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La política de la envidia

Debemos disminuir la aberrante desigualdad que existe en Colombia, pero no basados en la envidia.

Felipe Ríos
Todo colombiano está de acuerdo con la necesidad de reducir la desigualdad en nuestro injusto país; no obstante, un estudio reciente avalado por la Academia Americana de Ciencias encontró que existen diferentes motivaciones para apoyar las políticas redistributivas. Desafortunadamente, invocar la envidia –estrategia de Chávez, Maduro y el exalcalde Petro– figuró como una de las principales.
La envidia se torna en un factor destructivo para una sociedad en el momento en el que el ser humano prefiere empeorar la calidad de vida de todos, con tal de afectar la de quienes están mejor que él.
El mencionado estudio demostró que en países diversos, tales como el Reino Unido, Israel, India y Estados Unidos, este sentimiento de envidia forma parte de la naturaleza humana.
Los encuestados tenían dos opciones. En la primera, los ricos pagaban menos impuestos y existían mayores recursos para ayudar a los pobres. En la segunda, se cobraban más gravámenes a los ricos, pero también se generaban menos ingresos para los pobres en comparación con la posibilidad inicial. Es decir, en esta última, todos terminaban peor, y aun así, uno de cada seis prefirió dicho escenario.
Debemos disminuir la aberrante desigualdad que existe en Colombia, pero no basados en la motivación de la envidia, pues esto nos llevaría al actual modelo venezolano. El discurso de división de clases y de odio ya ha causado suficientes estragos en el mundo.
Este es fácil de identificar. Solo basta con oír a Maduro al decir que “Venezuela es el país donde los ricos protestan y los pobres celebran su felicidad social”. En ese país, esa actitud ha desencadenado una hiperinflación del 950 por ciento, el 74 por ciento de la población ha perdido peso por falta de alimentos y el 82 por ciento está por debajo de la línea de pobreza. Lograron su cometido: equidad, pero todos en la miseria.
Y el heredero de esta estrategia política en Colombia es Petro. En la última asamblea del empresariado del país, él afirmó que asistió al evento porque quería mirar directamente a los ojos de quienes se encontraban allí para “escudriñar de cierta forma su mirada, muchísimas veces llenas de odio”.
La sicología explica tal afirmación desde el fenómeno de la proyección, que se define como un “dispositivo de defensa mental a través del cual un individuo atribuye a otros sus sentimientos, pensamientos o impulsos, los cuales niega, incluso le resultan inaceptables para sí”.
Es claro entonces que la supuesta ‘política del amor’ que Petro pregona es justamente el opuesto, una política de odio o, de acuerdo con el estudio, de envidia. Este es un discurso anacrónico que la historia de la humanidad ha visto miles de veces con drásticas consecuencias.
Un reciente libro escrito por el profesor de Stanford Walter Scheidel, titulado ‘El gran nivelador’, documenta cómo la reducción de la desigualdad en el mundo siempre ha estado acompañada de abrumadora violencia. Ejemplo de ello son las supuestas ‘revoluciones transformativas’, las cuales, en su totalidad, se inspiraron en la rabia y la envidia. Este no es el camino.
El porqué de la lucha debería ser el sueño de una sociedad justa que garantice la igualdad de oportunidades y la motivación para llegar tan lejos como su disciplina y valía se lo permitan. Debemos inspirar con esta noble causa y hacer que todos, ricos y pobres, sean partícipes de dicha ilusión. Es un mayor reto que invocar sentimientos bajos, pero garantiza mejores resultados.
FELIPE RÍOS
Felipe Ríos
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