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Reinado de belleza

Todos los colombianos pagaremos el precio de los mecanismos escogidos por los amigos del CD.

El reinado de belleza este año no es en noviembre. Va a ser el primero de abril, día en que el Centro Democrático aspira a movilizar una serie de marchas a nivel nacional para protestar por lo que a cada uno se le ocurra. No en vano la convocatoria se basa en que cada uno proteste por lo que se le dé la gana. Esas marchas son de doble propósito.
De una parte, buscan con esas marchas crear la sensación de una insurrección colectiva contra la paz. El uribismo no ha podido tragarse el sapo de que la concentración de los guerrilleros y su desarme estén siendo tan exitosos. Con esa actitud política se están pegando un tiro en el pie. El país ya asimiló la paz. Esconder los dividendos de bienestar y prosperidad de una guerra de cincuenta años que termina es como tapar el sol con las manos. El asunto se volvió cada vez más administrativo y cada vez menos político e ideológico. Si esa bandera sigue siendo la insulsa plataforma del uribismo, enhorabuena. Así garantizarán que el veredicto de las urnas les sea bastante desfavorable.
De otra parte –que es la que más le importa al patriarca del partido–, las marchas son el instrumento para poner a sus tenientes y capitanes, en los pueblos y regiones, a hacer méritos para ver quién o quienes son capaces de ganarse el derecho a que su todopoderoso bolígrafo los incluya en las listas del partido para las elecciones del dos mil dieciocho. Para Uribe, esas marchas son realmente un concurso de belleza para medir cuántos votos les podrían poner los aspirantes a las curules del uribismo. Las marchas son las verdaderas primarias del Centro Democrático.
En su manejo interno ha puesto a todos a raspar la olla. Los áulicos, con tal de ganarse el beneplácito del personaje, van a sacar a marchar al perro, al gato, al canario y hasta a la suegra. Por eso el diseño de las marchas está basado en que no hay una causa, sino que cada uno se manifieste contra lo que le incomoda, desde el tráfico hasta el color de la camiseta de la Selección Colombia.
Veremos a los uribistas cantando victoria porque en las redes toda esa bobada va a parecer un éxito. Por ejemplo, han buscado que las marchas coincidan con el día de mercado en la mayoría de los pueblos. Eso no es gratis. Es para mostrar una capacidad de convocatoria que realmente no tienen. Hay que desenmascarar esa farsa.
Esta marcha no es más que una consulta interna. El país va a tener que pagar el precio en disrupción, perturbación del orden público, parálisis económica y tremendas incomodidades por rendirle homenaje al falso ídolo, al becerro de oro. Todos los colombianos pagaremos el precio de los mecanismos escogidos por los amigos del CD para dirimir sus diferencias y ser ungidos por el patriarca.
En esa marcha se esconde el designio de Uribe y de Pastrana de romper la institucionalidad para darle un golpe de Estado técnico al presidente Juan Manuel Santos. En el fondo de sus corazones, saben que la única forma de llegar al poder es tumbar al primer mandatario. Tienen cáscara. Es siniestro, como corresponde a los protagonistas de esa ilusión golpista, pero inaceptable para el país.
Aspiran a que se escondan sus propias culpas. Prefieren destruir la democracia que asumir la responsabilidad que les corresponde. Es decepcionante que no solo uno sino dos expresidentes –que uno se imaginaría tienen conciencia histórica y de Estado– se atrevan a poner su agenda personal por encima de la estabilidad de las instituciones colombianas. En las siguientes elecciones pagarán caro sus veleidades golpistas.
Dictum. Hay que impedir que los designios golpistas de Petro contra Enrique Peñalosa fructifiquen.
GABRIEL SILVA LUJÁN
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