¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Por qué le temen a la protesta social

Hoy, así no se reconozca, el acuerdo con las Farc ha abierto esas compuertas de expresión popular.

No solamente miembros del gobierno entrante, sino muchos colombianos que lo apoyan, se estremecen de pánico frente al anuncio del surgimiento de protestas sociales en el país. Lo toman como si esta posibilidad fuera una especie de retorno a una guerra que solo vieron por televisión. Pero no es así, sino todo lo contrario. Por ello es importante tratar de entender esta reacción tan generalizada partiendo de lo que ha sido la vida de Colombia en las últimas décadas. Solo así se encuentran elementos para tratar de analizar una de las expresiones de la democracia de un país: la posibilidad de que quienes no estén de acuerdo con ciertas políticas del Estado y decisiones concretas, es decir, la población descontenta, expresen sus sentimientos en la calle, obviamente, de manera pacífica.
Por eso es necesario comprender que el costo más alto que ha sufrido la población colombiana por las décadas de conflicto armado, especialmente con las Farc, no siempre se ha identificado como tal. Sin embargo, si se entiende realmente lo que significa la democracia, es obvio que al haber frenado la posibilidad de que la gente del común tuviera claros canales de expresión de su descontento, se generó un serio debilitamiento de este sistema político en Colombia. Cualquier expresión de inconformidad se interpretaba inmediatamente con reacciones de este grupo guerrillero, lo que inhibió durante mucho tiempo a amplios sectores sociales para hacer públicos sus desacuerdos. Cuando el Estado estaba combatiendo a esta guerrilla, era demasiado costoso para cualquier ciudadano ser asociado precisamente con aquellos que se consideraban los grandes enemigos del Estado. Una manera de expresar esta realidad es reconocer que el mayor costo del conflicto armado fue la limitación del ejercicio de la democracia.
Pero tantos años viviendo esa realidad dejaron en la mente de los ciudadanos de este país que eso era lo correcto, sin reconocer que en los países más democráticos del mundo, la protesta social es permanente y, lejos de ser atacada por el Estado, es apoyada para mantener el orden. Muchos han sufrido las consecuencias de huelgas y paros en grandes ciudades europeas, precisamente porque están dadas las condiciones para que todo el mundo pueda expresar su descontento.
Como ha sido la democracia colombiana la que ha pagado el mayor costo del conflicto, hoy, así no se quiera reconocer, el acuerdo con las Farc ha abierto claramente esas compuertas de expresión popular que fortalecen el sistema político de un país. Obviamente, requieren un proceso educativo para que se cumplan las reglas mínimas con el fin de que no afecten la convivencia ni el orden público, pero esa es una etapa tanto para el Estado como para los ciudadanos que no puede empezar por desconocer su valor, como está sucediendo en este momento. ¿Si esta etapa se cumple, se justificaría continuar con la rápida intervención de fuerzas especiales, que tantos problemas han generado?
Un país con sectores excluidos y sin voz es altamente vulnerable a la violencia, de manera que el primer paso para la no repetición del conflicto es entender que esa aparente normalidad que vivíamos no es la que caracteriza la verdadera democracia. Por algo, este derecho que tiene el ciudadano del común, no solo para defender intereses nacionales sino locales que los afectan, está consagrado en la Constitución de 1991, que nos rige. En eso no se pueden seguir equivocando miembros de lo que será el nuevo equipo de gobierno.
El país ya está listo para abrir esas compuertas que frenaban la expresión popular. Así lo demostró la rápida convocatoria reciente para impugnar el asesinato de líderes sociales en el país. Muy rápidamente, no solo ciudades colombianas, sino en otras partes del mundo, se unieron a esa manifestación de rechazo, sin alterar el orden público. Doctor Botero, nuevo ministro de Defensa, no se sorprenda por las objeciones a su primera declaración.
CECILIA LÓPEZ MONTAÑO
cecilia@cecilialopez.com
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción