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Criminales

Suena duro decirlo, pero los alcaldes no gobiernan, más bien cogobiernan con las bandas criminales.

Gustavo Duncan
Al margen de las circunstancias de la detención de Gustavo Villegas, su caso prende las alarmas sobre un tema que el país debe atender. Se trata de cómo neutralizar una serie de organizaciones criminales que tienen como principal atributo no que cometan un delito en particular, sino que gobiernan comunidades.
En algunos casos estas organizaciones gozan de legitimidad, lo que se expresa en la demanda por sus servicios. Si hay ladrones, peleas de vecinos o deudas sin pagar, la comunidad acude a ellos, no al Estado. Es una ley arbitraria, pero es la que hay.
En casos extremos aparecen subculturas criminales. La opción de pertenecer a una banda es atractiva, dados los valores, las normas y, sobre todo, los mecanismos de control social instalados por las bandas criminales. La recompensa es un poder y una riqueza que de otro modo no estarían disponibles para los jóvenes del lugar.
Esto pasa en Medellín. Suena duro decirlo, pero los alcaldes no gobiernan, más bien cogobiernan. Más de un centenar de combos articulados alrededor de una docena de bandas son la autoridad en muchos barrios. Allí son los criminales los que evitan que se cometan homicidios y otros delitos. A cambio, extorsionan e imponen monopolios de mercancías de todo tipo, desde drogas hasta gaseosas.

Son insuficientes los esfuerzos dirigidos exclusivamente a neutralizar criminales. Se necesitan estrategias que permitan al Estado imponerse como la única ley

Jóvenes dispuestos a suplir a los miembros de las bandas que son dados de baja o capturados es lo que sobra. Por eso, son insuficientes los esfuerzos dirigidos exclusivamente a neutralizar criminales. Se necesitan estrategias que permitan al Estado imponerse como la única ley y autoridad en determinadas comunidades. De lo contrario, lo que habrá es un relevo generacional.
El problema es que poco se han ensayado y estudiado estas estrategias. No existen, por ejemplo, investigaciones sobre la negociación con los criminales. O si la estrategia es estrictamente por la fuerza, ¿qué puede hacerse para que, luego de que los criminales son capturados, la comunidad utilice los servicios del Estado y no acuda a otros criminales? ¿Qué funciona? ¿Qué no? ¿Cuánto tiempo toma el proceso?
Al parecer, la estrategia de Villegas apuntaba a obligar a las bandas a concertar un desmonte definitivo de los combos mediante el incremento de la presión policial. Ahora que el asunto del sometimiento concertado no pareciera viable, algo nuevo tendrá que probarse para que tanta captura tenga un efecto real en la consolidación del Estado.
GUSTAVO DUNCAN
Gustavo Duncan
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