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El terror

Subestimamos la tragedia que ha sido vivir bajo los regímenes de terror del socialismo en Venezuela

Guillermo Perry
Un ensayo reciente sobre la vida de Shostakovich*, uno de los grandes compositores del siglo XX, demuestra la magnitud de la tragedia que es vivir bajo un régimen de terror. Su lectura ayuda a entender mejor lo que ha vivido la oposición venezolana y la enorme importancia que tiene pasar la página de la violencia guerrillera y paramilitar en Colombia
Shostakovich saltó a la fama a los 19 años con su primera sinfonía. Pero su música fue luego censurada durante años porque no se ajustaba a los cánones artísticos del régimen. Durante esa época dormía, atemorizado, en la escalera fuera de su apartamento, para no involucrar a su familia si venían a llevárselo. Luego Stalin le pidió representar la URSS en un congreso en Nueva York y él aceptó a cambio de que levantaran la censura a su música y a la de otros compositores. Pero para ello tuvo que leer un discurso de origen oficial atacando a exiliados como Stravinski, a quien admiraba. Después, al morir Stalin, aceptó presidir la Federación de Compositores e ingresar al partido para contribuir a mantener una actitud oficial más abierta para con la música. Por todo eso, mientras unos biógrafos lo consideran un héroe silencioso, otros, algo superficiales, lo tachan de cobarde por deponer sus principios ante el régimen.
En América Latina también se critica alegremente a la oposición venezolana por no ‘aprovechar las oportunidades’ y, hasta hace poco, muchos justificaban el silencio cómplice de nuestros gobiernos. Subestimamos la tragedia que ha sido vivir bajo el régimen de terror que instauró el socialismo del siglo XXI en Venezuela, como remedo tropical del terror estalinista del siglo XX en la Unión Soviética. Y hoy nos aterramos al ver que quienes protestan por la violación de sus derechos democráticos son reprimidos y rociados desde helicópteros con peligrosos gases lacrimógenos, que ha habido líderes opositores encarcelados y torturados durante años (como Leopoldo López), que a otros se les despojó de su derecho a ser elegidos (como a Corina Machado y Henrique Capriles) y que no hay plata para medicinas o alimentos, pero sí para comprar más fusiles para la milicia que defiende los privilegios del régimen.*
Por fortuna, a Almagro, el secretario general de la OEA, un hombre de reconocida trayectoria de izquierda democrática, no le tembló la voz para denunciar al régimen venezolano. Ni le faltó tenacidad hasta lograr que la mayoría de los gobiernos latinoamericanos condenen hoy esta sistemática violación de las instituciones democráticas y los derechos humanos.
En Colombia también muchos compatriotas vivieron bajo regímenes de terror en las zonas controladas por las Farc, el Eln o los paramilitares. Pero quienes habitamos en las capitales no vivimos en carne propia la magnitud de la tragedia de las masacres, las violaciones de mujeres y niños, el reclutamiento forzado y las minas antipersonas asesinas. Por eso, muchos habitantes de las ciudades se dejaron convencer por una combinación de verdades a medias y descaradas mentiras y votaron No en el plebiscito. Y algunos aún hoy no aceptan los compromisos que se hicieron con las Farc para que se desmovilizaran.
Sin duda, se aceptaron sapos difíciles de tragar en materia de justicia. Pero ¿acaso no constituyen un costo menor comparado con el enorme beneficio de evitar que miles de ciudadanos sigan viviendo bajo regímenes de terror? A mi juicio, Uribe, Ordóñez y Pastrana están incurriendo en una actitud no solo oportunista, sino también mezquina, al poner en riesgo este proceso para aprovechar políticamente sus debilidades.
P.S. 1. País bananero: ¡una semana de discusión acalorada porque Pastrana se encontró en un corredor de un ‘resort’ gringo con Trump!
* Julian Barnes, ‘El ruido del tiempo’, 2016
* CNN, 17 de abril
GUILLERMO PERRY
Guillermo Perry
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