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Cuando el Estado crea las mafias

Al prohibir la inmigración, la UE obliga a los migrantes a contratar servicios de traficantes.

Según Wikipedia, los miembros de estas agrupaciones se denominaban a sí mismos ‘mafiosos’, es decir, ‘hombres de honor’. Pero no por eso, por creerse hombres de honor a tal punto que están rodeados de costosos protocolos y pompas, podría decirse que los políticos (el Estado) son los fundadores de las mafias.
Si recordamos la historia de Al Capone ‒que popularizó a la mafia en América‒, vemos cómo, al crear la ley seca, el Gobierno no solo dio lugar a la existencia de estas bandas que, básicamente, se dedicaban al tráfico de drogas prohibidas (el alcohol), sino que, sin dudas, fue cómplice.
“La migración no es un peligro, es un reto para crecer”, ha dicho el papa Francisco, apoyando así la libertad humana de trasladarse. Pero, los gobiernos no lo entienden, o no les conviene entenderlo, porque sí es un peligro para el estado de bienestar, ya que los inmigrantes utilizan los servicios gratuitos que corrientemente brinda el Gobierno y a veces engrosan la desocupación creada por las leyes laborales estatales.
Más de 400.000 personas han cruzado el Mediterráneo solo desde Libia, desde principios del 2015. La ONU estima que hay en este país unas 380.000 personas que aspiran a poder cruzar el mar, y ya 2.150 han muerto al intentar llegar a Italia tan solo en lo que va del 2017. Casi todos tomaron la ruta del desierto del Sahara, donde se presume que los muertos suman ya miles. Las tribus tuareg y tubu son esenciales para los migrantes, ya que controlan las fronteras libias con Níger y Sudán.
La mayoría de los migrantes proviene de Nigeria, Costa de Marfil, Ghana y Gambia. Estos países, junto con otros 11, conforman la Ecowas, una suerte de espacio africano por el cual se mueven libremente a través de sus fronteras. Los migrantes pagan de forma legal el viaje en autobús regular (unos 20 euros) con destino a Agadez, en Níger, donde comienza el trato con los traficantes. Y aparecen las mafias que organizan a los migrantes en guetos y atraviesan las durísimas condiciones del desierto del Sahara, para ir a Libia.
Hasta Trípoli, la capital costera, el viaje cuesta unos 500 euros. En los últimos tres años, al menos 2.500 personas han muerto o han desaparecido en el norte de África, según la ONU. Cuando los migrantes llegan a las localidades costeras, las mafias los hacinan en barcos de goma por otros 500 euros por persona, o en barcas de madera por 800. El beneficio de los traficantes, por tan solo un bote de madera con 400 personas, es de medio millón de euros, según Frontex.
Además de Agadez, Jartum, en Sudán, es el mayor núcleo de África Oriental donde confluyen mafias y migrantes dispuestos a casi todo para llegar hasta las costas libias. El ‘modus operandi’ en esta ruta es algo diferente, y para llegar a Italia se tarda, al menos, tres semanas y en total se pagan unos 3.000 euros por persona.
Por supuesto, estos no son turistas deseosos de salir de vacaciones, son personas desesperadas que huyen de condiciones infrahumanas de las que son culpables sus dirigentes, y también Occidente, que no realiza lo suficiente para terminar con esta situación y a veces es cómplice, incluso, cuando los gobiernos envían ayudas que terminan financiando a regímenes corruptos. Pero no son estos gobiernos los que crean las mafias, sino los de la Unión Europea al prohibir la inmigración, pues así obligan a los migrantes a contratar los servicios de traficantes para que los ayuden a entrar ilegalmente.
ALEJANDRO TAGLIAVINI
Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California.
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