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8 de agosto

La gran paradoja es que el país se pacificó, y enseguida el régimen político se fracturó.

Si es que todavía se puede creer en las encuestas, a la segunda vuelta presidencial deberían ir Duque y Petro. Sería sorprendente si otro candidato lograra repuntar lo suficiente en la recta final para pasar a la segunda vuelta.
Eso significa que a partir del 8 de agosto, la polarización en Colombia va a alcanzar un nivel desconocido en la historia reciente. Afortunadamente, será una situación que ocurra en un escenario donde los riesgos de violencia política se habrán reducido a sus mínimos luego de la desmovilización de las Auc y las Farc. A diferencia de la violencia de mediados de siglo, no hay aparatos armados, ni un contexto favorable, para atacar físicamente a los contradictores.
La gran paradoja es que el país se pacificó, y enseguida el régimen político se fracturó. En vez de grandes acuerdos, lo que dejó el proceso de paz con las Farc fue la competencia entre dos proyectos excluyentes entre sí. Por un lado, el petrismo, o, para ser más exactos, Petro a secas, que ofrece un proyecto progresista pero que en realidad esconde una propuesta populista que coquetea con el autoritarismo debido a la megalomanía de su líder y al ejemplo de otros mandatarios de la región.

La responsabilidad de que el país haya apostado por proyectos que, además de polarizar, cuestionan los principios pluralistas de la Constitución de 1991 es principalmente de la clase política.

Por otro lado, un uribismo en busca de saldar las cuentas y de imponer un proyecto que merecen por derecho de la victoria en las urnas y en el campo de batalla. La sensación es que en 2010 eligieron presidente por haber derrotado la insurgencia, pero fueron traicionados por Santos, perseguidos judicialmente y abocados a toda una serie de políticas contrarias a sus votos.
Ambos proyectos están fundados en cambios en las reglas del juego. Petro ya habló de convocar una asamblea constituyente el 8 de agosto, apenas se posesione. Mientras tanto, Duque ha hablado de reformar la Rama Judicial, y, aunque se muestre cauto, es claro que la tendencia es hacia cambios profundos en la Constitución. Tirarán de la pita hasta donde se lo permitan.
¿Ha sido producto del liderazgo de Uribe y Petro esta apuesta por otros rumbos? No del todo. La responsabilidad de que el país haya apostado por proyectos que, además de polarizar, cuestionan los principios pluralistas de la Constitución de 1991 es principalmente de la clase política. Abusó tanto de la corrupción, del despilfarro de los recursos públicos y de la indolencia para representar a la gente que llevó a la sociedad a buscar otras alternativas.
GUSTAVO DUNCAN
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