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Colados

Los colados agravan los problemas de inseguridad y hacinamiento de estaciones y buses y presionan la tarifa al alza. Se requiere el control social (sanción y aplauso) y liderazgo público.

Darío Hidalgo
“Que todos nos convirtiéramos en Leonardos, dispuestos a no aceptar que se pisoteen nuestros derechos.” Ernesto Cortés
Se estima que entre el 10 y 15 por ciento de las personas que usan TransMilenio diariamente no pagan el pasaje. Esto afecta a los usuarios de múltiples formas e impacta negativamente el bolsillo de todos los bogotanos. Los colados agravan los problemas de inseguridad y hacinamiento de estaciones y buses y presionan la tarifa al alza. En cada bus repleto hay 15 o 20 personas que no pagaron su pasaje (algunos de ellos pueden ser también vándalos o ladrones de celulares y billeteras). La pérdida de ingresos corresponde a 200 pesos por pasajero (ese es su impacto directo en la tarifa). Si la decisión de la Administración Distrital es no subir la tarifa, el faltante debe cubrirse con el presupuesto distrital, nuestros impuestos. Son del orden de 144.000 millones de pesos al año, recursos que servirían para reemplazar 360 buses articulados o construir unos cuatro kilómetros de troncal nueva, un nuevo hospital de 411 camas o 122 aulas escolares. Si bien TransMilenio debe seguir trabajando por mejorar la calidad de servicio, los colados hacen esa tarea financieramente más difícil.
Las razones que aducen los colados son múltiples. En Santiago de Chile, de acuerdo con reportes compilados por Alejandro Tirachini, los evasores dicen no pagar por problemas económicos o desempleo, mala calidad del servicio de buses, falta de puntos de carga tarjeta inteligente; simplemente, no reconocer la falta (dicen que el “lector electrónico no funicionó”); o el efecto de manzana podrida (“si otros no pagan, ¿por qué yo sí?”). Santiago ya va en cerca de 30 % de evasión; Bogotá puede llegar allá. En redes sociales se evidencian excusas muy similares.
Una consulta realizada vía Twitter (con los consabidos sesgos de representatividad y de autoselección) muestra una radiografía muy preocupante: para casi un tercio, colarse “está bien”.

.@CeronBastidas
Consulta estilo @ElGranDebate
Colados @TransMilenio se justifican porque:

— Dario Hidalgo (@dhidalgo65) 22 de enero de 2017
 La mayoría de justificadores dicen que está bien no pagar por un servicio caro y malo; unos pocos siguen a las manzanas podridas (“Otros se cuelan”), y una pequeña fracción piensa que está enriqueciendo a unos pocos (flaco favor de la oposición a TransMilenio). Quienes no pagan realmente ‘escupen para arriba’: desmejoran el servicio y no afectan a los consorcios operadores, solo a los presupuestos locales y al pasaje de todos los demás.
Bien debe la Administración mejorar el servicio de TransMilenio, avanzar licitaciones para reemplazar la flota (en condiciones de economía, competencia y riesgo muy favorables en comparación a 1998). Y debe avanzar con el inicio de la red de metro de la ciudad, con el apoyo del Gobierno Nacional, así como la expansión de la red de troncales. También debe continuar la aplicación de incentivos tarifarios a poblaciones de menores ingresos, personas con discapacidad, adultos mayores y, eventualmente, estudiantes. Todo esto está en marcha y debe generar resultados en el corto y mediano plazo. Esto sí ayuda a un mejor servicio, más inclusivo, más eficiente; los colados NO.
¿Qué se puede hacer para controlar este fenómeno? Ya TransMilenio está dando pasos en infraestructura, promoción y control. En infraestructura se pueden seguir incorporando elementos que hagan difícil colarse. Desde la administración anterior se han puesto barreras tubulares en estaciones críticas y se han modernizado las puertas deslizantes. Ahora también se discute la instalación de torniquetes altos, como los de los metros de París y Nueva York, que impiden saltárselos. Estos elementos ayudan, pero son insuficientes.
Como nos enseñó Antanas Mockus, el cambio cultural requiere códigos morales, legales y sociales. La impresionante caída en homicidios de nuestra ciudad obedeció a actuaciones complementarias, desde la promoción, el endurecimiento de códigos, la presencia policial, la respuesta judicial y, muy importante, la sanción social. Tenemos que reconocer que colarse (como empujar, como abusar de mujeres, como ser descortés con las sillas azules) está mal, es un robo. Mientras una fracción siga diciendo que “está justificado”, seguimos mal. Es poco probable que el cambio suceda a punta de mensajes bienintencionados; hay que combinar acciones legales y control social (ver investigación de Mariana Torres).
Ya las multas establecidas son altas (325.000 pesos según el nuevo Código de Policía y Convivencia para Vivir en Paz). Ahora falta incrementar la probabilidad (subjetiva) de ser descubierto. Se requiere que esa probabilidad multiplicada por la multa sea menor a la tarifa, como explica Tirachini. Para el caso bogotano tendríamos que tener una probabilidad de 0,62 por ciento, es decir, unos 15.000 controles diarios por policías. ¿Cuántos estamos haciendo?
Por último, pero tal vez lo más importante, es el control social (sanción y aplauso). Esto requiere liderazgo público, no simplemente acción espontánea de los ciudadanos, como indica Paul Bromberg. Las campañas de ahorro de agua, de desarme, de no invasión de las cebras peatonales, de respeto del espacio público y de promoción de la bici funcionaron gracias a la convocatoria del alcalde.
Creo que el problema de los colados sí tiene solución, si seguimos reforzando infraestructura y avanzamos en mayor promoción, control y sanción social. ¡Adelante TransMilenio!
Darío Hidalgo
Darío Hidalgo
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