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Amistad, política y responsabilidad

Necesitamos menos sectarismo, menos amnesia, menos mentiras y más responsabilidad con el país.

Aunque considero que la amistad es eterna, el liderazgo hay que ejercerlo con fundamentos y sin titubeos. Por eso es que nunca dejaré de considerar a Antanas y a Sergio como amigos. Cuando con Antanas fuimos capaces de crear en colectivo, esa experiencia nos amarró de por vida, por la emoción que nos causaba poder avanzar hacia una mejor sociedad dentro del respeto a la ley, el cuidado sacro de los recursos públicos y la protección de la vida.
Quienes le mostramos a Colombia que se podía administrar sin corrupción, con imaginación, generosidad y creatividad, hemos debido continuar el camino en forma colectiva, construyendo una bancada legislativa coherente, encabezada por Mockus, que no pusiera en riesgo lo que construimos con disciplina y persistencia. En su lugar, Mockus y Fajardo acudieron a las urnas en los años 2010 y 2018 pegados a partidos de origen non sancto como fueron los ‘verdes’.
Las últimas elecciones al Congreso mostraron que con los votos de Antanas se eligieron congresistas muy cuestionados, y que al revolverlos con otros más mediáticos, los medios de comunicación se encargaron de absolverlos de cualquier escándalo de corrupción previa. Los nuevos líderes los arroparon con su manto de honestidad y terminaron exigiendo máximos éticos para los demás y adoptando mínimos legales para sí mismos y para sus nuevos copartidarios. Se olvidaron entonces del espíritu de la ley, dejaron a un lado la moral y no cambiaron la cultura política por tomar el atajo de ganar elecciones a toda costa.
Aunque con Antanas creamos el movimiento de transformación del ejercicio del poder público más importante de los últimos cincuenta años, ese movimiento dejó de existir. No por ello puedo permitirme que los principios éticos que nos llevaron a construirlo dejen de guiar mis actuaciones. Soy consciente de mi obligación de actuar y ejercer mi propio liderazgo con sinceridad y sin titubeos.

Yo siempre he hecho política con el corazón y con la razón, pero cuando veo amenazado el futuro de los jóvenes, debe primar la razón sobre el corazón y la responsabilidad sobre la amistad.

Yo siempre he hecho política con el corazón y con la razón, pero cuando veo amenazado, por un demagogo, el futuro de los jóvenes que están creciendo en Colombia, es innegable que debe primar la razón sobre el corazón y la responsabilidad sobre la amistad. Estoy segura de que este es el mayor homenaje a la amistad que les puedo rendir a quienes fueron mis compañeros de tantas batallas.
Los acontecimientos políticos recientes han afianzado en mí el convencimiento de que la bondad y la buena fe no son patrimonio de un partido ni de los líderes que se declaran ajenos a la política. Esta virtud y este principio están repartidos en la humanidad, así como la maldad y la debilidad moral. Los colombianos nos parecemos más los unos a los otros de lo que algunos quisieran aceptar y en todos los lugares hay buenos ciudadanos y buenos políticos.
Aunque es importante que como sociedad nos perdonemos, es injusto el comportamiento de la izquierda colombiana que desconoce el innegable origen liberal de Iván Duque y le atribuye la comisión de crímenes atroces. Al mismo tiempo, borran de un plumazo los crímenes de lesa humanidad cometidos por la organización insurgente a la que perteneció Gustavo Petro, con el argumento de que dichas atrocidades fueron exculpadas por una amnistía.
De igual forma, la intelectualidad de izquierda colombiana no parece aceptar las reglas de juego de la democracia que mis amigos y yo siempre estuvimos comprometidos con defender y acatar. Esa intelectualidad pasó por alto los resultados del plebiscito que fue adverso a sus preferencias y tildaron de guerreristas a los ciudadanos que tuvieron reparos a los acuerdos de La Habana. Ningún colombiano que aspire a una convivencia pacífica debería apoyar manifestación alguna que ponga en tela de juicio y desconozca los resultados legítimos de las urnas.
La responsabilidad me lleva a apoyar a Iván Duque y a Marta Lucía Ramírez. Todos los que vivimos en Bogotá padecimos las pésimas administraciones del Polo en la capital y muchos sabemos que el apoyo a Gustavo Petro se debe a las nóminas paralelas y a los subsidios no focalizados que han sido un desangre de las administraciones distritales, que también son corrupción, y a la amnesia facilista de los mal llamados intelectuales que se han beneficiado de las mieles del poder y temen que los excluyan de este sin ningún fundamento.
A Iván Duque podemos dejarlo que construya su propio pasado y debemos exigirle la construcción de un futuro colectivo más próspero, más generoso, más creativo y más incluyente. El pasado de Marta Lucía Ramírez como servidora pública ya lo conocemos, y hasta ahora, ni siquiera la izquierda ha podido mancillarlo. Tanto Iván como Marta Lucía han mostrado ser líderes comprometidos y buenas personas, la obligación de quienes quisiéramos ejercer un liderazgo, desde la cátedra o desde la política, es responsabilizarnos por el rumbo que debe tomar Colombia y evitar sesgos que distorsionen la realidad. Necesitamos menos ideología, menos sectarismo, menos amnesia, menos mentiras y más responsabilidad con el futuro del país.
ALICIA EUGENIA SILVA NIGRINIS
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