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La gestación de los delfines

La imparcialidad está garantizada. Pero una cosa es tener preferencias y otra, tener un preferido.

Un año y medio da para mucho. Es suficiente tiempo para la gestación completa de un rinoceronte, una jirafa, un caballo, una ballena y muchos otros animales. Al Gobierno le resta tiempo suficiente para culminar con éxito uno de los periodos presidenciales más transformadores en la historia de Colombia. Pero también –como ocurre en la naturaleza con un popular mamífero marino– es escasamente lo necesario para dar a luz a un delfín.
Se sobrentiende que el presidente Santos no puede tener preferencias en el contexto de la contienda democrática para elegir a su sucesor. La imparcialidad oficial está garantizada por el talante liberal, la serenidad y el equilibrio que caracterizan al primer mandatario. Además, es una actitud ineludible impuesta por las normas –por cierto bastante arcaicas– sobre la materia.
Pero una cosa es tener preferencias y otra cosa, tener un preferido. Cuando le preguntan a una mamá cuál es su hijo más amado, ella contesta con sinceridad que los ama a todos por igual. No obstante, siempre hay un Migue, un Mono, un Andy, un Negrito, o aquel que fue el bebé más hermoso jamás nacido en Barranquilla, capaces de arrugarles a las madres un poquito más el corazón.
Ha llegado la hora de que el Gobierno asuma que es tan importante culminar con éxito los programas en curso como garantizar un mínimo grado de continuidad para darles proyección histórica a las profundas transformaciones y cambios que se han logrado. Santos no tiene bolígrafo –poder que Uribe sí tiene en su coto de caza privado que es el CD– ni el interés de imponer un ‘dedazo’ a la mexicana. Sin embargo, el Gobierno no puede ser estoico.
Para Santos lo mejor es no tener candidato oficial. Pero inevitablemente se le notará –como a todos– a quién se lleva en el corazón. Además, todos los que creemos en el proyecto de la paz, la seguridad, la modernización, la infraestructura para la competitividad, la consolidación de la clase media, la transformación social rural... necesitamos un guiño que nos guíe en quién representa mejor esa visión del mundo. Es comprensible que la preservación de la gobernabilidad exija una neutralidad política activa frente a las aspiraciones que pululan en la coalición de gobierno. Pero una cosa es la neutralidad oficial y otra, la indiferencia.
La naturaleza es sabia. Cuando en un nido nacen varios pajaritos, instintivamente los padres detectan cuál tiene más garra, más fuerza y mayor capacidad para triunfar y ese se vuelve el preferido. Se le alimenta mejor, se le abriga, se le enseña a volar primero. No es muy distinto en la política y en las campañas. La encuesta de ‘Semana’, Blu y Caracol TV revela quiénes poseen las condiciones electorales y de opinión para eventualmente volverse el preferido. Desafortunadamente, poquitos más bien. La opinión como la naturaleza no son justas.
Hay una gama muy amplia de opciones en el nido de los presidenciables. Colombia tiene el privilegio de contar con un equipo de líderes de las mejores condiciones, pero no todos representan los ideales de la paz, la igualdad y la modernidad. De esa nidada, muchos caerán del árbol o morirán de inanición electoral.
Por eso es tan relevante contestarse la pregunta que se hace Bonny Lovy: “Quién será, quién será esa chica que me quiere amar, que me hipnotiza su forma de actuar. Y dime quién será, quién será... Cuando la vi, ella me hizo sentir que había vuelto a vivir”. Quién será. Averígüelo, Vargas.
Dictum. ¿Alguien sabe dónde se pone una tutela para proteger el sagrado derecho fundamental a la paz de las barbaridades recientes de los supuestos defensores de la Constitución?
GABRIEL SILVA LUJÁN
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