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Los héroes urbanos respetan las señales de tránsito

A pesar de los avances en el uso de bicis, aún tenemos infraestructura insuficiente y en mal estado.

Darío Hidalgo
La promoción de la bicicleta como modo de transporte es positiva. Desde 1995, con mayor o menor énfasis, todos los alcaldes han impulsado la bici: Antanas Mockus (1995-1997) relanzó y amplió la ciclovía dominical y construyó las ciclorrutas alrededor y dentro del parque Simón Bolívar (8 km); Enrique Peñalosa (1998-2000) extendió la red a 208 km, incluyendo la alameda El Porvenir de 18 km solo para peatones y bicis, e implantó el día sin carro y la ciclovía nocturna; en su regreso a la alcaldía, Antanas Mockus (2001-2004) completó varias ciclorrutas (55 km) y reforzó temas de cultura ciudadana alrededor de la bici.
Algo de esta actividad permitió que en las siguientes administraciones se aumentara la red a 480 km, incluyendo 48 km en la administración de Gustavo Petro, que incorporó la bici en su discurso de lucha contra el cambio climático (datos del Informe de Calidad de Vida, de Bogotá, Cómo Vamos, 2017, y del documento ‘Las cuentas de la bici’, 2014, de la Fundación Despacio).
La participación de la bici en el total de viajes ha crecido de forma impresionante en estos años; de menos de 1 por ciento en 1996 a 8 por ciento en el 2016, de acuerdo con Bogotá, Cómo Vamos. Esto se debe en parte a las campañas de promoción y la construcción de ciclorrutas, pero mucho más al cambio de actitudes hacia la bici, impulsadas por colectivos de usuarios, mucho voz a voz y la cultura ‘hipster’.
La bici ahorra recursos del orden de 1’400.000 pesos al año en pasajes de transporte público o de 2 a 3 millones de pesos al año en gasolina de un carro convencional. Sus emisiones directas de contaminantes del aire y de gases de efecto invernadero son cero. Ocupa poco espacio para circular: un bicicarril de 1,25 m puede mover entre 1.500 y 1.700 bicicletas por hora, mientras que un carril vial lleva 900 carros (1.300 personas en promedio).
Diez bicis se pueden parquear en el mismo espacio de un carro. Los biciusuarios completan en sus viajes diarios las recomendaciones de actividad física de la Organización Mundial de la Salud, reduciendo la incidencia de obesidad, diabetes y enfermedades del corazón, aun en ciudades con promedios altos de contaminación del aire. Y los usuarios de bicicletas son más felices, y expresan los mayores niveles de satisfacción entre todos los modos de transporte.
Con toda razón, Enrique Peñalosa declaró que los usuarios de la bicicleta son “héroes urbanos”. No es el único; una bonita campaña de estudiantes de diseño de Milán pone a la Mujer Maravilla y al Hombre Araña en bicicleta. Y Boyacá (y Colombia) tiene a ‘Supermán’ López.

En un entorno de corresponsabilidad, los usuarios de la bicicleta debemos también poner de nuestra parte: 71 muertes en Bogotá en un año son demasiadas, una sola es inaceptable

Esto suma al propio ‘orgullo ciclista’, que en algunos casos se confunde con cierta superioridad moral. Una pirámide los (nos) ubica bien arriba, al lado de los veganos, y apenas debajo de los activistas; por encima de los ‘opinólogos’ de internet, la gente que lee y los defensores de animales. Y esa equivocada superioridad moral lleva a algunos biciusuarios a tener comportamientos inadecuados con otros actores viales, especialmente los peatones.
Se escucha (y se lee) con frecuencia que todos los ciclistas son unos guaches con los peatones y unos bárbaros en la vía. Yolanda Gómez dice que “muchas (bicicletas) transitan por los andenes y los puentes peatonales como si fueran pistas de carreras”. Sí hay ciclistas guaches y bárbaros, como hay taxistas, conductores de bus y de carro atarvanes. Todos los actores viales con actitudes temerarias están mal.
A pesar de los avances, aún tenemos infraestructura para bicicletas insuficiente, y en algunos casos, inadecuada y en mal estado de mantenimiento. Esperamos que los planes se concreten y doblemos la infraestructura y también el uso de la bici. También seguir impulsando ciclorrutas en la calzada y no en los andenes, especialmente cuando estos son angostos.
Al mismo tiempo hay que buscar que los héroes urbanos, que lo son, sean también usuarios competentes, respetuosos y conscientes. Ser competentes implica tener dominio de la bici (eso viene con la práctica, por ejemplo, en la ciclovía dominical); conocer las reglas y señales de tránsito, y tener la bici en buen estado: altura adecuada de la silla, buenos frenos, luces para la noche, reflectivos y casco (sugerido). Si somos más visibles, reducimos riesgos.
Ser respetuosos implica poner al peatón en la punta de la pirámide, no circular como locos en los andenes y puentes peatonales (hacerlo despacito cuando no hay alternativa o, mejor, llevar la bici a la mano). En este orden de ideas, el colectivo Furiosos Ciclistas de Chile anda en una campaña muy fuerte en contra de los ciclistas de vereda (andén); bien.
Ser conscientes implica conocer los riesgos y respetar los puntos ciegos de los buses y camiones, entender que la luz roja en el semáforo es para parar, o la señal de pare es para detenerse. Hacer zigzag en la vía y pasar por la derecha es de alto riesgo, especialmente cuando los buses están dejando o recogiendo pasajeros. Y usar los carriles exclusivos de buses no solo es prohibido, sino suicida.
En un entorno de corresponsabilidad, los usuarios de la bicicleta debemos también poner de nuestra parte: 71 muertes en Bogotá en un año son demasiadas, una sola es inaceptable. En la mayoría de los casos, los ciclistas fueron víctimas de exceso de velocidad y otros comportamientos de conductores de camión, bus, carro o moto; en otros pudieron ser imprudencias o errores propios (que no debieron ser mortales). Por eso, los héroes urbanos también respetan a los peatones y las señales de tránsito.
Nota: después de finalizar este escrito, leo los reportes del pavoroso hecho de tránsito en el cual un ciclista fue arrollado por el conductor de un vehículo Volkswagen escarabajo en la vía a La Calera. Muy triste. Otro héroe urbano caído #NiUnoMás.
DARÍO HIDALGO
Darío Hidalgo
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