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Póquer sangriento

Las amenazas de Trump ya han causado problemas en la economía mundial y pueden llevar a una debacle.

Guillermo Perry
Trump nos dejó con los crespos hechos porque quiere dirigir personalmente bombardeos contra el régimen de Al Asad en Siria. No hay duda de que le gusta más la guerra que las conversaciones en paz. Se la ha pasado amenazando con atacar a Corea del Norte y Siria, a México y China, a los inmigrantes latinos y musulmanes y haciendo uno que otro disparo.
Quizás usa estas amenazas para obligar a otros países a aceptar sus demandas, como acostumbraba a negociar en sus empresas. Eso a veces funciona. Corea del Norte aceptó reducir su programa nuclear, y México y Canadá están sentados renegociando el acuerdo de libre comercio de América del Norte, como Trump quería.
Pero sus continuas amenazas ya han causado daños. La incertidumbre provocada en México ha reducido la inversión extranjera y doméstica y los ingresos de capitales financieros. El peso mexicano sufrió una devaluación considerable, y eso elevó la tasa de inflación y obligó al Banco de México a subir las tasas de interés. La recuperación económica que venía en curso se ha frenado.
Lo mismo comienza a suceder a nivel global. A cada anuncio de Trump de que elevará los aranceles sobre importaciones provenientes de China, los chinos han respondido con un anuncio equivalente. Y luego Trump dobla la apuesta, y los chinos contestan con la misma medicina. Así han pasado de anunciar aumentos de aranceles sobre unos pocos productos a gravámenes sobre amplias listas de importaciones que valen la bicoca de 150.000 millones de dólares de cada lado.
La mayor parte de estos anuncios son hasta ahora solo amenazas. Como en un partido de póquer en el que los jugadores sucesivamente doblan la apuesta esperando que el otro se retire. Aun así, estos ‘blufs’ entre las dos economías más grandes del mundo ya están teniendo efectos sobre la economía global. La creciente incertidumbre sobre lo que pueda suceder hizo caer las bolsas de valores en varios países. Se comienzan a posponer decisiones de inversión en todas partes y se reducen los flujos de capital hacia los países emergentes.
En una mano de póquer uno gana y otros pierden. No es así en el comercio. Trump dijo que ganaría con facilidad esta guerra, pero esta semana tuvo que echar para atrás su decisión de salirse del Acuerdo Transpacífico intentando apaciguar a agricultores y senadores republicanos del centro de EE. UU. que están iracundos frente a la posibilidad de perder exportaciones a China.
Más aún, en una guerra comercial pueden acabar perdiendo hasta los espectadores. Si se materializan las amenazas de lado y lado, caerían no solo las exportaciones entre EE. UU. y China, sino que, al reducirse el crecimiento de esas economías, se afectarían las exportaciones del resto del mundo hacia ellos. El Banco Mundial estima que podría producirse una recesión global como la que ocurrió en el 2009.
América Latina sería una de las regiones más afectadas, por cuanto se descolgarían los precios del petróleo y otros productos primarios que exportamos, como sucedió en el 2009 y en el 2014. Y, como la pelea de estos gigantes debilita el multilateralismo, puede conducir a que, de producirse una nueva crisis global, no haya acuerdos –como sí los hubo en el 2009– para que el Fondo Monetario y EE.UU. apoyen decididamente a los países que caigan en desgracia.
Por esas razones, el Comité Latinoamericano de Asuntos Financieros (Claaf) urgió a las autoridades regionales, el pasado fin de semana, a reducir rápidamente sus vulnerabilidades fiscales y cambiarias ante los riesgos crecientes. Su informe muestra que si bien esas vulnerabilidades son mayores en Brasil y Argentina, también son altas en Colombia y México.
Ojalá Duque, Petro y Vargas Lleras lean estos informes, a ver si dejan de hacer ofrecimientos populistas. El palo no está para cucharas.
GUILLERMO PERRY
Guillermo Perry
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