, paradójicamente, él viviría en el bando contrario. Estaba aburrido de hacer la guerra sin ganar nada a cambio. Su máxima libertad era poder emborracharse en los burdeles de pueblos perdidos en medio de la selva. Además, estaba la angustia permanente de caer en alguna de las purgas de ‘Jojoy’ en busca de infiltrados del Ejército.
Aprovechó un permiso para desertar. Regresó a su lugar de origen en el Magdalena Medio. Pero no encontró la paz. Los paramilitares muy pronto le hicieron una oferta que no podía rechazar. Allí conoció a los responsables del asesinato de Jaime Pardo Leal, Teófilo Forero y Luis Carlos Galán por encargo de Gacha. La venganza era un asunto muy serio en esa época.
Quedamos en continuar con la historia la próxima vez que regresara a la prisión. Sin embargo, no hubo otra vez. En la radio de un taxi me enteré de que fue asesinado a los pocos días de salir libre luego de cumplir una condena por corrupción.
Hay memorias que se resisten a ser narradas.
GUSTAVO DUNCAN
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