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'After' Trump

Tenemos la oportunidad de romper los paradigmas clásicos de la política exterior colombiana.

Hay múltiples opiniones que expresan la indignación y la perplejidad que generan las acciones y actitudes del nuevo mandatario de los Estados Unidos. La vana ilusión de que una vez pasadas las elecciones Mr. Trump se “normalizaría” y dejaría de lado sus veleidades retóricas y populistas quedó sepultada. Eso sigue siendo así, no obstante algunos modestos gestos recientes para transmitir, a regañadientes, algo de sensatez.
Colombia tiene que desarrollar una doctrina de seguridad nacional, de relaciones exteriores y de estrategia comercial que contemple las realidades que se generan con la nueva administración estadounidense. El contexto hay que definirlo francamente como adverso. Igualmente, hay que reconocer que el inmenso esfuerzo que se hizo –de parte y parte– para crear una agenda bilateral integral, más allá de la lucha contra el narcotráfico, será una de las primeras víctimas de la simpleza binaria con que Trump mira al mundo: ‘Friend or Foe’ (amigo o enemigo).
La política de relaciones bilaterales frente al gobierno de Trump obliga a imaginarse los escenarios geopolíticos globales que se gestarán con la nueva actitud internacional de los gringos. Naturalmente, es un ejercicio especulativo, pero que hay que hacer ineludiblemente si se busca darles algún grado de consistencia conceptual a los lineamientos que debe seguir Colombia en esta coyuntura. Nadie puede creerse el cuento de que después de Trump todo seguirá igual, y no solo por lo que haga o deje de hacer sino, ante todo, por lo que harán los demás. La llegada de Trump a la Casa Blanca no es un cambio de presidente. Es un cambio del paradigma que regía el orden internacional.
El supuesto que se hace en las cancillerías de los poderosos del mundo es que, a pesar de una retórica más vociferante, la propensión objetiva de Estados Unidos a desplegar internacionalmente sus instrumentos de poder será cada vez menor. Es decir, ni la diplomacia, ni el presupuesto, ni la cultura ni los ejércitos gringos tendrán en este periodo el protagonismo al que estaba acostumbrado el mundo.
Un Estados Unidos en retirada no significa necesariamente una catástrofe. Su ausencia como poder cuasihegemónico y el simplismo que se vislumbra en las relaciones internacionales gringas generan nuevos espacios. Tenemos la oportunidad de romper los paradigmas clásicos de la política exterior colombiana.
Ese nuevo marco conceptual tiene que pasarse del ‘respice polum’ (mirar al polo) o del ‘respice similia’ (mirar al igual) a una nueva visión. Si Trump dice “America first”, nos toca decir “Colombia first”. Porque buscar como objetivo la preservación del actual ‘statu quo’ es imposible, y arrodillarse contemplativamente es aún mucho menos eficaz.
Hay que evolucionar al ‘amarea ipsum’ (amarse a sí mismo), que significa que en un mundo dinámico como el que crea esta coyuntura, con cada día menos solidaridad global, en el que las prácticas, el derecho y los tratados son por definición fluidos, no puede haber lealtades distintas a la más aguerrida defensa de los intereses estratégicos de la nación. En estos momentos, el egoísmo es una virtud.
Con Trump no hay forma de volver atrás. Escogió un camino, muy a mi pesar, que conduce inevitablemente hacia el despeñadero de la decadencia de los Estados Unidos y donde un nuevo orden mundial empezará ya a definirse. Con todas las tribulaciones que acompañan estas transiciones históricas. Si se quiere tener eficacia en ese nuevo mundo, hay que mostrar los colmillos y crearle a Colombia un nuevo espacio. Con la llave de la paz interna entre el bolsillo, son muchas las puertas que se nos abren.
Dictum. Nacionalismo + mercantilismo = imperialismo. Axioma infalible.
GABRIEL SILVA LUJÁN
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