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El opresor

 La gente ama a Rusia, y aunque fui muy feliz el mes que estuve allí, no me como el cuento.

Cualquiera que haya ido al Mundial habla ahora maravillas de Rusia. Y cómo no, si salió perfecto. Seguridad, buena organización, asistentes listos para ayudar a los visitantes. Nadie estaba desamparado, todo el mundo fue, miró y volvió a casa tranquilo y feliz.
Contra lo que se creía de los rusos, la gente fue amable, al menos la que tenía que ver con el torneo. Luego de terminar su recorrido, el chofer del bus que nos llevó del estadio al centro de prensa después de la final se levantó de su puesto, se acercó y mientras hablaba en su idioma alzó los brazos, se los llevó al pecho en señal de abrazo y luego se puso las manos en los ojos, como secándose las lágrimas. No era necesario saber ruso para entender lo que quería decir. Se trataba de un hombre humilde y espontáneo expresando que había sido un placer y que nos iba a extrañar. Fue muy conmovedor, y esa es la imagen que me llevo a casa.
Pero, a ratos, tantas atenciones hacían lucir todo ficticio. Y no hablo del conductor, me refiero a pequeños detalles que levantaban sospechas, como el aseo. Alrededor de los estadios todo era misteriosamente limpio. Siempre se veían carrotanques rociando agua sobre andenes y calles que ya estaban limpios, así como gente barriendo una basura que no estaba ahí. No era sino ver una hoja en el suelo para que de la nada alguien surgiera para recogerla. Tales escenas me producían escozor porque se sabe que ahí donde existe excesiva pulcritud, algo oscuro se esconde.
Hoy, la gente ama a Rusia, y aunque fui muy feliz el mes que estuve allí, no me como el cuento. Los rusos sabían que esta era su oportunidad para mostrarle al mundo una cara amable, pero detrás de tanta alegría hay un país que ataca a minorías étnicas y a miembros de la comunidad LGBTI, entre otros atropellos de los derechos humanos.
Igual, poco nos importó, estábamos de fiesta y lo que queríamos era pasarla bien. ¿Cómo es esa cita que comparten en internet? “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”. Pues eso, que Rusia se lleva por delante al que le apetezca, y a nosotros nos tuvo sin cuidado, demostrando que la frase es solo unas letras agrupadas que repetimos para lucir bien. Cuando las integrantes de Pussy Riot se metieron a la cancha en la final para llamar la atención del mundo, todos les hicimos fuerza a los de seguridad para que las alcanzaran y el juego pudiera reiniciarse.
En la vida hemos elegido el lado del opresor, y no sé si esté mal, solo que es una característica muy humana en la que me incluyo. Cada vez que vamos a Estados Unidos a tomarnos la foto con Mickey fortalecemos un país tan maravilloso como terrible que ha construido un imperio a fuerza de pasar por encima del resto; y así con cada uno de nuestros actos.
Otra frase que usamos a menudo, pero que nos pasamos por el forro, es: ‘Lo esencial es invisible a los ojos’. No sé en qué momento nos creímos el Principito, cuando en realidad estamos entregados a lo terrenal. Vende menos la nobleza que los abdominales de Cristiano Ronaldo, que no pueden ser más triviales. Si nos fijáramos en la esencia y no en lo obvio, no nos hubiera enternecido la presidenta de Croacia consolando a sus jugadores bajo la lluvia. Lo evidente nos mostraba una escena conmovedora, pero si miráramos más allá, hubiéramos visto a una persona que desprecia la vida de varias maneras.
Lo de Rusia fue apenas un calentamiento; el próximo mundial será en Catar, que no solo es el país más rico del mundo, sino que ha sido señalado por usar mano de obra barata y tenerla viviendo en condiciones infrahumanas para construir los estadios del torneo bajo el sol del desierto, una especie de esclavitud moderna. Para los hinchas del fútbol, ese será un detalle menor, porque lo que nos interesa es gritar los goles así el mundo se esté desmoronando.
ADOLFO ZABLEH DURÁN
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