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Se inicia la construcción de la paz

Claro que no todo el mundo quedó feliz, pero la mayoría aceptó perder un poco para ganar.

Después de escuchar a todos los que tenían objeciones, llegó el día que Colombia ha esperado por décadas: el Gobierno colombiano y las Farc firmaron el Acuerdo Final de Paz el 24 de noviembre del 2016. Día histórico para el país que marca el fin del conflicto armado y la iniciación de la construcción de la paz. Muchas cosas han quedado finalmente en claro. En primer lugar, la voluntad del presidente Santos de hacer hasta lo imposible por lograr el mejor acuerdo posible, con grandes costos, como dejar en el camino su capital político y confirmar un enemigo de gran calibre, Álvaro Uribe Vélez.
En segundo lugar, el verdadero interés del No, todo menos la paz. Se les escuchó primero, se les explicó después y hasta los que se creían más sensatos, como Marta Lucía Ramírez, terminaron rodeando al expresidente Uribe. Asumirán con él el costo de hacerle la guerra a la paz.
Claro que no todo el mundo quedó feliz, pero la mayoría aceptó perder un poco para ganar lo más preciado: el fin de ríos de sangre. A los del Sí nos parece que a los latifundistas se les dio demasiado gusto, pero, de nuevo, si con esto se avanzaba en el acuerdo, teníamos que tragarnos este sapo. Y así debe haber otras objeciones, pero se firmó el acuerdo. Los últimos acontecimientos que preocuparon al país demostraron que se había llegado al límite de la incertidumbre creada por el rechazo del No al acuerdo anterior. El presidente Santos lo entendió perfectamente y aceleró el proceso una vez debatidos los puntos de desacuerdo con los jefes de las Farc. En eso no se equivocó.
Lo que para muchos resulta incomprensible son algunas de las alternativas que están considerando los del No frente al hecho cumplido, el acuerdo existe y arrancan las etapas previstas de desmovilización de la guerrilla, se acelera el desminado y se inician las otras etapas necesarias para el posacuerdo. Cerrar el Congreso de la República para que no pueda ratificar el Acuerdo de Paz es realmente una pataleta. Claro que a muchos nos gustaría tener en el Parlamento más personas sin historias de corrupción, más cumplidoras de su infinita responsabilidad, pero pensar que el uribismo, que es una minoría, pueda en pocos días lograr esta hazaña raya en lo ridículo.
Es más lógico que simplemente hagan lo que siempre han querido, que es empezar ya la campaña presidencial del 2018. Bienvenidos, y pongan sus verdaderas cartas sobre la mesa. Pero, eso sí, con las reglas del juego que existen, sin fichas marcadas, con transparencia y, sobre todo, sin odios. Estamos agotados los colombianos de la agresividad, de los golpes bajos, del ‘todo es válido’ cuando se trata de alcanzar el poder.
Les aceptamos algunas de sus contribuciones al documento final, pero ahora no dediquen todas sus energías a cerrarle el camino a la reconciliación nacional ni a encontrar las vías para que el principio del fin de este capítulo doloroso dé pie para que Colombia sea un país normal, con los problemas que caracterizan a una sociedad, pero sin guerra. Sin esta amenaza permanente, ahora sí no habrá ninguna disculpa para que no empecemos a resolver los dramas cuyas soluciones hemos postergado por décadas.
La oposición es bienvenida, es sana para la democracia, pero debe moverse dentro de los principios que le dan validez. Argumentos claros que siempre los habrá, pero no injurias ni insultos, y mucho menos calumnias. Sin el conflicto con las Farc, que llevará en algún momento a que el Eln entre en el mismo proceso, lo más importante es fortalecer la democracia colombiana para que construyamos un país solidario, menos desigual, sin esas injusticias con amplios sectores de nuestra población. Esa debería ser la meta de todos, ahora que podremos empezar a construir el camino de la paz.
Señores del No, los invitamos a que se unan a ese propósito que debe ser compartido por todos, para que sea una realidad.
CECILIA LÓPEZ MONTAÑO
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