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De las promesas a los compromisos

Hay que exigir a los aspirantes a la Presidencia que destapen el perfil de su equipo de gobierno.

Después de un año en el que se fueron depurando las candidaturas, también lo hicieron las promesas orientadas a seducir a los votantes. Tres de los candidatos presentaron juiciosos documentos con su visión del país y el análisis detallado de los principales temas que importan a la ciudadanía. Los otros dos, los que han conseguido los votos para ir a una segunda vuelta, parecen pertenecer más a una cultura oral que al rigor de lo que queda escrito y sobre lo cual se pueden pedir cuentas.
Ya sabemos que el pronóstico de los encuestadores no fue desvirtuado en las urnas y de aquí en adelante será ineludible convertir las decenas de promesas en compromisos concretos que sean jurídica, política y financieramente viables y exigibles. Estos compromisos serán los que decidirán finalmente el rumbo del país y la posibilidad real de evitar que la improvisación y todos los males asociados con el clientelismo y la corrupción sigan confiscando la confianza de los ciudadanos en las instituciones.
También es necesario insistir en que los compromisos programáticos sobre los cuales tendremos que decidir son indispensables, pero no suficientes. Las ideas y las ejecutorias las llevan adelante personas de carne y hueso, con todas sus virtudes y sus defectos. Por eso tenemos que exigir a quienes siguen en la carrera por la presidencia que destapen cuál será el perfil de su equipo de gobierno, quiénes serán sus colaboradores y asesores, porque no será un solo y providencial personaje autócrata el que podrá ofrecer garantía de progreso y eficacia en la gestión pública.

Los que han conseguido los votos para ir a una segunda vuelta, parecen pertenecer más a una cultura oral que al rigor de lo que queda escrito y sobre lo cual se pueden pedir cuentas.

Muchos personajes oscuros han medrado en las altas esferas del poder en nuestra historia reciente. Algunos de ellos han terminado en la cárcel y sobre otros se tejen historias que corroen seriamente la solidez de las instituciones, entre otras cosas porque esas turbiedades duran eternidades en las estanterías de los tribunales de justicia sin que haya progreso ni verdad. Por fortuna, son muchos más los altos funcionarios limpios y diligentes, comprometidos y trabajadores que combinan estas virtudes con una sorprendente ignorancia sobre las difíciles funciones que deben desempeñar.
Se sabe que en Colombia hay miles y miles de personas que creen de buena fe (así prefiero pensarlo) que pueden ser ministros de cualquier cosa, directores de departamentos administrativos, magistrados y hasta presidentes de la República con el solo requisito de que se les dé la oportunidad. La realidad, que es tan aguafiestas, ha demostrado que eso no es cierto.
En enero, la Academia de Ciencias convocó un taller de tres días a un numeroso grupo de científicos, educadores y ambientalistas y se produjo el llamado documento de Paipa o Manifiesto de la Ciencia, con la intención de aportar ideas y propuestas al próximo gobierno. Una de sus propuestas tiene que ver precisamente con la necesidad de contar con personas calificadas y de trayectoria reconocida al frente del Ministerio de Educación y de Colciencias. Son sectores donde la improvisación y la prolongada curva de aprendizaje de quienes llegan sin la experiencia necesaria resulta muy costosa para el país. También se ha propuesto que haya consejos asesores similares a los que existen en países como Perú o Costa Rica.
Todos los candidatos en estos meses han destacado la importancia que les atribuyen a la ciencia, el medioambiente y la educación, han dicho cosas importantes y han sobreabundado en promesas que a veces parecen el programa de la isla de la fantasía, pero ninguno se ha comprometido a designar expertos en los temas como requisito mínimo de coherencia. Lo mismo, desde luego, cabe para todos los sectores del futuro gobierno, sobre todo si se tiene en cuenta que los círculos que rodean tanto a Petro como a Duque generan altas dosis de recelo y desconfianza.
FRANCISCO CAJIAO
fcajiao11@gmail.com
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