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Esos tiempos no volverán

Será imposible volver a crecer al 4% sin aumentos considerables en la productividad.

Guillermo Perry
¿Qué tan grave es la enfermedad que aqueja a la economía colombiana? ¿Qué tan fácil será que cure y vuelva a crecer a tasas del 4 al 6 % en el corto o mediano plazo?
No tenemos un tumor canceroso como el que aqueja a Venezuela, que exija cirugía inmediata y quimioterapias. Tampoco una infección severa, como durante la crisis de 1999, por lo cual no requerimos antibióticos. Ni una anemia aguda, pues la economía no está en recesión y es poco probable que caiga en ella si no descuidamos la situación fiscal. Pero el paciente sí revela tener las defensas bajas y hallarse mal nutrido.
La cura no consiste en que tome un reconstituyente cualquiera, según parecen creerlo los precandidatos que andan ofreciendo jarabes milagrosos como culebreros de plaza de pueblo. Las defensas decaídas y la desnutrición se deben a nuestra baja productividad, que no fue un obstáculo para crecer rápidamente mientras fue posible aumentar la inversión y el empleo gracias al buen tiempo (precios altos del petróleo y financiamiento externo abundante y barato), el cambio demográfico y las mejoras en seguridad. ¡Pero apenas el clima se puso frío y lluvioso nos agarró una bronquitis! Los días soleados no volverán en varios años. Así que no queda más remedio que crecer innovando y volviéndonos más eficientes. La cura exige nutrirnos mejor y hacer mucho ejercicio.
Me perdonarán los lectores una explicación técnica del argumento anterior. La teoría económica identifica dos caminos para lograr un crecimiento rápido: o se utiliza más capital y más trabajo o se usan ambos en forma más eficiente y productiva. El crecimiento de las últimas décadas en Colombia fue el resultado de utilizar más capital y trabajo, pero sin aumentar la eficiencia y la productividad.
Se utilizó más capital, porque el empuje de demanda externo permitió usar más la capacidad instalada e indujo a invertir más. La inversión creció en Colombia desde el 12 % del PIB en el 2000 hasta el 26 % en el 2015. Las mejoras en seguridad también contribuyeron a ese auge de la inversión, mientras que la liquidez internacional y las bajas tasas de interés facilitaron su financiamiento.
A su vez, el porcentaje de colombianos dedicados a producir aumentó por tres factores: 1) nos beneficiamos del llamado bono demográfico: el porcentaje de población en edad de trabajar aumentó como consecuencia de que ahora hay menos hijos por hogar a causa de la reducción de tasas de fertilidad en décadas pasadas; 2) las mujeres entraron masivamente a la fuerza de trabajo; 3) este mayor número de trabajadores en busca de empleo consiguió trabajo gracias al ‘boom’ de demanda provocado por el alto precio del petróleo y las entradas de capitales.
Pero estos factores favorables al crecimiento no operarán en las próximas décadas. La tasa de utilización de la capacidad instalada y la tasa de inversión son ya altas, están disminuyendo desde que bajaron los precios del petróleo y es posible que caigan más cuando aumenten las tasas internacionales de interés. El bono demográfico se está acabando porque aumenta rápidamente el porcentaje de pensionados, la tasa de participación laboral femenina ya está al nivel de países desarrollados y comienza a aumentar la tasa de desempleo por la desaceleración.
Como consecuencia, ahora la única manera de crecer a tasas de 4 % o más sería aumentando la eficiencia en las empresas y en el Gobierno. O sea que será necesario producir más por cada trabajador y cada unidad de capital.
Los precandidatos que no han comprendido esto y piensan que, de ganar, gobernarán un país con una economía vigorosa y llena de ‘mermelada’, como les tocó a Uribe y Santos, están soñando despiertos. Más vale que se pellizquen a tiempo y preparen un arsenal de vitaminas y proteínas para que la economía enferma recupere la salud perdida.
GUILLERMO PERRY RUBIO
Guillermo Perry
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