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Europa

Croacia, un país más joven que sus estrellas en el Mundial

Ban Jelacic, plaza principal de Zagreb, capital de Croacia. Miles de hinchas se han congregado allí para celebrar las victorias de su selección.

Ban Jelacic, plaza principal de Zagreb, capital de Croacia. Miles de hinchas se han congregado allí para celebrar las victorias de su selección.

Foto:Robert Harding / AFP

La nación fue parte de la antigua Yugoslavia, de la que se independizó en 1991.

Se sabía poco de Croacia al inicio del Mundial de Rusia 2018. Incluso ahora, cuando su selección es la favorita de muchos para obtener el título en la final contra Francia, las únicas referencias que tiene el grueso del público sobre este país europeo son unas cuantas imágenes: la primera ministra, Kolinda Grabar-Kitarovic, popular en redes sociales por su afición al equipo, al que ha acompañado en varios partidos, y por los montajes que la muestran en traje de baño; la celebración del histórico gol de la victoria sobre Inglaterra, en la que el fotógrafo mexicano Yuri Cortez fue arrollado por los jugadores croatas y, desde el suelo, captó el momento con su cámara. Y poco más.
El éxito futbolístico ha vuelto a poner en el panorama internacional a esta joven nación, menor incluso que varios de los jugadores que la representan, pero con una historia milenaria tras de sí.
Su referente más directo en la historia es el Reino de Croacia, que existió entre los años 925 y 1102. De este proviene el icónico escudo de cuadros rojos y blancos que adorna la bandera nacional. Una leyenda cuenta que es un homenaje a la partida de ajedrez en la que el rey croata Stjepan Držislav recuperó el reino de manos del dux de la República de Venecia Pietro II Orseolo, quien los tenía sometidos.
Pero la Croacia actual nació apenas en 1992, cuando fue reconocida por la Comunidad Económica Europea, antecesora de la Unión Europea (UE). Un año antes, sus ciudadanos votaron un referendo para separarse de Yugoslavia, país socialista del sudeste de Europa que estaba constituido por esa y otras cinco repúblicas menores: Bosnia y Herzegovina, Macedonia, Eslovenia, Serbia y Montenegro. Hoy, todos son Estados independientes.
La disolución de Yugoslavia fue el cierre de un momento histórico, marcado por la caída de la Unión Soviética –y, para muchos, del comunismo como modelo económico– y por la muerte de Josip Broz Tito, el unificador de Yugoslavia –que se desintegró como reino en medio de la Segunda Guerra Mundial– y jefe de Estado desde entonces y hasta su muerte, a los 87 años.
Tito, de madre eslovena y padre croata, fue comandante de la guerrilla comunista que resistió a los nazis, quienes llegaron a los Balcanes en 1941, apoyados por la organización nacionalista croata Ustacha. Yugoslavia fue el único lugar donde el ejército de Hitler fue derrotado antes de que la Unión Soviética y Estados Unidos pusieran fin a la Segunda Guerra.
Por esta razón, Yugoslavia resistió la influencia de ambos ejes de la Guerra Fría y fue uno de los impulsores del Movimiento de Países No Alineados.
El proyecto político de Tito se basó en un comunismo independiente, a la eslava, que reprimió las nacionalidades dentro de Yugoslavia como estrategia de unificación. Durante los 35 años que gobernó, fue ilegal declarar la nacionalidad, incluso en una conversación de cafetería.
El fallecimiento del jefe del Estado, en 1980, fue la chispa que volvió a encender los nacionalismos en los Balcanes. Y estos llevaron al país a la guerra once años después, cuando las glorias históricas de cada una de las seis repúblicas de la antigua Yugoslavia fueron invocadas para justificar la separación.
Este sentimiento nacionalista se acentuó además por las diferencias religiosas. En la república coexistían tres confesiones: el cristianismo católico, el ortodoxo y el islam. Los eslovenos y los croatas, más occidentales, son en su mayoría católicos, pues pertenecieron al Imperio austrohúngaro; los serbios, los montenegrinos y los macedonios son ortodoxos. Finalmente, Bosnia-Herzegovina, que estuvo bajo la influencia del Imperio turco otomano, tiene una población musulmana considerable.
El conflicto –que para el caso croata se extendió de 1991 y a 1995, cuando se firmaron los acuerdos de Dayton– dejó más de 130.000 muertos y millones de desplazados internos y externos. En Croacia, la confrontación giró en torno a la población de Krajina, en el oriente del país, cuyos habitantes eran mayoritariamente serbios. Esta disputa culminó en 1995 con la operación Tormenta, que provocó el éxodo de más de 200.000 personas de origen serbio.
La guerra también cobró la vida de unos 20.000 croatas, entre ellos el abuelo de Luca Modric, jugador del Real Madrid. Este fue asesinado por rebeldes serbios en 1991, razón por la cual la familia del futbolista huyó a la ciudad costera de Zadar. Y él no es el único integrante de su selección que sufrió por este conflicto. En su infancia, Ivan Rakitic, Vendran Korluka y Dejan Lovren también fueron refugiados.
Se dice que la guerra comenzó en mayo de 1990, durante un partido entre el Estrella Roja de Belgrado (Serbia) y el Dinamo Zagreb (Croacia). La estrella de este último, Zvonimir Boban, golpeó a un miembro de la policía yugoslava (controlada por los serbios) para defender a un aficionado croata. La imagen, captada en video, quedó en el imaginario. ‘El día en que comenzó la guerra’.
Meses después, en octubre, hubo otra señal. Aficionados del Hajduk, de Croacia, quemaron la bandera de Yugoslavia, que todavía era su bandera. El académico Dario Brentin, de la Universidad de Grazen, en Austria, quien ha estudiado la relación entre el fútbol y la política en los Balcanes, opina que, siguiendo con los títulos, este “debería denominarse ‘el día que Yugoslavia dejó de existir’ (al menos en términos deportivos)”.
Este vínculo entre el nacionalismo croata y el fútbol fue más evidente en 1998, cuando el país participó por primera vez en un mundial con el nombre de Croacia, llegó hasta la semifinal y ocupó el tercer lugar. El defensa Igor Štimac afirmó entonces: “Cuando jugaba para Yugoslavia no significaba nada, era deporte nada más”. Boban, el autor del golpe al policía yugoslavo en 1990 y capitán de Croacia en el Mundial de Francia, agradeció por el buen resultado del equipo a Franjo Tudjman, primer presidente de Croacia e impulsor de la campaña de independencia.
Hoy, 20 años después de esa hazaña y ante una incluso mayor en el Mundial de Rusia, han vuelto los ecos que vinculan la identidad croata con su éxito deportivo. Según el experimentado periodista Hernán Peláez, lo que distingue a Croacia de los otros países nacidos de la antigua Yugoslavia no es su talento, pues todos lo tienen, sino la importancia que le dan al fútbol. “Se juega como se vive. Y Croacia, en virtud de los sufrimientos de su población, dispone de toda la motivación y las ganas de superación”, afirma.

