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Avelino Rosas, liberal revolucionario

imperdonable que el partido Liberal abandone las semillas que hace 116 años sembró este guerrero.

Darío Martínez Betancourt
Sobre el general Avelino Rosas, liberal y revolucionario, se ha escrito muy poco. Nació en Dolores, hoy Rosas, en Cauca, el 15 de abril de 1856 y murió asesinado en forma cobarde en Puerres, Nariño, el 19 de septiembre de 1901, en la guerra de los Mil Días.

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El periodista Leonidas Arango Loboguerrero, en la crónica ‘Avelino Rosas, el temible olvidado’, afirma que fue el mayor talento militar nacido en Colombia durante la era republicana y narra algunos hechos en la vida de este combatiente político, tales como la participación en Lima en el golpe de cuartel que culminó con el asesinato del presidente peruano José Balta en 1872; la conspiración en Quito en contra del “sanguinario teócrata García Moreno”; la intervención en Venezuela, en el derrocamiento del general Raimundo Andueza Palacio en 1892; su pertenencia al grupo de la Internacional Liberal, cuyo fin era apoyar la emancipación de Cuba e instaurar gobiernos liberales en Ecuador, Perú, Colombia y México.

El pedestal de la gloria, construido con valor, arrojo, sacrificio, dolor y sangre por Avelino Rosas, no puede seguir ignorado

Por invitación del general Antonio Maceo, quien llamó al general Avelino Rosas el ‘león del Cauca’, ingresa al ejército libertador de Cuba con hombres y municiones, cuando José Martí ya había caído en combate. Fue jefe de la brigada de infantería, en la provincia de Camaguey. Ascendido a general de división de Matanzas. Regresa al sur de Colombia, designado por el general Benjamín Herrera comandante en jefe de las fuerzas del sur, en la guerra de los Mil Días. Imprime y pone en práctica el código de Maceo de guerra de guerrillas. Viaja al Ecuador y solicita ayuda a su amigo presidente Eloy Alfaro. Con ese apoyo, atraviesa la frontera y organiza su ejército cerca de Ipiales, en la vereda Yarumal, en un departamento de mayorías conservadoras con inmensa influencia del clero, dirigido por el obispo español fray Ezequiel Moreno, ahora santo, famoso por proclamar al liberalismo como pecado y sostener que este es fuente de desorden y negación de la paz. Fue la única figura que estuvo en contra de la paz del Wisconsin, que finiquitó la guerra de los Mil Días.
El caudillo, guerrero y prócer liberal combate en Puerres, Nariño, en la vereda La Laguna, en la guerra de los Mil Días, al mando de setecientos liberales, contra tres mil novecientos gobiernistas, dirigidos por los generales Gustavo Guerrero y Lucio Velasco. Herido en una pierna, es apresado por el teniente Félix Buitrago y los soldados Félix Chamizo y Guillermo Arévalo. Conducido a Puerres, es dejado en custodia en la casa de María Sánchez. El cura José Manuel Bravo intentó confesarlo sin respuesta. El soldado del batallón Calibío Chamizo disparó al herido, que se encontraba en estado de indefensión, asesinándolo vilmente. Su cadáver fue llevado a Ipiales, en donde, atado de pies y manos y suspendido de un palo, fue expuesto al escarnio en la plaza pública. (Leonidas Coral, ‘La guerra de los Mil Días en el sur’). Avelino Vela Coral, ipialeño de raigambre liberal, recogió el cadáver para sepultarlo (notas del historiador y poeta Julio César Chamorro).
El pedestal de la gloria, construido con valor, arrojo, sacrificio, dolor y sangre por Avelino Rosas, no puede seguir ignorado por los liberales que desde el poder desconocen los dictámenes de la historia. Es imperdonable que el partido de las libertades abandone las semillas rojas, que hace 116 años sembró este legendario guerrero y gladiador de la libertad americana. Son las mismas que germinaron el perdón entre liberales y conservadores en búsqueda de la concordia nacional.
DARÍO MARTÍNEZ BETANCOURT
* Exsenador de la República
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