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Bajo el signo de la dispersión

Con nostalgia por las instituciones en trance de desaparecer, asistimos a sus melancólicos coletazos

Mirando el panorama político, salta a la vista el predominio de la dispersión en todas sus esferas. Ahora, cuando se trata de elegir cuerpos colegiados, prevalece esta actitud dondequiera se pretenda hacerlo, lo mismo en las más altas esferas que en las intermedias o en las inferiores. Así vemos cómo se disputan las curules sin importar su jerarquía o su remuneración y cómo las de nivel presidencial se mezclan con las de inferior categoría.
La abigarrada multitud de aspirantes se confunde en un solo anhelo: lograr la consagración en las urnas. Ya se verá por el camino cómo se enderezan las cargas, a base de favores y disfavores. Para mayor desconcierto, venimos asistiendo a una enconada contienda de agravios y desagravios entre el Presidente de la República y el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Nada novedoso en la historia colombiana, salvo por el subido tono que ha llegado a alcanzar. No le haría mal a la nación un alto en el pedregoso y peligroso camino.
Más habiendo de por medio guerrillas de la beligerancia de Eln que en Venezuela no han vacilado en buscar desesperado refugio. Es otro ángulo digno de cuidadosa atención. No pueden ser realidad y perspectiva admisibles, a la luz de las relaciones internacionales, tanto menos con vecinos de la importancia histórica y la extensión geográfica de nuestra hermana república. Ha llegado la hora de complementar la paz con las Farc y de dejar atrás una estela de violencia.

Venimos asistiendo a una enconada contienda de agravios y desagravios entre el Presidente de la República y el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Nada novedoso en la historia colombiana.

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El precio del petróleo ha venido a prestar oportuna ayuda en la actual coyuntura económica, junto con el carbón y la estimulante reacción de la agricultura, que tanto empleo provee y, a través de este, suministra y distribuye ingresos por encima del nivel mínimo vital.
De los hidrocarburos no se esperaba reacción favorable antes de buen número de años, pero la realidad ha demostrado lo contrario, y es así como le ha aportado de inmediato al Estado 3,2 billones de pesos, lo que, según los expertos, es solo comparable a una dolorosa reforma tributaria. Administrarla con lucidez, a sabiendas de la importancia de su magnitud, es compromiso implícito de las autoridades y no tan solo de los recaudadores. A veces se confunden las funciones que a unos y a otros competen.
Con nostalgia por las instituciones en trance de desaparecer, asistimos a sus melancólicos coletazos, en medio de las mezquindades de protagonistas que se resisten a aceptar su papel desabrido, y, por ello mismo, declinan sus responsabilidades. Corporaciones representativas se llegó a llamarlas, en la esperanza de que ellas mismas aceptaran esta exigente condición y estuvieran dispuestas a asumirla.
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Silvia Lara Rueda de Jaramillo se ha apuntado resonante éxito con su investigación y presentación, en libro ilustrado, de la historia a veces hazañosa de las gentes de su estirpe, que no pocos sacrificios, renunciamientos y aun lágrimas les costara, aunque estuviera compensada con satisfacciones y otros bienes, ellos sí positivos. Martirio inclemente les correspondió sufrir a uno o dos de los suyos.
No se anotan tales circunstancias adversas para demeritar el compromiso de seguir adelante, aunque el impulso inicial se parara brutalmente con la sangre derramada y las heridas en nobles expresiones de la estirpe, enaltecida a la luz meridiana de su estoicismo frente a la adversidad.
ABDÓN ESPINOSA VALDERRAMA
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