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Mal de muchas, muchas

Es alentador que figuras como Angelina Jolie y Cara Delevingne estén listas a acusar a Weinstein.

Cecilia Rodríguez
Saber que Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow, Taylor Swift, Hillary Clinton, entre otras mujeres reconocidas globalmente, comparten con millones de congéneres ‘comunes y corrientes’ el mismo sentimiento de culpa por no haber dicho nada cuando fueron objeto de acoso sexual ha dado lugar a una especie de suspiro generalizado de reconocimiento.
Un poco de ese sentimiento tan bien explicado en el dicho de que “mal de muchas, consuelo de tontas”, pero al mismo tiempo de que no estamos solas.
El escándalo alrededor de Harvey Weinstein, el magnate de Hollywood que por décadas usó su poder e influencia para abusar en serie e impunemente de las muchas mujeres que ahora lo acusan públicamente, incluyendo una larga lista de conocidas actrices, expone de nuevo el hecho perverso y recurrente del acoso sexual masculino, no solo en la industria del cine de EE. UU. sino en todos los sectores y niveles y en todo el mundo.
Weinstein, conocido como un ‘bully’ fanfarrón, es inculpado no solo de acoso sexual, sino de violación, intimidación y manipulación, conocidos pero mantenidos en cómplice secreto por la gente a su alrededor, que temía represalias.
Las revelaciones sobre su comportamiento depredador son repelentes, pero no extrañas. Cada vez que un hombre famoso, poderoso o importante es desenmascarado como un explotador impenitente de mujeres, pienso en las muchas mujeres que conozco que han sido víctimas de abuso y asaltadas. Y en las muchas que tienen que vivir esa experiencia diaria en sus trabajos, indefensas ante jefes y compañeros que necesitan ejercer su poder acosándolas sexualmente.
Pienso en mis propias experiencias como joven periodista en Bogotá, algunas más graves que otras, desde proposiciones aparentemente inocuas, conversaciones y acercamientos indebidos hasta el funcionario de una empresa que en medio de una entrevista en su oficina decidió asaltarme físicamente.
Como las mujeres en mi vida, amigas, colegas, familiares, como las Angelinas, las Taylors y las Gwyneths y como las millones acosadas, yo decidí guardar silencio por temor a perder un trabajo, a no recibir un ascenso en la carrera, a ofender...
Es un silencio cómplice, síntoma común y maligno del sexismo sistémico. Otro hombre que trata de ejercer su poder sobre una mujer. Protegido por el sistema. Impune. Como siempre. Es lo que una columnista llama ‘la banalidad del abuso’. El hecho conocido y aferrado que sale a la luz de vez en cuando, como en el caso de Weinstein. Y vuelve a quedar callado.
Esa banalidad del abuso es recurrente. En la mayor parte del mundo el acoso sexual, el abuso, la violación, la intimidación de mujeres jóvenes son parte del día a día. De lo ordinario, lo acostumbrado.
Hay quienes piensan que los más recientes casos de hombres poderosos que caen de sus pedestales, expuestos y humillados públicamente cuando sus víctimas han tenido la temeridad de acusarlos, son gotas que están llenando el vaso y una indicación de que todo ha comenzado a cambiar. Ojalá tengan razón.
Es alentador que figuras como Angelina Jolie, Cara Delevingne, Gwyneth Paltrow y más de otras 30 estén listas a acusar a Weinstein y hacer pública su traumática experiencia. Sus voces contribuyen a romper esa banalidad del abuso que funciona sobre el miedo y el silencio no solo de las mujeres acosadas, sino de las instituciones que históricamente protegen a los acosadores y fomentan los abusos.
CECILIA RODRÍGUEZ
Luxemburgo
Cecilia Rodríguez
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