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Santos en el Reino Unido

Su visita puede considerarse un triunfo diplomático de las cancillerías de ambos países.

Eduardo Posada Carbó
Cuando el Lord Mayor de Londres felicitó en su discurso al presidente Santos por su Nobel de Paz, los aplausos de la concurrencia –unas 800 personas– al banquete en Guildhall se prolongaron por varios minutos. Fue una ovación extraordinaria. Y una muestra genuina de admiración por su liderazgo entre aquel auditorio británico interesado en estrechar relaciones con Colombia.
Muchos de los efectos de la reciente visita de Santos al Reino Unido se apreciarán mejor en perspectiva histórica. En el corto plazo, sus buenos éxitos han sido notables.
No fue cualquier visita. “Visitas de Estado” aquí solo ocurren dos veces por año. Durante el reinado de Isabel II, desde 1954, tres países latinoamericanos habían sido huéspedes de tales visitas: Chile (una vez), Brasil y México (tres veces cada uno). Esta era la primera de un presidente colombiano no solo desde 1954, sino en toda nuestra historia.
De por sí, entonces, su visita puede considerarse un triunfo diplomático de las cancillerías de ambos países y de sus respectivos embajadores, Néstor Osorio en Londres y Peter Tibber en Bogotá. Que debe apreciarse también como una señal más de los importantes pasos que ha dado el país para una mejor integración con la comunidad internacional.
Es oportuno recordar que hace pocos años la imagen de Colombia en el extranjero era de “Estado fracasado” –entre 14 países candidatos al derrumbe, según los índices del Fund for Peace, publicados en Foreign Policy–. Índices cuestionables, pero que reflejaban la percepción que se tenía de la nación en el mundo. El peso negativo de tal imagen en nuestras relaciones exteriores, en el mundo de los negocios y en la vida de millones de colombianos residentes en el extranjero es insospechado.
Según un reportaje de la BBC, la visita de Santos pudo haber sido para muchos británicos una “sorpresa”, dadas las asociaciones negativas que se hacen sobre Colombia. O la ignorancia sobre la ‘discreta’ pero significativa relación entre ambos países, por ejemplo, en seguridad, en la lucha contra el narcotráfico o en los esfuerzos por la paz. Tan significativa como en diversas áreas de la economía, en educación y en investigaciones científicas.
Claro que toda visita de Estado tiene mucho de simbólico. La pompa y la ceremonia deslumbran a algunos, pero sirven más bien para marcar la ocasión y celebrar encuentros de los que se esperan frutos. Se firmaron importantes acuerdos que favorecerán los intercambios económicos y académicos entre Colombia y el Reino Unido. Se fortalecieron lazos en muy distintos campos. Y se mostró un país para muchos aún desconocido.
Los mismos colombianos no hemos reconocido a plenitud las enormes transformaciones del país. Al país aislado y pobre de hace un siglo se antepone hoy una Colombia globalizada y relativamente más próspera. Competimos con la Argentina el tercer lugar entre las economías más grandes de Latinoamérica. Somos el tercer país con la mayor población en la región, después de Brasil y México.
Esta nueva Colombia exige un liderazgo globalizado. El presidente Santos está proveyendo precisamente tal liderazgo, apreciado además por una comunidad internacional que se está quedando sin líderes de estatura mundial.
En su breve discurso de bienvenida al presidente Santos en el Palacio de Buckingham, la reina Isabel II –uno de los jefes de Estado más respetables hoy en el mundo– destacó importantes aspectos de las relaciones entre Colombia y la Gran Bretaña. Y, sobre todo, las enormes posibilidades que se abren al conquistar la paz. Convertir esta potencia en realidad requiere de éxitos diplomáticos como la visita de Santos al Reino Unido.
Eduardo Posada Carbó
Eduardo Posada Carbó
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