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Una vieja máquina que se oxida lentamente

Ese viejo patriarcado que ya tiene más de 5.000 años funciona como una verdadera maquinaria.

Florence Thomas
Una filósofa amiga mía se refería siempre al patriarcado con la imagen, por cierto fuerte, de ‘maquinaria patriarcal’; e indiscutiblemente ese viejo patriarcado o cultura patriarcal que ya tiene más de 5.000 años funciona como una verdadera maquinaria. Incluso más tenaz y obstinada que cualquier maquinaria política, que siempre es susceptible de derrumbes más expeditos que los de la maquinaria patriarcal, que sigue resistiendo de manera tozuda.
Sin embargo, es importante señalar hoy que esta vieja maquinaria que ha generado tantas desgracias a más de la mitad de la población mundial durante muchos siglos, hoy se está oxidando, mostrando señales de cansancio a pesar de muchos viejos patriarcas quienes siguen buscando un aceite que sea capaz de volver a ponerla en marcha.
Efectivamente, y desde hace unas décadas, la maquinaria patriarcal sufre de desmanes o descalabros, que son cada día más difíciles de ocultar. Pues el mundo 50/50, es decir un mundo en el cual existiría una repartición igualitaria del poder político, económico y de ese poder difuso de la vida cotidiana, se está construyendo, por cierto muy lentamente, demasiado lentamente, pero sin posibilidad de retroceso.
La maquinaria no se repone del empoderamiento de las mujeres, de su libertad para decidir sobre su identidad y sobre su cuerpo, sobre los Me Too mundiales, que van mucho más allá de acosos sexuales, y sobre el enfoque de género que, a pesar de la llamada ideología de género que trató de darle a la maquinaria un respiro, se impuso en los acuerdos de paz y se está consolidando cada día más.

Un mundo en el cual existiría una repartición igualitaria del poder se está construyendo, por cierto muy lentamente, demasiado lentamente, pero sin posibilidad de retroceso.

Por cierto, no nos engañemos: la maquinaria aún funciona. No obstante, millones de mujeres del mundo ya han encontrado la manera de frenarla, de obstruirla y taponar algunas de las piezas fundamentales del buen funcionamiento de su cansada batería.
Hoy tenemos tenaces ingenieras del feminismo, filósofas, escritoras, economistas, lideresas comunitarias, políticas, artistas y demás, que saben cómo funciona esta diabólica y perversa maquinaria; conocen la compleja articulación de sus piezas y se han preparado para entenderla y desmontarla mientras los viejos y cansados patriarcas no se han actualizado, y muchas de sus pesadillas se están trasformando en realidad, realidad que les está envenenando poco a poco la vida.
Y aun cuando estas ingenieras del feminismo no se ponen siempre de acuerdo sobre cómo actuar para paralizar la máquina, para oxidar sus piezas y decretar su pronta muerte, saben que no habrá marcha atrás y que pequeñas pero valiosas herramientas como el Me Too, No es hora de callar, Mi cuerpo es mío y sobre mi cuerpo decido yo, entre otras, se vuelven emblemáticas de una nueva era para las defensoras de un mejor mundo para todas y todos. Un mundo sin maquinaria patriarcal, es decir, sin amos del saber, sin depredadores sexuales, sin mujeres controladas y palabras confiscadas, con desarrollo y crecimiento compartido; un mundo abierto a la diversidad, a la tolerancia y al respeto. Un mundo en el cual esta mitad del cielo que son las mujeres significa también la mitad del poder. No es mañana, lo sabemos. Pero sabemos también que la vieja máquina patriarcal, si bien aún sobrevive, se oxida inexorablemente, como un barco encallado a la orilla de una playa sin nombre.
FLORENCE THOMAS
* Coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad
Florence Thomas
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