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El desprecio por la ciudadanía

El interés supremo de Bogotá no es lo que les importa a los defensores del alcalde Peñalosa.

En vista de que seiscientas treinta y tres mil firmas de ciudadanos que apoyan la realización de un referendo revocatorio del alcalde mayor de Bogotá, Enrique Peñalosa, han sido radicadas en la Registraduría y puestas a consideración del Consejo Nacional Electoral (CNE), y de que hay otras cuatrocientas mil firmas en camino, para completar más del millón, los columnistas y demás defensores del alcalde han activado sus mortíferas baterías para impedir que ese proceso democrático revocatorio pueda realizarse.
Están en todo su derecho de manifestar sus opiniones a favor del actual burgomaestre. En eso consiste la esencia de un debate democrático. En brindarles, tanto a los que van a favor como a los que corren en contra, la oportunidad de presentar libre y pacíficamente sus respectivos argumentos con miras a orientar o motivar a la ciudadanía sobre la mejor opción para decidir en las urnas si desean que el mandatario local, candidato a la revocatoria, se quede o se vaya.
Lamentablemente, en este debate insípido sobre la revocatoria del alcalde Peñalosa no hay nada de eso. Ninguna confrontación de opiniones mediáticas que a su turno permitan la sana discusión ciudadana sobre un asunto que afecta al destino de los bogotanos.
Los defensores del alcalde no le hacen una defensa. No es defenderlo atacar la revocatoria y tratar de descalificar con leguleyismos a los comités de ciudadanos que la promueven. El cerúleo Andrés Villamizar, quien había promocionado su fundación como un espacio democrático (“amplio como el cielo azul de Bogotá”) para grandes debates públicos sobre la administración Peñalosa, se ha estrechado a pedir, primero en una columna de este diario y después haciendo cola como cualquier intrigante, ante el CNE, que se revoque la revocatoria. No dudo de que detrás del señor Villamizar susurra la voz del exmagistrado de la Corte Constitucional doctor Sierra Porto. Todo en los peñalosistas es así: promesas delusorias, mentiras e hipocresía para, de cualquier manera, salirse con la suya.
De modo que el interés supremo de Bogotá, capital de la República, urbe maltratada una y otra vez por la mayoría de sus administradores, servidores obsecuentes de los intereses de poderosos gremios que ordeñan sin compasión la ciudad, no es lo que les importa a los defensores del alcalde Peñalosa. Su meta es echar abajo el proceso revocatorio y nada más. A la ciudadanía la desprecian, no quieren escucharla, las urnas son solo una farsa, y hay que mantenerlas cerradas a toda costa cuando intuimos que el resultado de la encuesta puede resultarnos adverso.
Criticamos duramente al presidente Maduro porque se niega a convocar elecciones anticipadas, exigidas con extrema violencia callejera por la oposición, y aquí ¿no estamos peor? Atajar la revocatoria con argumentos que violan lo ordenado por nuestra Constitución Política, puesto que pretenden anular con leyes secundarias una ley superior, como lo es un artículo constitucional, resulta un delito grave contra la Carta Magna y un atentado inadmisible contra los derechos democráticos de los ciudadanos.
El desprecio de la élite política, o politiquera, por la ciudanía lo retrata a cabalidad la columnista de ‘El Espectador’ Ana Milena ‘Perogrullo’. Con un sabiduría envidiable dice la señora Ana Milena (4 de mayo del 2017, ‘Peñalosa controvertido, pero buen administrador’) que “Gobernar no es tarea fácil. Estar en la vida pública es complejo” (¡No! ¿En serio?). “Y mantener a todos los ciudadanos contentos es casi un imposible” (quién lo hubiera creído). “La revocatoria de alcaldes se ha convertido en una labor obligada de aquellos que no quedaron contentos con los resultados electorales o igualmente de los enemigos políticos”. Mi respetada señora Milena, usted ha descubierto la partícula ‘quark’ de la política. Claro que los que piden la revocatoria de un alcalde, o del funcionario que sea, no pueden ser sino sus enemigos políticos. Insólito que lo hicieran sus amigos políticos. Y los ciudadanos que apoyan la revocatoria no lo hacen porque estén contentos con el desempeño del alcalde.
Sigue la eminente filósofa: “Es que, si bien la democracia es la voz del pueblo” (no te lo puedo creer) “y la revocatoria fue establecida como un mecanismo de participación en el que los ciudadanos evalúan la gestión de los alcaldes” (tome nota de eso, doctor ‘Azul’ Villamizar), “esta” (¿la revocatoria?, ¿la ciudadanía?, ¿la gestión de los alcaldes?) “se ha convertido en una herramienta de oposición política” (elemental, querida señora Milena).
La Constitución Política de Colombia, que no es propiamente un libro de recetas de cocina, ha establecido la revocatoria como una herramienta que la oposición política puede utilizar cuando el mal desempeño de un funcionario le da el pie para ello. “Si a una parte de la sociedad no le gusta el alcalde, entonces nos someten a una revocatoria, que implica un gasto alto con unas nuevas elecciones”.
Entiendo el fastidio que a la señora Milena le produce esa pretensión de un sector de la sociedad de someterla a una revocatoria, ¿con qué derecho cometen ese abuso? Sin embargo, mi señora Milena, a quien van a someter a una revocatoria no es a usted ni a quienes piensan como usted, sino al alcalde Peñalosa.
Vale la pena recordar que en 25 años de la Constitución, que se expidió durante el gobierno del marido de la señora Milena, ningún alcalde ha sido revocado. Ese giro imperial que ella emplea, “nos someten a una revocatoria”, es muy revelador del desprecio que una clase dirigente poco ilustrada, mediocre y que no se cansa de chupar las mieles del poder, siente por la ciudadanía (“un sector de la sociedad”) y del miedo que les inspira el que ese despreciable sector de la sociedad pueda hacerse oír a través de las urnas con absoluta libertad y provisto de la información suficiente, que no se obtiene sino mediante la discusión pacífica y el debate razonador.
En el resto de su artículo, la señora Milena reitera su desprecio por esos mugres ciudadanos que se permiten criticar el plan de desarrollo de Peñalosa y su empeño en feriar los bienes de la ciudad. Tal vez muchos otros ciudadanos compartan el criterio de la señora Milena, y no debería negárseles tampoco la posibilidad de cristalizarlo con el voto.
ENRIQUE SANTOS MOLANO
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