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Un hombre sencillo

Duque es el presidente de Colombia, y sus responsabilidades se salen de lo ordinario.

Twitter se llenó de fotos de Iván Duque comprando cosas él solo, como si eso fuera la gran proeza. Unas pilas, un perro caliente, un tinto, lo que sea con tal de que luzca como cualquier hijo de vecino. Nada grave, pero en esas imágenes que están rotando hay un par de mentiras.
La primera es que no es un ciudadano más, que es lo que nos quieren vender. Duque es el presidente de Colombia, y sus responsabilidades se salen de lo ordinario. La segunda es que no se trata de escenas espontáneas, o qué creen, ¿que el tipo va por la calle, le da por meterse a una cafetería y justo la gente se lo encuentra y tuitea de manera espontánea lo maravilloso que es coincidir con el presidente del país?
Todo forma parte de una estrategia para hacerlo ver cercano al pueblo que votó por él, pero en especial al que no, a ver si dándole esa aura de hombre del común se gana la simpatía para que no le demos tan duro cuando la embarre. Y la va a embarrar no porque vaya a ser mal presidente, que eso todavía no se sabe, sino porque cuando estás en un puesto así, tarde o temprano tomas decisiones impopulares.
Detrás de esas escenas en las que hacen a un lado las camionetas y los escoltas hay una preparación, una estrategia, un equipo de personas que saben del tema. Aunque quizá no tanto, porque la razón por la que las imágenes chocan es que no hay que esforzarse mucho para notar que son falsas. En estos tiempos en que los influenciadores en redes sociales ganan poder, los políticos se desviven por coronar estrategias así. Acaba de pasar en la final del Mundial con los presidentes de Croa-cia y Francia. Las imágenes de Macron celebrando los goles de su equipo y de Grabar-Kitarovic consolando a los jugadores croatas conmovieron a todos porque se vieron espontáneas, cuando en realidad eran actuaciones calculadas.

La va a embarrar no porque vaya a ser mal presidente, que eso todavía no se sabe, sino porque cuando estás en un puesto así, tarde o temprano tomas decisiones impopulares.

Más a la mano, Juan Manuel Santos está usando sus últimos días en el poder para figurar con actitud de bacán, mostrando que la pasa bueno y no ve la hora de jubilarse. Los que dirigen o aspiran a hacerlo son capaces de lo que sea con tal de encajar en la sociedad que desean liderar, y ni idea de si sea reprobable, lo cierto es que el éxito de sus estrategias radica en que se vean naturales, y ahí es donde falla la de Duque.
Porque los comentarios que acompañan las fotos en las que aparece son acartonados y sobreactuados. Hace poco, una tuitera puso que lo había encontrado comprando un regalo para su hijo y recalcó que había hecho la fila normal y no era prepotente. Días después, alguien más en Twitter ‘posteó’ la foto del nuevo presidente comprando un perro caliente en una gasolinera y comentó que era un crac y un bacán. A mí explíquenme por qué hacer cosas de la vida cotidiana nos convierte inmediatamente en personas buenas y dignas de admirar, como si la gente que se porta mal, evade impuestos, estafa al socio o estrella un carro en un parqueadero y se vuela no hiciera también las típicas vueltas del día a día.
Lo que pasa con el reconocimiento público es que es tan codiciado que deforma la realidad y nos hace creer que los famosos son diferentes al resto y viven reposando en una burbuja, esperando a que otros hagan por ellos lo necesario para vivir. Por eso nos obnubilamos si Beyoncé almuerza en un restaurante, si Messi compra ropa o si Santos se mete en la cama con sus perros, por mencionar una foto que se hizo viral hace unos meses.
El problema de la fama es que, aunque parezca, no es la respuesta a nada y, más bien, sirve para que la gente te ponga en un pedestal del que te baja a piedras cuando descubre que tienes los mismos defectos y vicios de cualquier otro. A Duque, entonces, que deje de dárselas de influencer o que contrate un nuevo equipo; pero, sobre todo, que gobierne lo mejor posible, que esto ya empezó.
ADOLFO ZABLEH DURÁN
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