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50-50

Mientras Santos esté en el poder, esto no se va a volver Venezuela. Pero ¿y si sube la izquierda?

Ulrich Kirchner se llamaba el hombre que me alquiló una casa en Johannesburgo durante el mundial de fútbol del 2010. Alemán y economista, todo lo ponía en términos matemáticos. Poco antes de volver a Colombia me dijo que el futuro de Sudáfrica lo veía 50-50. Le daba la mitad de posibilidades de salir adelante y la otra mitad de terminar como Zimbabue, sumido en la corrupción, la pobreza y el caos. Ni tan equivocado estaba. Hoy, Sudáfrica tiene casi el 30 por ciento de desempleo, su panorama económico es tan incierto como el político y las manifestaciones callejeras son el menú del día.
Pues si Sudáfrica se puede convertir en Zimbabue, pese a ser la economía más fuerte de África, Colombia se puede volver Venezuela. Y ojo que lo digo muy a lo Ulrich, sin querer meter miedo. No soy uribista, así que no me gusta la alarma, pero debo decir que ese verso exagerado que nos han metido de que vamos a terminar como Venezuela no es tan descabellado, también le doy un 50-50, pero sin hacer dramas.
Hoy es imposible pensar en ello. Colombia ha sido un país de derecha y hoy anda por el camino del capitalismo. Hasta acaban de abrir un H&M, que es de las marcas más famosas de la sociedad de consumo. Santos no es ningún izquierdoso; al revés, es la élite de la élite. Ningún uribista, por mucho dinero y poder que tenga, clasificaría para ser su caddie de golf siquiera. Quizá si la oposición dejara de sobreactuarse y decir mentiras y se pusiera seria, haciéndonos ver las posibilidades reales de que esto termine en una dictadura de izquierda, le habríamos puesto atención en vez de burlarnos de ella.
Es que no se ayuda, y en vez de generar conciencia genera es fastidio. Cada vez que alguien dice castrochavismo, farcsantos y Juhampa dan ganas de caerle a coscorrones, al mejor estilo de Vargas Lleras, a ver si deja la bobada. Cada nueva salida de la Cabal, de Paloma y de Ordóñez, por no mencionar al gran líder ni a otros congresistas menores, ya no dan indignación, sino risa. Y de tanto reírnos de ellos tenemos la posibilidad de tragarnos nuestras palabras. La Biblia que tanto leen ellos está repleta de casos donde los incrédulos se burlaban de aquellos que obedecían a Dios: el diluvio, Sodoma y Gomorra, Jericó. Más cercanos en el tiempo y a la realidad, el Titanic no se iba a hundir nunca y Uruguay no tenía chance de ganarle a Brasil en el Maracaná.
Mientras Santos esté en el poder, esto no se va a volver Venezuela. Pero ¿y si sube la izquierda? ¿Si por algún truco del destino deja de pelearse y decide unirse? ¿Si las Farc se consolidan como partido político y se alían con Petro, Robledo y hasta con Claudia López? Ahí la cosa ya no parecería descabellada. No digo que el candidato del uribismo sea mejor, ni que Vargas Lleras vaya a cambiar el orden social en un país con más necesidades y pobres que la misma Sudáfrica, pero entre un tipo de izquierda y uno de derecha, derecha toda la vida. Ojalá tuviéramos a alguien moderado, de centro, pero en un platanal como este la mesura escasea más que la honradez.
Y derecha antes que izquierda porque si bien la primera es corrupta y cruel, la segunda lo es también, además de hambrienta e incapaz. Es buena opositora, pero pésima gobernante. Le dejas la nevera llena y la acaba, y encima no sabe cómo volver a llenarla. Luego, borracha del poder que nunca ha tenido, hace lo que sea para quedarse en él. Por lo pronto, está pujando por revocar a Peñalosa, que representa el viejo orden. De lograrlo, habrá dado un golpe al sistema y llegará con la cuenta de ahorros llena a las presidenciales.
Lo planteo así: llegan a segunda ronda Fernando Londoño, que es el colombiano más miedoso que existe, y Petro: voto por Londoño. Al menos el primero mantendría las cosas como están. El segundo, en cambio, tiene la capacidad de volver un caos mayor esto, que ya es un mierdero.
ADOLFO ZABLEH DURÁN
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