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La emboscada

Ley Tácita de Tránsito: el costo de las multas es directamente proporcional al costo de la mordida.

Secuencia uno: el conductor iba tranquilo por la avenida 19 a la altura de la calle 106 cuando un policía de tránsito lo detuvo. Le dijo, muy amablemente –pa qué–, que lo detenía porque una cámara de dos cuadras atrás había detectado que a ese carro se le acababa de vencer la revisión técnico-mecánica.
Le dijo, también, que para no hacer trancón tenía que ir hasta la calle 100, hacer un retorno y estacionar en la bahía de Farmatodo, que está en la 103. El conductor, celoso y respetuoso de la ley, pensó que quedaban pocos policías de tránsito como este, porque este pensaba más en la buena movilidad que en el comparendo. El conductor pensó, también, que Bogotá había avanzado mucho en materia de tránsito. El hecho de que las cámaras detecten quién tiene la revisión técnico-mecánica vencida es un gran avance tecnológico, que equipara a Bogotá con ciudades del primer mundo.
Secuencia dos: el policía le dijo que era una infracción grave, que además de la multa tenía que inmovilizar el carro y que ya había llamado a la grúa. El conductor lamentó su descuido, pero, resignado a la sanción, comenzó a sacar el equipo de carretera del baúl. Entonces el policía le dijo que la grúa venía desde Álamos y que se demoraba más de dos horas. El conductor, un hombre ocupado, en vista de la calamidad doméstica, empezó a cancelar sus citas. Entonces, el policía le dijo que podría evitarle la grúa, pero que de todas formas tocaba pagarla en efectivo porque ya estaba solicitada. Y que, por algún misterio de los códigos de tránsito de esta ciudad tan moderna, tenía que cancelar el valor de dos grúas, para un total de 280.000 pesos. El conductor le dijo que no tenía todo ese efectivo. El policía, que pensaba en todo –pa qué–, le dijo que en Farmatodo había dos cajeros automáticos. Cuando el conductor salió con el dinero, el policía le dijo que, para evitar las cámaras de seguridad, le entregaría el pase y los papeles del carro junto al paradero de buses que estaba más adelantico. Y allá hicieron la transacción.

Parece que la movilidad es lo que menos interesa a este departamento de Tránsito bogotano. Es más, aquí no hay policía de Tránsito, sino cazainfractores

Ley Tácita de Tránsito en Bogotá: el costo de las multas es directamente proporcional al costo de la mordida; si suben unas, suben las otras.
Colofón a la Ley Tácita: ¡que viva la tecnología!
No faltará quien diga que el corrupto es el conductor porque pagó el soborno, pero el policía plantó todo para que el soborno fuera inevitable: que la grúa se demoraba dos horas, que el trámite para sacar el carro se demoraba tres días de aquí para allá y que el costo se multiplicaba por diez. Fue una emboscada matrera.
Seguro el director de Tránsito dirá que son casos aislados. Seguro que sí. Pero son demasiados casos aislados. Casi todos los bogotanos pueden contar uno de estos casos aislados.
Parece que la movilidad es lo que menos interesa a este departamento de Tránsito bogotano. Es más, aquí no hay policía de Tránsito, sino cazainfractores.
Mi modesta propuesta es: que sigan los cazainfractores por ahí para que todo el mundo tenga todo en regla; pero que exista una policía que ayude a la movilidad, que evite cruces prohibidos, que evite la doble fila en los semáforos que autorizan cruces, que eviten que los carros se pasen en rojo. No para partirlos en cuatro, como al conductor de las secuencias uno y dos, sino para que circulen y esta ciudad se mueva.
Describa su emboscada en los comentarios de esta columna de la siguiente manera: fecha de la emboscada, dirección de la emboscada, infracción cometida, costo de la mordida.
A ver si el director de Tránsito, el Alcalde, o alguien los lee y hace algo por nosotros, humildes vasallos de este Estado corrupto.
CRISTIAN VALENCIA
cristianovalencia@gmail.com
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