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¿Quién le teme a Gustavo Petro?

Hagamos a un lado amenazas y guerra sucia; y lamentemos la falta de seriedad de algunos candidatos.

¿Por qué están amenazadas las vidas del candidato presidencial Gustavo Petro Urrego y de varios de los dirigentes del movimiento Colombia Humana que acompaña la candidatura de Petro? ¿Por qué han sido asesinados más de ciento veinte líderes sociales, dos de ellos, en los últimos días, activistas de Colombia Humana? ¿Quiénes le temen tanto a Petro que no vacilan en apelar al crimen para atajarlo en su camino a la presidencia de Colombia? ¿Por qué le temen? 
Excepto para la última, yo no tengo las respuestas a esas preguntas aciagas, que emanan de conversaciones oídas al azar, o que corren por las redes de internet o brotan en corrillos políticos desconcertados ante la extraordinaria cantidad de gente que desborda las plazas para escuchar con entusiasmo delirante (y sin echarle ‘abajos’ a nadie) las exposiciones de Gustavo Petro sobre sus programas de gobierno. “No lo dejarán llegar”, comentan muchos.
¿Quiénes no lo dejarán llegar? Quizá sean los mismos que han ejercido el poder en Colombia, “a sangre y fuego” por varias generaciones. Los mismos que traicionaron a Nariño en Pasto y después le hicieron la guerra sucia. Los mismos que luego de una guerra sucia plagada de mentiras intentaron asesinar al Libertador Simón Bolívar.
Los mismos que asesinaron a Sucre en Berruecos. Los mismos que tras una guerra sucia, de odio encarnizado, les suministraron a Galarza y Carvajal las hachuelas para asesinar a Uribe Uribe en 1914. Los mismos que le hicieron a López Pumarejo una guerra, sucia como la que más, e introdujeron en Colombia el terrorismo dinamitero para impedirle al presidente López Pumarejo que profundizara en su segunda administración los programas de la Revolución en Marcha, iniciados en la primera, con lo que al fin lo obligaron a renunciar en 1945, un año antes de concluir su período presidencial. Los mismos que “atajaron” con tres balazos a Jorge Eliécer Gaitán en 1948. “Los mismos con las mismas”.

¿Por qué han sido asesinados más de ciento veinte líderes sociales, dos de ellos, en los últimos días, activistas de Colombia Humana?

Estamos en la etapa de la guerra sucia contra Petro. Para citar un solo ejemplo, que lo registra EL TIEMPO (13 de febrero del 2018), en un debate por las redes un escritor justamente célebre por la alta calidad de su prosa reveló “que el maestro Carlos Gaviria (q. e. p. d.) le confesó” (al famoso escritor) “en su momento que Gustavo Petro era un ‘tramposo’, porque cuando pertenecía a las directivas del Polo Democrático, cambiaba en las noches las actas de las discusiones para imponer su voluntad. Petro desmintió las revelaciones de Abad, pero el debate fue intenso. Aurelio Suárez, dirigente de izquierda, le dio la razón a Abad. También intervino Germán Vargas para acusar a la gente de Petro de ‘enviar hordas de vándalos para silenciar a sus opositores’”.
Tenemos, pues, que según sus acusadores Gustavo Petro sería un tramposo, o incluso algo peor, un falsificador de documentos, lo cual constituye un delito grave que tiene sanción penal; pero el delito que cometen los acusadores de Petro no es menos grave y se llama complicidad y encubrimiento. Las revelaciones del famoso escritor dejan muy mal la memoria del maestro Carlos Gaviria Díaz. El venerado dirigente del Polo, a quien teníamos como un dechado de integridad, ya no lo parece tanto a raíz de lo que cuenta su amigo y pupilo. Si Petro era dirigente del Polo hacia 2010, y el maestro Gaviria Díaz falleció en marzo del 2015, ¿cómo es que nunca en un quinquenio puso una denuncia ante la Fiscalía, como era su obligación, y lo es de cualquier ciudadano que conozca de un delito, y solo se limitó a ‘confesarle’ el hecho a su amigo el escritor, quien tampoco puso la denuncia a que estaba obligado, y hasta hoy no saca a la luz un presunto acto delictuoso acerca del cual solo tiene como prueba la supuesta confesión de alguien (q. e. p. d.) que ya no puede ni corroborar ni desmentir el ‘hecho tramposo’ atribuido a Petro. El escritor hace su revelación tramposa en el momento oportuno en que Petro está adelante en las encuestas, y crece arrolladora la opinión en su favor. Ahora, para desprestigiarlo, hay que echarle agua sucia, tomada de cualquier charco. Que Aurelio Suárez apoye el dicho gaseoso de nuestro admirado Héctor Abad no significa nada. Aurelio está dispuesto a apoyar cualquier cosa que se diga contra Petro, por quien siente un odio patológico. Digno caso para el psicoanálisis.
En cuanto a la acusación del candidato de sí mismo, Germán Vargas Lleras, también peca de oportunista. ¿Por qué no dijo, desde el principio de la campaña, que “hordas de vándalos” están silenciando a los opositores de Gustavo Petro? Una horda de vándalos no es algo que pueda pasar fácilmente inadvertido, y hasta ahora no las hemos visto en acción ni hemos oído que alguien, excepto Germán Vargas, las haya visto u oído. Mientras que las amenazas que llueven a diario sobre los activistas de Colombia Humana son tangibles. ¿Cómo están esas ‘hordas de vándalos’ silenciando a los opositores de Petro? ¿Será a coscorrones?

