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Yo sí les agradezco

Escribo para que no olvidemos que la paz es un derecho constitucional que nos pertenece a todos.

Escribo como una ciudadana que se quedó viuda y padeció en carne propia el exilio físico, social y emocional que produjo en miles de compatriotas el conflicto colombiano; como alguien que jamás ha tenido un cargo público, no forma parte de ningún partido y nunca ha recibido ‘mermeladas’ de ningún poder.
Escribo como una ciudadana que ha sobrevivido con su trabajo a la vida que le correspondió; que, como la mayoría, padeció y acompañó gran parte de la guerra por televisión, que se indignó, lloró y no supo qué hacer para frenar esa orgía de violencia que tiñó nuestra historia por más de medio siglo. Como alguien que sintió rabia, ira y se desgarró frente a todas las masacres.
Como una profesional que sueña con un país mejor en el que quepamos todos, en el que la decencia no se clasifique por los bienes materiales sino por los morales y en donde el respeto, la dignidad y los derechos sean parte de esa herencia que nos pertenece a todos los ciudadanos al nacer.
Escribo antes de que el alzhéimer electoral borre el más grande logro obtenido en Colombia en más de medio siglo, y para agradecerles a todos los que intervinieron en las negociaciones para alcanzar la paz y a quienes pagaron por nosotros, con sus vidas, esa descomunal cuenta dejada por la guerra tras más de medio siglo.

Escribo antes de que el alzhéimer electoral borre el más grande logro obtenido en Colombia en más de medio siglo, y para agradecerles a los que intervinieron en las negociaciones para alcanzar la paz.

Escribo para que no olvidemos que la paz es un derecho constitucional que nos pertenece a todos, y no propiedad exclusiva de un partido o una ideología. Para agradecerles al presidente Santos, a Humberto de la Calle y a todos los que ayudaron a restaurar ese derecho y a los que trabajan para mantenerlo vivo. Gracias, muchas gracias, por el invaluable legado que le dejan a Colombia.
Agradezco en nombre de los 220.000 soldados, policías, guerrilleros y paramilitares campesinos, que fueron los que pagaron, junto con los defensores de los derechos humanos, la deuda de sangre de la guerra.
Agradezco por la paz; también, por las familias de más de 25.000 desaparecidos, 6.000 desplazados, de los asesinados en casi 2.000 masacres y 16.000 ejecuciones colectivas. En nombre de los más de 6.000 niños y niñas que fueron reclutados a la fuerza, de los más de 10.000 mutilados físicos, de los 27.000 secuestrados y de los casi 2.000 que fueron violentados entre 1958 y 2012.
Gracias, presidente Santos, Humberto de la Calle y todos los negociadores que hicieron de la paz el único camino posible para frenar esa orgía de terror y muerte.
Sin la paz, las pacíficas elecciones presidenciales del 17 de junio no habrían sido posibles y nuestra opción de futuro seguiría estancada.
Gracias a la paz, en lo que va desde la firma del acuerdo hasta la fecha, se ha evitado la muerte de unas 3.000 personas, según el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac).
Santos era el único que podía lograrla no solo porque gozaba del poder y la independencia política, económica y social, sino porque, aunque pudo hacerlo, no le dio la espalda a la Colombia herida, no pasó de largo y le apostó a la vida. ¡Gracias, presidente Santos! ¡Gracias, Humberto de la Calle! ¡Gracias a todos y cada uno de los que reconstruyeron el gran puente de la vida!
No existe una negociación perfecta, pero el acuerdo de paz alcanzado en Colombia, pese a sus feroces críticos, fue el más completo que se firmó en el mundo en las últimas tres décadas, según reconoció el Instituto Kroc, uno de los centros más respetados del planeta.
“La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”, dice nuestra carta magna, y así debemos exigirlo; por eso, como ciudadana, le pido a Iván Duque, el presidente electo, que cumpla la ley y construya esa Colombia en paz en la cual quepamos todos, como prometió hacerlo en su discurso de victoria.
GLORIA HELENA REY
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