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Europa

‘Consulta catalana: unos tienen miedo a ceder y otros, a frenar’

7,5 millones de ciudadanos están convocados para participar en el referéndum del próximo 1 de octubre.

7,5 millones de ciudadanos están convocados para participar en el referéndum del próximo 1 de octubre.

Foto:Pau Barrena / AFP - Archivo EL TIEMPO

Enric Juliana explica implicaciones de la convocatoria de consulta soberanista para octubre.

Enric Juliana (Badalona, España, 1975) es uno de esos periodistas que lo ha hecho todo en la profesión. Es subdirector de ‘La Vanguardia’, el periódico con más tirada en Cataluña, donde escribe sobre los intríngulis de la política española. Reflexiones que recoge en ‘España en el diván’ (RBA, 2014), la recopilación de tres libros que describen la turbulencia económica y política que ha vivido España desde el cambio de siglo.
El anuncio del Gobierno catalán, el viernes pasado, de realizar el próximo primero de octubre un referéndum unilateral sobre la independencia de Cataluña es el último episodio de la vorágine política que vive España desde 2010. Juliana cree que el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, impedirá realizar esta votación para hacer respetar el orden jurídico, pero cree que España se equivoca si no consulta a los catalanes (el 16 por ciento del total de la población y el 18,5 por ciento de su PIB) sobre cómo quiere que sea su relación con el resto del Estado.
¿Dónde está la raíz del desencuentro entre Cataluña y España?
La expresión moderna de este desencuentro viene del siglo XIX con el Estado liberal. Se empezaron a producir desavenencias sobre cómo se debía gobernar el país. Cataluña era el polo industrial, mientras que Madrid ostentaba el poder político.
Esa tensión dio origen al catalanismo, la reivindicación de unos derechos históricos de Cataluña. Y este movimiento ha tenido muchas expresiones; incluso, la reivindicación de un Estado para la nación catalana.
Esa visión marcó la historia, por ejemplo, con la oposición mayoritaria al franquismo en Cataluña. Con la llegada de la democracia parecía que se había encontrado un punto de equilibrio, pero en la última década esta se ha diluido.
¿A qué atribuye ese cambio?
Hay dos aspectos de fondo: de un lado, los duros efectos de la crisis económica. De otro, el cambio generacional, que como acabamos de ver en las elecciones europeas, tiene una enorme repercusión.
El punto clave es que la última palabra sobre el autogobierno en Cataluña no la ha tenido el ciudadano sino el Tribunal Constitucional. El Estatuto de Autonomía, la ley que establece las competencias de cada región, fue negociado políticamente y después sometido a un referéndum.
Pero, por un accidente de forma se votó antes de que el Constitucional lo revisara, y finalmente terminó diciendo no a algunos aspectos clave.

No estamos condenados a un enfrentamiento terrible entre ambos gobiernos, aún hay posibilidades de encontrar una salida conjunta

¿Esta situación es reversible?
En política todo es revisable. Hay un sentimiento en Cataluña y es que la última palabra, sobre cómo quiere la definición del marco de relaciones entre Cataluña y España, la tiene que tener la sociedad, y hasta que eso no ocurra no se encontrará una solución. No estamos condenados a un enfrentamiento terrible entre ambos gobiernos, aún hay posibilidades de encontrar una salida conjunta.
Ambos gobiernos hablan de diálogo, pero no se sientan en la mesa. ¿Por qué?
Los dos tienen problemas. Rajoy teme que sus electores, sobre todo los más conservadores, vean en una oferta de diálogo una concesión excesiva. El Partido Popular está en minoría parlamentaria, los sondeos no le son propicios y teme perder a ese electorado fiel, mayor, que tiene una concepción bastante rígida del funcionamiento de España. Y, por el otro lado, los soberanistas catalanes ven en esta batalla no solo una discusión sobre el encaje en España, con la independencia como posibilidad, sino la lucha por la hegemonía política en Cataluña. Los partidos no solo están cooperando por el soberanismo, sino que compiten entre ellos por el poder. Ninguno está en condiciones de frenar. En resumen, ante la independencia, unos tienen miedo a ceder y otros, a frenar.
Ya vivimos una consulta independentista, el 9 de noviembre de 2014. Allí votaron, sin garantías electorales, 2,3 millones de catalanes. ¿Cuál es la diferencia con el primero de octubre?
Esta es más rotunda. Ya se habla abiertamente de referéndum de autodeterminación, y la pregunta que los independentistas quieren trasladar a los ciudadanos de Cataluña es binaria, sin equívocos: ¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente en forma de república?
Rajoy dice que esa votación no se producirá…
El Estado va a actuar con todos los mecanismos constitucionales para impedirlo. Y el Gobierno catalán llegará hasta el final. Creo que habrá protestas en Cataluña si no se hace, pero siempre en términos pacíficos. Pero, después de las elecciones de Reino Unido y Francia, la política europea, nos muestra que la sociedad tiene deseo de protesta, pero también de salida, de encontrar soluciones.
El principal argumento para el No al referendo es que no es constitucional.
Efectivamente. El referéndum vinculante como lo plantea el Gobierno catalán no cabe en estos momentos en la Constitución. Es verdad que la ley podría ser leída de manera que permitiera hacer una consulta, no para poder iniciar un proceso de reforma del sistema de autonomías de España. Pero para mí el punto clave no es el referéndum sino que el acuerdo que permita un nuevo encaje sea sometido a la votación de la gente y se respete su decisión.
CAMILO S. BAQUERO
Para EL TIEMPO
Barcelona
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