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Bandera gringa en Venezuela

No hace tanto ocurrieron con impunidad las invasiones descarriadas en Panamá y otros países.

Da a pensar que no están entre los papeles de historia del presidente Trump (o sí) el relato del genocidio y la experimentación médica asesina en Guatemala, la dictadura generacional y degenerada de los Somoza en Nicaragua, la que se instauró en República Dominicana, rondas de la muerte, torturas en El Salvador, Chile, Brasil, algo también ejercido entre risas en Colombia. Técnicas de dolor y opresión enseñadas en la Escuela de las Américas.
Qué apuntar de las invasiones militares descarriadas en Panamá, Granada y en muchos países centroamericanos o caribeños, atropello al que solo logró resistir Cuba (1961). Ocurrió hace no tanto y con impunidad. El presidente Taft, quien de origen era empresario, lo asentó empezando el siglo XX: “No está lejos el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen la extensión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro, como por nuestra superioridad racial ya es nuestro moralmente”.
Vamos al punto: el de Venezuela es un sistema criminal que empezó Chávez con matices, y enloqueció con Maduro abrigado por pandillas de militares y dirigentes narcotraficantes; allí se está cometiendo una forma de genocidio; en Venezuela no ha existido un modelo socialista de gobierno ni existirá, porque los corruptos que gobiernan y se amparan en la fuerza desde hace 19 años no entienden esos temas; a la vista está que difícilmente saben leer.
La intervención norteamericana siniestra en Latinoamérica durante el siglo pasado fue contra el comunismo y al cuidado de intereses mercantiles (“el mejor comunista es uno muerto”, se decía). Esa infamia no puede repetirse. Claro está que Venezuela no es comunista; es solo, y aunque intensa, una trama delincuente. Por consiguiente, si la nueva geopolítica es atacar países con vectores de corrupción y violencia, pocos se salvarían. Hacia adentro de EE. UU. tocaría usar su propia artillería.
Al referirse militarmente a Venezuela, Trump acude a la circularidad de la historia, olvidando (o desafiando) que esta trae malos aires. Esperamos que Maduro se vaya con sus cómplices (presos a responder en una corte internacional). Pero un marine pisando Venezuela sería sombrío para todos, incluido el invasor.
GONZALO CASTELLANOS
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