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Barco, hace treinta años

Fue el último jefe de Estado auténticamente liberal, quien firmó la paz con el M-19 y estaría viendo hoy el resultado de sus esfuerzos en este proceso de paz del presidente Santos.

Alfonso Gómez Méndez
Oportuno y conveniente el registro mediático que acaba de hacerse del acto académico realizado en la Universidad de los Andes para conmemorar 30 años de la posesión de Virgilio Barco como presidente de la República. Nada más justo que traer al imaginario colectivo la verdad de una obra de gobierno desconocida en unos casos e injustamente tratada en otros.
Barco fue el último jefe de Estado auténticamente liberal. Pero ¿dentro de qué contexto fue elegido? El liberalismo había perdido el poder en 1982, cuando Belisario Betancur, candidato conservador con apoyo de otros sectores, les ganó a López Michelsen, aspirante a la reelección, y al disidente Luis Carlos Galán. Los votos liberales sumados hubieran superado ampliamente al ganador. El liberalismo se fue a los “peladeros de la oposición”, aun cuando hubo algunos “colaboracionistas”.
El holocausto del Palacio de Justicia y la tragedia de Armero afectaron seriamente la popularidad de Betancur, gran gestor de paz.
El liberalismo resurgió de sus cenizas, y Barco, tras el enigmático lanzamiento por López, y con la bandera del “dale, rojo, dale”, sacó más de cuatro millones de votos. Hasta entonces la lucha era por la candidatura del partido, pues el liberalismo de suyo garantizaba la Presidencia. En este sentido, fue también el último presidente liberal con amplias mayorías.
Quiso romper la herencia del Frente Nacional con el esquema Gobierno-oposición, que aireó la democracia aun cuando le generó no pocos dolores de cabeza por una feroz y hasta irracional oposición conservadora. Después se volvió a los llamados gobiernos compartidos, fórmula aún vigente, que en cierta forma afecta la independencia de los poderes, con una relación burocrática Legislativo-Ejecutivo.
Pretendiendo desconectar la dependencia de las regiones y la gente del clientelismo, diseñó y alcanzó a ejecutar, bajo la dirección acertada de Rafael Pardo, el Plan Nacional de Rehabilitación que buscaba, además, cerrar la brecha entre las regiones. Mucho hubieran ganado el país y la democracia de haberse continuado ese programa.
Buscó incesantemente la paz, bajo la bandera de “mano tendida y pulso firme”. Tuvo como comisionado de Paz a un gran hombre como Carlos Ossa. Sin cambiar una sola norma de la Constitución, y con dos decretos de estado de sitio, logró la desmovilización y desarme del M-19.
En marzo de 1990, Carlos Pizarro, comandante del M-19, firmaba la paz con Barco. Cuando asesinaron al guerrillero reinsertado y se creía que el proceso se venía a pique, el M-19 tuvo el gesto histórico de seguir adelante y escogió a Navarro como candidato presidencial. Con normas de la Carta del 86, dispuso que Navarro podía presentarse como candidato aun cuando no tenía los requisitos constitucionales.
Contra mi opinión como Procurador, por otra disposición de estado de sitio, desencadenó el proceso constituyente pese a que la normativa vigente solo permitía hacerlo al Congreso.
Barco estaría viendo hoy el resultado de sus esfuerzos en este proceso de paz del presidente Santos. Le tocó afrontar la feroz arremetida del narcoterrorismo, cuando los narcos querían quitarse la extradición de encima. Prefirió archivar un buen proyecto de reforma constitucional antes que ceder a la presión de los narcos.
Logró sensibilizar a la comunidad internacional sobre la corresponsabilidad en la lucha contra el narcotráfico. Abrió las puertas del Gobierno a mujeres, jóvenes y gentes de provincia. Cuando solo había 13 ministros, tuvo a cuatro destacadas mujeres en el gabinete y a varias gobernadoras.
Para su infortunio, le tocó afrontar la arremetida de la derecha contra la Unión Patriótica. Creó el cuerpo especial armado para combatir a los paramilitares y, por legislación de emergencia, el delito de paramilitarismo.
Les dio oportunidades a jóvenes que luego se han destacado: Rodrigo y Rafael Pardo, Gabriel Silva y Manuel José Cepeda, entre otros. La historia lo esta reivindicando.
Alfonso Gómez Méndez
Alfonso Gómez Méndez
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