Todos los aspectos de la vida contemporánea que le interesan a cada uno de los habitantes de este país los va desarrollando Gustavo Petro.

Hagamos a un lado las amenazas de muerte y la guerra sucia, y lamentemos la falta de seriedad de algunos candidatos. Cuando escuchamos al doctor Vargas Lleras, nos da la impresión de que él es candidato ‘in partibus’ a la presidencia de Venezuela. No habla sino de Venezuela y de la angustia que le produce la situación en el país vecino. Debería angustiarse un poco por la situación en Colombia. El doctor Iván Duque, candidato del Centro Democrático, no posee otro discurso de fondo que alertarnos del peligro de la alianza de Petro con la Farc, alianza auspiciada por el presidente Santos para convertir a Colombia en otra Venezuela, lo cual explicaría la venezolanización del doctor Vargas. El doctor Fajardo es más cuidadoso, utiliza un lenguaje decente y no habla mal de sus contrincantes, pero tampoco presenta programas que motiven a la opinión. El doctor De la Calle no mueve una sola idea, y se explica. Con el respaldo del expresidente Gaviria tiene para estar bastante preocupado el candidato liberal. De los demás no digo nada porque ya casi que ni figuran en las encuestas.
Gustavo Petro está en contacto tú a tú con la gente, con los trabajadores, con los estudiantes, con los empleados, con los desempleados, con los millones de colombianos (mujeres y varones) que no han perdido la esperanza del cambio. Y les está explicando con detalle los programas de gobierno de la Colombia Humana, en una hora crucial para el mundo que libra hoy y librará en los años por venir una lucha sin cuartel entre el humanismo y el robotismo, para determinar si el futuro estará facturado por una sociedad humana desfigurada y dominada por las máquinas, o las máquinas pondrán al servicio de una sociedad humana liberada de la esclavitud del trabajo, equitativa y desarrollada en su plenitud. Todos los aspectos de la vida contemporánea que le interesan a cada uno de los habitantes de este país los va desarrollando Gustavo Petro, con dialéctica prodigiosa, en sus discursos. Por ello, no debe asombrarnos el caudal de opinión que lo rodea y crece día por día, ni debe extrañarnos que en las redes circule un ‘link’ con estas consideraciones: “Petro es un fenómeno político. Sin concejales, sin alcaldes ni gobernadores en el poder, sin publicidad, sin plata y sin alianzas, lidera las encuestas. Su única maquinaria es la gente que quiere el cambio de este hermoso país”.
¿Qué cambio es ese que Petro promueve y que la gente quiere? ¿Un cambio gatopardista para que nada cambie? Petro lo ha explicado en sus intervenciones públicas de los últimos tres meses, pero podemos sintetizarlo en lo siguiente: “Vamos a sustituir la corrupción por la decencia”. Y si hazaña semejante se logra, habremos dejado atrás nuestro pasado y presente feudal y Colombia será, humanamente, el país hermoso con el que soñamos. Parece utópico, pero está tan cerca de nosotros como seamos capaces de cambiar nuestra mentalidad, de voltear la fórmula actual (corrupción, cien; decencia, cero) por la contraria: decencia, cien; corrupción, cero. Los colombianos le han ido perdiendo el miedo al cambio, porque el verbo de Petro les ha hecho ver en qué consiste, los beneficios que traerá y el camino para alcanzarlo.
ENRIQUE SANTOS MOLANO
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