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Drama

Pueden perdonar que los ricos sean cada vez más ricos, pero no que las minorías se parezcan a ellos.

Gustavo Duncan
Las cosas cambian. A veces imperceptiblemente. Pero un drama va por dentro.
En los 70, las escandinavas eran las reinas del cine porno en Europa. Eran mujeres hermosas, dispuestas a hacer cualquier cosa frente a una cámara. La danesa Bodil Joensen se hizo famosa por películas en que tenía sexo con todos los animales de su granja. Menos de diez años después, las mujeres de Europa del este barrieron a las escandinavas de las pantallas. Eran igual de hermosas y audaces, pero cobraban como obreros del tercer mundo.
Fue un cambio demasiado evidente. Igual que el cambio en los empleos industriales de Estados Unidos. Los obreros blancos, aquellos que votaron por la América grande de Trump, tuvieron que enviar su hoja de vida a los McDonald’s mientras su trabajo se iba a China o Vietnam. Eso era lo visible. Detrás había algo más dramático. No solo fue que los empleos poco calificados y bien pagos se evaporaron. Fue que los sueños se convirtieron en pesadillas. A la par que las mujeres de los antiguos países comunistas reemplazaban a las nórdicas en el porno, muchos sepultaban un mundo que era un cuento de hadas.

Lo importante es una ilusión: volver a sentir que su modo de vida está por encima del resto de gentes sin necesidad de educarse

Ya no hay lugar para historias de princesas como la de Lady Di. Que una plebeya llegue a ser reina ya no emociona. Si un pusilánime como el príncipe Carlos mató una ilusión, un atarván como Trump corrompió el sueño y lo puso al alcance de cualquiera con dinero suficiente. Para eso están las Melanias.
Los mismos obreros blancos que negaban la presidencia de EE. UU. a cualquier candidato que le fuera infiel a su esposa o que fuera divorciado eligieron a Trump, casado por tercera vez con una inmigrante de los mismos países que las estrellas del porno. Importa un carajo con quién está casado el presidente si el mundo como lo han conocido se derrumba a su alrededor. Las virtudes de la América puritana son un lujo ahora.
Lo importante es una ilusión: volver a sentir que su modo de vida está por encima del resto de gentes sin necesidad de educarse o de hacer los sacrificios que hacen los otros. Pueden perdonar que ricos como Trump sean cada vez más ricos, pero no que los negros, hispanos y demás minorías cada vez se parezcan más a ellos. ¿A dónde va a ir a parar su amor propio si todo sigue así?
Para los blancos pobres es un drama demasiado cruel, como lo fue para Bodil Joensen, que murió ahogada en alcohol por no tener cómo alimentar los animales de su granja.
GUSTAVO DUNCAN
Gustavo Duncan
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