El presente de Croacia

Poco más de 20 años después del fin de la guerra, Croacia es un país calificado por el Fondo Monetario Internacional como una economía emergente y en desarrollo (el Banco Mundial lo clasifica como uno de altos ingresos).
“Hoy, Croacia vive de las islas de Tito”, afirma Néstor Restrepo, doctor en política y comunicación y estudioso de los Balcanes. Se refiere a las más de mil islas frente a su costa, en el mar Adriático, uno de los mayores atractivos turísticos de este país, que el año pasado recibió 16,5 millones de turistas, una cifra cuatro veces superior a su población.
De hecho, el sector de servicios, relacionado con el turismo y que incluye el comercio, el transporte, la hotelería y la restauración, es el más importante de la economía croata. Representa más de la quinta parte de sus ingresos anuales.
Croacia ingresó a la Unión Europea en el 2013, tras un proceso de diez años, dificultado –entre otros factores– por su renuencia a entregar sus criminales de guerra al Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia.
Entre los países de la Unión Europea, se ubica como una de las economías más discretas, solo por encima de Bulgaria y Rumania, según el Estándar de Poder Adquisitivo (EPA). Se trata de una medición de calidad de vida de la UE que plantea 100 puntos como la media. Croacia obtiene 59.
Sin embargo, en opinión de Restrepo, la destacada participación de Croacia en el Mundial será importante para que este país, que aún resiente las heridas del último conflicto bélico del siglo XX en Europa, se abra al mundo y siga progresando.
“Hoy, Europa llega hasta Eslovenia –dice Restrepo–, literalmente. Aunque Croacia se integró a la Unión Europea, aún no le aplica la visa Schengen ni han implementado el euro. Para ellos, han sido dos décadas de transición, en las que una sociedad comunista y golpeada por el conflicto no ha sabido cómo integrarse al mundo. Por eso es importante esta visibilidad que están teniendo, para que sean asociados con aspectos diferentes a la guerra”.
JUAN MANUEL FLÓREZ
Escuela de Periodismo Multimedia de EL TIEMPO
En Twitter: @juanduermevela
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