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Elecciones y terrorismo

¿Cuál fue el impacto del terrorismo en el comportamiento del electorado británico?

Escribo estas líneas horas antes de que los británicos comiencen a votar.
Cuando la primera ministra Theresa May convocó elecciones, a mediados de abril, su victoria se daba por hecho consumado. Se anticipaba un triunfo arrollador: las encuestas le daban ventaja de 20 puntos por encima del Partido Laborista, segundo en la lid.
Es posible que hoy, al publicarse esta columna, los resultados hayan confirmado aquellas predicciones. Pero en los dos meses de campaña, el margen entre conservadores y laboristas se redujo significativamente. Al abrirse las urnas reinaba la incertidumbre, en una atmósfera marcada por el dolor ante los ataques terroristas en Mánchester y Londres.
¿Cuál fue el impacto del terrorismo en el comportamiento del electorado británico? ¿Cómo debe responder toda democracia frente a tales amenazas y ataques?
El anuncio de las elecciones fue recibido por muchos con sorpresa. Más que sorpresa fue quizás fastidio por tener que ir a las urnas anticipadamente. Era de esperarse que Theresa May buscase el mandato del electorado. Hasta ayer les debía el cargo a sus copartidarios en el Parlamento, tras la derrota del referendo sobre la permanencia del país en la Unión Europea, el brexit, que provocó la renuncia de David Cameron.

La sorpresa de estas elecciones vino por cuenta de Corbyn, el veterano radical del laborismo en cuyo liderazgo no confiaban ni muchos de sus mismos colegas en el Parlamento

May buscó fortalecer su legitimidad en la mesa negociadora del brexit con sus pares europeos. Eso fue lo que adujo como razón para la convocatoria electoral.
Pero el tema europeo no fue el centro del debate. En parte porque Jeremy Corbyn, el líder laborista, nunca ha sido ‘eurófilo’. La verdadera confrontación de posiciones debería haberse dado con los proeuropeos del Partido Liberal-Demócrata. Estos se vieron marginados durante una campaña que parecía ser a ratos solo entre dos partidos, excepto en Escocia, donde dominan los nacionalistas.
La sorpresa de estas elecciones vino por cuenta de Corbyn, el veterano radical del laborismo en cuyo liderazgo no confiaban ni muchos de sus mismos colegas en el Parlamento. Pero aquí tampoco, si se prestara algo de atención, tendría que haber espacio para sorpresas. Corbyn había ganado repetidas batallas dentro de su partido. Ha motivado a la juventud al rescatar los idealismos para la discusión política.
Dondequiera se mire, vivimos extraordinarios momentos de incertidumbre, cuando no es sabio dar por sentada la posición de ningún electorado.
Mientras que Corbyn despertaba interés, May motivaba desencanto. Su desempeño en la campaña fue algo pobre. Rehuyó el debate directo con sus oponentes. Se vio forzada a reconsiderar propuestas bastante impopulares. De pronto, la confianza prematura en el triunfo conservador se tornó en incertidumbre, el encanto de las elecciones.
Hubo ataques terroristas en marzo, antes de la convocatoria electoral. Pero los nuevos golpes en Mánchester y Londres, en medio de la campaña, transformaron la dinámica del debate. El tema del brexit quedó así finalmente desplazado por las obvias preocupaciones sobre la seguridad.
Lo ocurrido en España en las elecciones de 2004, cuando tras las bombas terroristas en Madrid los socialistas regresaron al poder, debería motivar reflexiones comparativas –ausentes en los análisis del momento, con la excepción de un artículo en The Nation–. Por supuesto que las circunstancias son distintas. Como son distintas las reacciones de los electorados. Enfrentados al terror, los franceses hace algunas semanas le apostaron al centrista Macron.
Concluyo estas líneas cuando los británicos han comenzado a votar. Cualquiera sea el resultado, el impacto del terrorismo en las elecciones exige tanta atención como las respuestas que deban darse a las amenazas del terror.
EDUARDO POSADA CARBÓ
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