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Ideas, por fin

Hay que aplaudir a Vargas Lleras por orientar el debate hacia los desafíos de fondo del país.

Gabriel Silva Luján
La semana anterior estuvo fría, húmeda y pasada por agua, tanto en Bogotá como en la mayoría del país. Mas no en la política. Las cosas se están calentando en los diferentes frentes de batalla. En cuestión de unos pocos días ha ocurrido una cascada de hechos que empiezan a acelerar el pulso de los acontecimientos electorales.
Cuando escribo estas líneas, desconozco el resultado de la consulta liberal. Dado que voté, y confieso que por De la Calle, e hice un recorrido por puestos de votación, debo decir que se observaba más participación y entusiasmo del que desearían los enemigos de la paz. Sin decir que los resultados de la consulta del liberalismo sean un tsunami en el panorama electoral, la tan cacareada indiferencia de los ciudadanos estuvo claramente matizada por el deseo de sufragar en un escenario en el que los dos precandidatos son símbolo de la reconciliación.
No nos extrañemos que los amigos de la guerra, de todas maneras, declaren la consulta liberal como un fracaso de la paz que obliga a romper la continuidad de dicho proceso. Deben andar los uribistas hoy por los medios, desde la madrugada, diciendo los mismos predecibles estereotipos al respecto.
Independientemente de la propaganda de la extrema derecha, el liberalismo se volvió un pilar ineludible en la construcción de una coalición sensata y democrática capaz de neutralizar a las extremas.
Ese proceso de consulta participativa contrasta con lo ocurrido la semana pasada con el Centro Democrático. Los hechos revelan claramente –como dicen los gringos, los “true colors”, es decir, la esencia y el talante de esa colectividad– el autoritarismo. Álvaro Uribe, como el emperador romano Cómodo Antonino, que, con un gesto de su pulgar, decidía la vida o muerte de sus gladiadores, envió a los avernos a Óscar Iván Zuluaga y a Luis Alfredo Ramos. Ya había hecho lo mismo con Pacho Santos y otros que en su sentir imperial no eran lo suficientemente obsecuentes.
Uribe, que tanto le gusta endilgar el mote de traidor a quien no se rinda a sus pies, traicionó –literalmente– a los que más y mejor le han servido. Y ya deja entrever que ocurrirá lo mismo con sus actuales precandidatos.
Al expresidente imperial le queda difícil esconder el lenguaje corporal que insinúa su desespero por encontrar a alguien que le dé garantía de victoria, así le toque sacrificar a uno más de los suyos. Ya lo había hecho con muchos de sus colaboradores que se encuentran enredados judicialmente por causa de sus servicios, tratando de cerrarles el camino de acudir a la JEP. Eso mismo ha intentado hacer con los militares, a quienes tanto dice defender, que quieren acogerse a la justicia transicional.
La última semana también trajo, afortunadamente, un alivio para los ciudadanos en cuanto a la sustancia de la campaña. El debate electoral evolucionó de la retahíla contra la paz –que tiene hastiados a los ciudadanos– hacia el refrescante surgimiento de propuestas programáticas que atienden las verdaderas preocupaciones de los colombianos. Así lo había solicitado el gerente del Banco de la República, Juan José Echevarría, en cuanto a los temas económicos. Por eso hay que aplaudir a Germán Vargas Lleras por orientar el debate hacia los desafíos de fondo que tiene el país y por arriesgarse a proponer un programa económico concreto y serio. Sin duda, será controversial, pero precisamente esa es la función de una contienda política. Enhorabuena. Por fin están llegando las ideas.
Dictum. La inmigración produce miedo. Miren a Europa. No dejemos que la tragedia de los venezolanos nos vuelva xenofóbicos. Ayer fue por mí, hoy debe ser por ti.
GABRIEL SILVA LUJÁN
Gabriel Silva Luján
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