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¿Palabras, leyes o hechos?

Más hechos concretos y palpables y menos palabrería y normas que no se cumplen.

Guillermo Perry
Los colombianos tenemos una extraña relación con la ley. Cada vez que hay un problema, queremos resolverlo aprobando una nueva ley. Pero luego no la cumplimos. ‘La ley se obedece, pero no se cumple’ es un lema que ha tenido vigencia desde la Colonia. Por eso, el Congreso hace un número excesivo de leyes, que los congresistas son los primeros en incumplir. Esto sigue pasando hoy con temas tan importantes como la paz y la corrupción.
El acuerdo, que el Centro Democrático quiere hacer “trizas”, es, sin duda, importante. El Gobierno y las Farc duraron cinco años negociándolo, es un mamotreto con cerca de 300 páginas y se le quiso dar rango constitucional. La enorme polarización que hay hoy en el país se produjo, en principio, alrededor de ese texto, así como de los poderes de excepción y el fast track que el Congreso le aprobó al Gobierno para ‘desarrollarlo’ en muchas más leyes y decretos. El Gobierno se la jugó por obtener estos poderes excepcionales para sacar con rapidez innumerables decretos y leyes y trató de usarlos para temas más allá del acuerdo. ¡Y la oposición del Centro Democrático se centra en el curioso objetivo de hacer trizas todos esos rollos de papel!
Pero, aceptando la enorme importancia del acuerdo y las leyes y los decretos que lo desarrollan, ¿no son aún más importantes los hechos? La desmovilización de 7.000 hombres armados, con sus comandantes, y la entrega de un número similar de armas, con las que se masacraban poblaciones enteras, tendrán enormes consecuencias. ¿Y no será más importante que el número de decretos y leyes que apruebe el Congreso a las carreras, que el Estado ocupe efectivamente los territorios que estaban antes en poder de las Farc y brinde allí, a los ciudadanos que padecieron esta calamidad por muchos años, una auténtica ‘seguridad democrática’ (incluyendo la protección de la vida de los excombatientes de las Farc y los activistas sociales), justicia y servicios públicos?
Claro está que no habría habido desmovilización y entrega de armas, ni la posibilidad de que el Estado entre a ocupar estos territorios, sin el acuerdo. Pero ¿a que deberían ponerle más atención ahora el Gobierno y la oposición? ¿A preservar o hacer trizas el cuerdo? ¿O, más bien, a que, por primera vez en la historia de nuestra nación, el Estado ocupe efectivamente todo nuestro territorio, defienda la vida de todos los ciudadanos y les preste servicios públicos de calidad?
¿Vale la pena seguir anclados en esas peleas del pasado? Que si el acuerdo otorgó o no concesiones excesivas a las Farc. Que si el Gobierno desconoció o no el resultado del plebiscito. Que si no ha debido haber poderes de excepción y fast track, o que resultaban indispensables.
¿No debería más bien el país, ahora, estar dedicando todas sus energías a construir un futuro de paz? ¿No debería el Gobierno concentrarse en ocupar los territorios que dejan las Farc y llevar servicios a sus habitantes? ¿Y no sería mejor que la oposición se dedicara a auditar todo lo que está haciendo mal el Gobierno en esta nueva etapa y a convencer al electorado de que ellos podrían hacerlo mejor, en lugar de seguir añorando la época en que gobernó el ‘gran colombiano’ y pretendiendo que, con hacer trizas el acuerdo, podrán resucitar esos años dorados?
Algo parecido sucede con la corrupción. ¿Para qué sirvió el flamante estatuto anticorrupción de Germán Vargas? ¿Para qué los zares anticorrupción en Palacio o en la Fiscalía? En lugar de tantas leyes y cargos y palabrería, ¿no deberíamos más bien concentrarnos los ciudadanos en dejar de seguir eligiendo a quienes han incurrido en prácticas corruptas o han permitido su auge?
GUILLERMO PERRY
Guillermo Perry
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