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La ultraderecha en Europa

La resistencia de Alemania y Francia sigue en pie. Sin embargo, los retos son enormes.

Al contrario de lo que muchos soñaban, la ultraderecha en Europa se está derrumbando lentamente. Esa es una gran noticia, sobre todo cuando se consideraba que el triunfo de Trump en Estados Unidos y del ‘brexit’ en Gran Bretaña era el preámbulo de una secuencia de victorias de candidatos antieuropeístas. Por ahora, Europa comienza a dar lecciones.
La primera vino de la derrota en Holanda del ultraderechista Geert Wilders, quien con un discurso virulento, antiislámico y antieuropeo no pudo vencer en las elecciones al liberal Mark Rutte. De esta manera, se preservó la lógica liberal y cultural de un Estado que se construyó sobre la base de la tolerancia, la cultura y el comercio.
En el caso de Alemania, las cosas no pintan mal. La canciller Ángela Merkel seguramente continuará en la jefatura del poder alemán, ya que su partido y la coalición que formaría gobierno le volverían a dar su confianza. Esa decisión le daría oxígeno a Europa, pues tanto los teutones como los franceses son las cabezas de un continente que ha tenido que gestionar problemas como la inmigración masiva producto de las guerras en Oriente Próximo, el terrorismo, la relación con Rusia y Turquía y la crisis de la deuda que golpea a Europa en su conjunto y, en especial, a Grecia, Portugal, Italia y a la gran mayoría de países de Europa del Este.
Austria tampoco cayó en las fauces de la ultraderecha, pues el candidato de los independientes, Alexander Van der Bellen, obtuvo la Presidencia, dejando atrás a su líder Norbert Hofer. Aunque es un país pequeño, los símbolos juegan mucho, sobre todo después del vergonzoso zafarrancho inglés que ha suscitado tantas opiniones en el planeta.
Francia se encuentra en el radar del mundo europeo. En los próximos meses habrá elecciones. La candidata del partido de ultraderecha Frente Nacional, Marine Le Pen, quien era favorita, se ha venido desmoronando a causa de los escándalos de corrupción, derivados de la utilización de sus dietas parlamentarias europeas para pagar funcionarios de su partido en París. Seguramente pasará a la segunda vuelta para enfrentar al candidato de centro, pero las encuestas le auguran una amplia derrota.

Un galopante aumento del desempleo, una recesión que ha contraído la demanda de forma alarmante, un manejo inadecuado de la inmigración (...) hacen que las cosas no sean fáciles.

Por el lado del partido de centro derecha, no hay grandes expectativas. La derrota de su candidato, François Fillon, está cantada. Una seguidilla de escándalos de corrupción lo ha puesto contra las cuerdas. Con su empecinamiento y testarudez enterró al partido de Los Republicanos, que tenía al ex primer ministro Alain Juppé con grandes posibilidades de alcanzar el Palacio del Elíseo.
A la desgracia que le ha caído a Fillon, se suma la del socialismo, con la reciente dimisión del ministro del Interior, Bruno Le Roux, quien abandonó su puesto luego de que se comprobara que entre 2009 y 2016 contrató a sus dos hijas como asistentes parlamentarias en la Asamblea Nacional. Y para rematar, las niñas eran menores de edad. Una vergüenza pública.
Con este escenario de podredumbre, seguramente el joven candidato de centro y europeísta Emmanuel Macron terminará siendo elegido Presidente del país, dejando a salvo a Europa del avance de la ultraderecha. Sin embargo, quedará la imagen maltrecha de una política francesa que ha permitido todo en el ámbito de lo público.
Con este panorama de resistencia contra los gritos nacionalistas que provienen de algunas naciones como Hungría y Polonia, la Europa de Alemania y Francia sigue en pie. Sin embargo, los retos son enormes. Un galopante aumento del desempleo, una recesión que ha contraído la demanda de forma alarmante, un manejo inadecuado de la inmigración, una desbordante y vergonzosa burocracia europea, una inefable salida de los británicos a través de la activación del artículo 50 del Tratado de Lisboa y, sobre todo, una amenaza latente del terrorismo islámico hacen que las cosas no sean fáciles.
Por lo pronto, los malos augurios declinan en Europa, que tendrá que demostrar que es un continente que no puede ser soslayado, sobre todo cuando las luces empiezan a apagarse. Una Europa fuerte y sólida es la mejor garantía para enfrentar al presidente de ese gran centro comercial que se llama Estados Unidos y a la satrapía china. Los valores no pueden venderse y eso es algo que Europa y los europeos tienen que entender.
FRANCISCO BARBOSA
* Ph. D. en Derecho Público de la Universidad de Nantes (Francia), docente e investigador en la Universidad Externado de Colombia.
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