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La importancia de nuestra historia

Tenemos generaciones de colombianos que prácticamente desconocen cuál ha sido su devenir histórico.

Tal vez por las fiestas de fin de año pasó casi inadvertida la sanción de la Ley 1874 de 2017, que restablece la obligatoriedad de enseñar la Historia de Colombia en los centros de formación básica y media, como resultado de un juicioso trabajo, expresado en la exposición de motivos del proyecto presentado y defendido por la senadora Viviane Morales, también vapuleada por la pequeña rosca que se apoderó de la organización liberal, con los resultados que ya se vislumbran para este 2018.
Es probable que el país no tuviera conciencia de que desde la ley general de educación –115 de 1994– había desaparecido de los colegios de formación secundaria la cátedra de Historia de Colombia. En parte, el problema venía de atrás, cuando en la década del ochenta se mezcló la clase de historia con otra más genérica llamada de “ciencias sociales”.
Esta vez, la exposición de motivos, en cuya elaboración intervinieron calificados catedráticos e investigadores, es un buen documento para conocer cómo el Estado no ha acertado en la enseñanza de nuestro devenir histórico, menos aún desde que se cometió el error de suprimir la enseñanza de esta materia, a lo cual se deben, en buena parte, muchos de los males que hoy nos aquejan. Tenemos ya generaciones de colombianos que prácticamente desconocen cuál ha sido ese devenir histórico y solo se ocupan de los episodios del día, sin analizar que se explican en hechos anteriores. En cierta forma, hay un desprecio por la historia nacional. De ahí la superficialidad del debate público y la pobreza de la confrontación política.

En el pasado nuestros líderes no solo eran serios, sino que tenían sólida formación histórica y humanística.

En el pasado nuestros líderes no solo eran serios, sino que tenían sólida formación histórica y humanística. Basta comparar las intervenciones parlamentarias de los 40 a los 70 con la mayoría de las que ahora escuchamos en vivo y en directo. Ese cuadro se ha completado en parte por el mismo fenómeno con la práctica desaparición de los partidos y su reemplazo por microempresas electorales bajo el alero de un nombre, sigla o simple rótulo. Un extranjero se sorprendería al comprobar, por ejemplo, que lo que aquí se llaman los ‘verdes’, que incluyen a tránsfugas de distintas organizaciones, poco o nada tienen que ver con los partidos ecologistas de Europa o Estados Unidos. Algunos de ellos antes que ‘verdes’ han sido ‘rojos’, ‘blancos’ o ‘azules’. Lo mismo puede decirse de buena parte de las organizaciones que hoy fungen como partidos, sin serlo.
Para construir nación es indispensable conocer el pasado. Años atrás, quienes hacíamos el bachillerato teníamos formación en historia de Colombia. Yo, por fortuna, conté con profesores de historia universal, de Colombia y hasta de la Iglesia. Un afrodescendiente tumaqueño, Segundo Quiñones, abogado, que llegó en los sesenta al Murillo Toro de Chaparral, nos enseñaba historia con el texto de Liévano Aguirre 'Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia', una aproximación distinta a la tradicional de Henao y Arrubla. Nuestros referentes eran entonces el propio Murillo Toro, José María Melo, Darío Echandía y Antonio Rocha, entre otros autores.
Lamentablemente, para algunos jóvenes de hoy, ante el desconocimiento de la historia, los referentes son las vidas de los bandidos. En la lucha heroica que tantos colombianos de bien libraron contra los carteles de la droga, las nuevas generaciones poco saben del coronel Jaime Ramírez, de los exministros Lara Bonilla, Low Murtra y Parejo González –que afortunadamente aún vive–, de Guillermo Cano, Carlos Mauro Hoyos o Luis Carlos Galán. En cambio, están sobresaturadas de libros y series acerca de Pablo Escobar y sus secuaces, los barones de la droga, el cartel de Cali, los hermanos Castaño, entre muchos.
Esta ley permitirá que las próximas generaciones vuelvan a pensar en la historia de la Colombia de verdad y no en la distorsionada que hoy se conoce.

Rodrigo Silva

El Tolima Grande y Colombia entera lamentan la desaparición de este ícono de nuestra música andina. Gran intérprete y compositor, deja inmenso legado musical y testimonio de vida.
ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ
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