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Tiranía al desnudo…

Maduro sabe que está perdido. Busca acabar con la Constitución para huirle al voto ciudadano.

El anuncio del presidente Nicolás Maduro de llamar a una constituyente comunal es la confesión de que su régimen es una verdadera dictadura. Un fraude constitucional que se yergue incólume sobre la realidad de una democracia maltrecha, a la cual hemos llegado después de dieciocho años de socialismo.
Sus antecedentes históricos los podemos conseguir en oscuras experiencias de regímenes que se declararon como peligrosos prototipos de la castración democrática. El gobierno crea un artilugio que los haga evadir el juicio del voto ciudadano. Es el golpe de Estado continuado que iniciaron hace algún tiempo.
Quien carece de convicciones democráticas terminó quitándose la careta para actuar bajo la premisa de sus preceptos autoritarios. Sus decisiones no tienen el concurso de la adhesión popular. Su orfandad electoral la suple con los reiterados abusos a la voluntad ciudadana, pues el temor de perder el poder hace que utilice mecanismos tan perversos como el de asesinar la Constitución, a la que catalogaban como ejemplo en el mundo. En cualquier escenario internacional no perdían la oportunidad para exhibir sus bondades.
Paulatinamente se fue convirtiendo en su propio calvario. Creció el totalitarismo, en la misma medida en que la Carta Magna se hizo su más fuerte cuestionador. Y es que cada abuso de poder reñía con los
preceptos resguardados en ella. El curso de los acontecimientos fue haciéndola un huésped incómodo.
Mientras fueron mayoría, no les importaba usarla a discrecionalidad; cuando se esfumó el respaldo popular, la Constitución se transmutó en una filosa espada para sus cabezas. El arrebato totalitario que negó cualquier derecho a todo aquello que sea distinto a sus ideas mostró el rostro.
Por eso ahora llevan hasta la hoguera al propio texto constitucional del cual hacían alardes, sustituyeron los derechos ciudadanos por el acorralamiento, cada párrafo que garantizaba el equilibrio de los poderes fue trucado, siendo reemplazado por el abuso.
Lo que vemos ahora es el miedo a terminar perdiéndolo todo. Que sus múltiples vinculaciones con el narcotráfico internacional queden al descubierto. Huyen al saber que fuera del gobierno tendrán que rendirles cuenta a una justicia honrada que no se preste a sus impudicias.
Nicolás Maduro sabe que está perdido. Sus grupos de exterminio arremeten contra la población, oculto en la parafernalia de un poder grotesco que le hace loas a la irracionalidad. Las calles de la nación son el escenario en donde un pueblo sin armas recibe las ráfagas de aquellos que solo colindan con la muerte. Son escuadrones entrenados para arrasar con todo lo que consiguen a su paso.
El odio que muestran lleva el veneno de la peste ideológica que le sembraron en el alma. Cada acto de violencia contra civiles lo acompañan con sucesos vandálicos en donde saquean con la anuencia de los cuerpos de seguridad del Estado. El obsceno recurso anticonstitucional busca perpetuarlos en el poder, sin correr el riesgo del voto ciudadano, con el que sus probabilidades de obtener un éxito
electoral es ínfima. Por ello se juegan su última carta ante la certeza de que están en los últimos días.
Acabar con la Constitución nacional es el mecanismo que buscan, pues le rehúyen al voto ciudadano. Para esta cúpula enquistada en Miraflores, cualquier elección es mala palabra; conocen que sus niveles de rechazo los hacen un proyecto político irrecuperable. Solo tienen la fuerza del abuso y la inmoralidad de cuerpos al servicio del odio.
Tienen tanto miedo que se refugian en la burbuja de un golpe de Estado continuado; sus militantes se marcharon después de comprobar que son un fraude. Es una estafa para engañar al pueblo con un mecanismo que no busca otra cosa que agravar la crisis en Venezuela. Este régimen tiene los días contados; como bien lo dice la aguerrida María Corina Machado, solo están dando sus últimos aleteos en el océano de sus miserias…
ALEXANDER CAMBERO
alexandercambero@hotmail.com
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