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‘Dueño de ti...’

El proceso de la entrega de Pastrana al uribismo ha logrado poner en riesgo el Partido Conservador.

Sin duda, la política es el arte de lo imposible. Esto lo confirmó el acuerdo de coalición electoral para las presidenciales del 2018, sellado la semana pasada entre los expresidentes Andrés Pastrana y Álvaro Uribe. Aunque dicho acuerdo se ha cacareado como un gran paso adelante para las aspiraciones de regresar a la Casa de Nariño del uribismo, realmente no es más que la protocolización de algo que se sabía iba a ocurrir.
La verdad es que Uribe y Pastrana llevan cohabitando hace rato no por amor, respeto y admiración –que es como debería ser cuando se es buena pareja–, sino unidos por el odio mutuo a Juan Manuel Santos. Es un matrimonio de conveniencia para sacarse el clavo de que el presidente Santos logró lo que ellos quisieron y no pudieron. Además, no le perdonan que el actual primer mandatario no sucumbiera a los encantos de ninguno de los dos y mantuviera su independencia.
Analizado fríamente, es evidente que no es mucho lo que les aporta Andrés Pastrana a las ambiciones presidenciales del uribismo. El exmandatario conservador posiblemente se aburrió de andar codeándose con la realeza, los adinerados y líderes extranjeros en decadencia –como es su caso– de varios lugares del mundo y vino a aguarles la fiesta de la paz a los colombianos. La razón es sencilla. Pastrana quiere tapar con estas acciones su circense proceso de diálogo con las Farc, que lo único que dejó fue a esa guerrilla dueña de medio país y fortalecida por una tregua mal diseñada que aprovecharon hasta el último minuto.
Pastrana –cual gamonal de pueblo– anda reclamando que tiene 3 millones de votos para aportarle a la coalición con el uribismo. Eso no se lo creen ni en la casa. No olvidemos que el rechazo de la opinión a Pastrana durante su gobierno fue generalizado, y ahora su favorabilidad sigue entre las más bajas registradas para un expresidente. No en vano lo caricaturiza genialmente Matador en EL TIEMPO como el perrito faldero de Álvaro Uribe. Pastrana, para tratar de demorar su descenso hacia la irrelevancia política, optó por el camino de salivar cuando ve al amo y gruñir cuando se lo ordenan.
En el proceso de su entrega al uribismo, también ha logrado, de paso, poner en riesgo a la que fuera su casa política y la de su padre, el Partido Conservador. Con la entelequia de que él representa al conservatismo independiente, ‘de facto’ ha dividido a su colectividad y ha subordinado candidatos interesantes y viables, como Marta Lucía Ramírez, a un simple dedazo de Uribe.
El conservatismo ha logrado mucho en los años de Santos. No solo ha participado en la Unión Nacional, sino que puede legítimamente reclamar que ha sido un partido constructor de paz. El gabinete ha contado con ministros conservadores del mayor calibre. En el Congreso de la República, el conservatismo ha hecho una labor bien destacada. Todo eso es lo que ahora viene a botar por la borda nuestro amigo Andrés.
Y finalmente, la credibilidad de Pastrana es inexistente dados los múltiples acomodos políticos y sus patéticas contradicciones ideológicas. Es, como decíamos en el colegio, el típico voltearepas. Para la muestra, un botón. No hace mucho dijo: “A mí explíquenme cómo Uribe se sentó con el narcotráfico, con el cartel de Medellín y los paramilitares, y no le da la oportunidad a Santos de hacer un proceso con la guerrilla”.
Uribe podría entonces dedicarle a Pastrana la canción del Puma: “Dueño de ti, dueño de qué, dueño de nada...”.
Dictum. El neoactivismo diplomático europeo –en contrapunteo con Trump– le crea un gran destino a la política exterior colombiana. Los Champs Elysées están llenos de oportunidades. ‘Vive la France’. ‘Vive Paris’. ‘Vive Macron’ & Santos.
GABRIEL SILVA LUJÁN
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