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Los 150 años de la ‘Nacho’

La celebración es oportunidad para que la UN reexamine sus políticas académicas y desafíos futuros.

Guillermo Maya
En sus 150 años, cumplidos en septiembre, los servicios y aportes de la jovencísima Universidad Nacional de Colombia (UN) a la sociedad colombiana han sido inmensos, pese a lo mal financiada por el Estado.
Esta celebración es la oportunidad para que la UN reexamine sus políticas académicas en términos de los desafíos futuros, enmarcando la reflexión en su misión como universidad nacional, es decir, de la nación, de todos los colombianos y no de algunos sectores económicos o de privilegiados.
El ingeniero antioqueño Alejandro López (1876-1940), descendiente de una familia de artesanos liberales –cuando el liberalismo colombiano tenía ideología y no era empresa electoral–, egresado de la Facultad de Minas, le señala la misión a la universidad colombiana: “Una universidad nacional, completa y ricamente dotada (…), que inculque en la juventud el espíritu de empresa y de investigación científica” (‘Idearium liberal 1931’, en: ‘Escritos escogidos’, Biblioteca Básica Colcultura, 1976). Es decir, una universidad de investigación articulada a las necesidades del desarrollo nacional.

Los gobiernos colombianos sin ningún interés genuino por el país menosprecian la universidad pública, a sus profesores y científicos, con aportes insignificantes

Sin embargo, los gobiernos colombianos sin ningún interés genuino por el país menosprecian la universidad pública, a sus profesores y científicos, con aportes insignificantes, cuando el gasto en ciencia y tecnología creciente en los países desarrollados es parte de una política industrial oculta para apoyar a sus sectores productivos. Es decir, para construir ventajas productivas sobre otros países. Al contrario, en Colombia, las élites optaron por las ‘loterías’ de los recursos naturales, entregados a las trasnacionales como estrategia fácil que no aprecia el trabajo y esfuerzo nacional.
De otro lado, si como planteaba Alejandro López en su escrito el ‘Desarme de la usura’ (1933), los países industriales “con sus teorías han venido estorbando la industrialización del mundo colonial (...) todo ello, al amparo de doctrinas que (…) formula(n) para el consumo de los estudiantes del mundo colonial”, entonces, la U colombiana tiene una tarea pendiente, y no solo frente a la industrialización y desarrollo económico nacional, que incluye la formación de científicos y técnicos, sino también con la formación del pensamiento crítico de los estudiantes colombianos para que revisen y debatan las teorías económicas, políticas y sociales, que no en pocos casos son funcionales a los intereses de los países desarrollados, y que aquí se adoptan como si fueran la expresión de leyes universales incuestionables, válidas para todo tiempo y lugar.
¿Qué ha hecho la UN para enfrentar la “colonización” intelectual de los estudiantes? No obstante el progreso de los posgrados y las publicaciones, en los currículos de los programas o carreras, la formación humanística crítica tiene menos peso, tanto en cursos como en intensidad horaria, como parte de la reforma académica introducida por Antanas Mockus y rectores sucesivos, si se compara el hecho de que los ingenieros de la Facultad de Minas tomaban un curso semestral obligatorio de humanidades, economía, antropología, historia, lingüística, etc., mientras que ahora no sucede así, y las humanidades son cursos electivos. Adicionalmente, el exrector Marcos Palacios redujo el trabajo de grado escrito, calificado por profesores y presentado ante un auditorio, a una simple pasantía o trabajo escrito bajo la dirección de un profesor, sin ninguna socialización. “Se enseña demasiado” en los pregrados, decía Palacios.
De otro lado, agrega López, la obligación de la universidad es “que forme servidores del público y no explotadores del público”. Entonces, ¿cómo explicar que los abogados como jueces y magistrados intercambian fallos judiciales por plata o que a los ingenieros calculistas se les caigan los edificios por ahorrar materiales? Algo no funciona, no solo en la universidad sino también en la sociedad, que ha aceptado que el dinero es la medida de todas las cosas y de los hombres y mujeres.
Por su parte, el abogado, investigador social e ideólogo Antonio García Nossa (1912-1982), nacido en Cundinamarca y quien fue profesor y más tarde vicerrector general de la UN, es muy duro con la universidad colombiana porque no ha estado a la altura de las circunstancias: “Ni en el desarrollo de la nación, ni en sus dramas, ni en su riqueza ni en su pobreza, la universidad ha estado presente. “Ha formado” la capa dirigente de la burocracia de los partidos y el Estado y, sin embargo, no ha tocado su sentido de responsabilidad, ni su conciencia política, ni su pensamiento ni su formación técnica (…) La Nación ha estado ausente de la universidad porque la universidad ha estado ausente de la nación” (‘De la República señorial a la nueva sociedad’, ‘Escritos económicos selectos’, Contraloría General de la República, 2006).
Por último, en la celebración de sus 150 años, la UN debe repensar su pasado y recoger los aportes de sus profesores e investigadores para continuar en la construcción de un futuro mejor para todos los colombianos, pero esto no se podrá hacer sin la decidida voluntad de las élites colombianas, que lastimosamente andan sin rumbo nacional.
GUILLERMO MAYA
Guillermo Maya
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