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Europa

Desarrollo, ¿la solución a las inmigraciones?

Son cada vez más peligrosas las embarcaciones que utilizan los traficantes de personas para transportar a miles que huyen de sus países. De ahí los hundimientos.

Son cada vez más peligrosas las embarcaciones que utilizan los traficantes de personas para transportar a miles que huyen de sus países. De ahí los hundimientos.

Foto:REUTERS

Analistas debaten si invertir en países pobres es una estrategia para frenar el flujo de personas.

Andrés Montenegro
Los dirigentes de los países desarrollados y las mayores organizaciones internacionales llevan décadas repitiendo que la reducción de la migración hacia los países ricos se consigue ayudando a los países pobres a desarrollarse económicamente.
Argumentan que a través de la ayuda al desarrollo, de la apertura a la globalización y del comercio internacional se generan empleo y crecimiento para las poblaciones locales, que al tener nuevas oportunidades no toman el camino de la inmigración.
La Organización Internacional del Trabajo decía ya en 1976 que “la cooperación bilateral y multilateral” debería servir para “intensificar los movimientos de capital y las transferencias tecnológicas para evitar la necesidad de migrar”.
Europa repite hoy esa idea: tenemos que ayudar a los países africanos a desarrollarse si queremos que los inmigrantes dejen de venir. La Unión Europea adelantó en su cumbre de Bratislava del 16 de septiembre del año pasado un programa de inversiones y ayuda al desarrollo de 44.000 millones de euros para los países africanos que generan más inmigrantes.
Aunque en la práctica ese dinero todavía no está disponible y en todo caso iría en parte a medidas de seguridad para evitar la inmigración, oficialmente debe contribuir al desarrollo de esos países, para frenar la inmigración. ¿Por qué el desarrollo reduce la inmigración? No tan rápido.
Una investigación de Michael A. Clemens, especialista en migraciones del Center for Global Development de Washington, asegura que la relación entre desarrollo económico y freno a la inmigración solo se da a partir de cierto nivel de ingresos, por lo que el crecimiento económico y el desarrollo de un país pobre no reducen la inmigración, sino que la aumentan.

Efecto contrario

Ese aumento, según este estudio publicado por el Institute for the Study of Labor de Bonn (Alemania), se produce hasta que el país en cuestión consigue un nivel de desarrollo que permite a sus ciudadanos alcanzar una renta per cápita de entre 7.000 y 8.000 dólares anuales.
A partir de ahí, la inmigración se reduce progresivamente. Su investigación concluye que no hay ninguna evidencia empírica que permita afirmar que las tasas de inmigración caen cuando aumenta el desarrollo si el país no alcanza un cierto nivel de ingresos.
El informe de Clemens, que enseñó en las universidades de Georgetown y Nueva York, asesoró al Banco Mundial y cuyas investigaciones se centran en los efectos de las migraciones internacionales desde y hacia países en desarrollo y el impacto que tienen para los proyectos de ayuda al desarrollo, repasa 45 años de estudios sobre desarrollo y seis décadas de movimientos migratorios.
Por ejemplo, Afganistán, con una renta per cápita en 2015 de 594 dólares al año (datos del Banco Mundial), generaría más inmigración si consiguiera que sus ciudadanos fueran más ricos y no dejarían de salir del país hasta que su riqueza se hubiera multiplicado por 11. En África, solo cuatro países –las Islas Seychelles, Guinea Ecuatorial, Mauricio y Gabón– superan los 7.000 dólares de renta per cápita anual.
Además, los datos sí muestran que entre los sectores sociales pobres de países en desarrollo, los hogares que generan más migrantes son precisamente los menos pobres.
Los estudios que cita Clemens muestran que si los gobiernos de los países ricos quieren sinceramente ayudar al desarrollo de los países pobres relacionando migración con desarrollo, deben saber que las políticas que promueven el desarrollo hasta que se alcanza cierto estado de riqueza promueven también la inmigración.
Las conclusiones de los estudios de Clemens chocan con la idea europea de que fomentando el desarrollo de los países africanos conseguirán frenar la inmigración. Clemens explicó a EL TIEMPO: “No tenemos ninguna evidencia de que la ayuda al desarrollo –otra cosa sería la ayuda humanitaria de emergencia–, las ayudas para el crecimiento económico y para generar oportunidades de empleo reduzcan la migración. Si esa asistencia tiene éxito expandiendo el crecimiento económico específicamente en países pobres, podemos esperar que resulte en más inmigración desde esos países”.
Amparo González, experta en migraciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, explicó que en las instituciones de la Unión Europea hay “una ignorancia sorprendente” en este asunto, porque “los hacedores de políticas están tan centrados en sus pequeñas cosas que pierden la perspectiva, la cooperación no vende: por fuera negocian con gobernantes corruptos y en casa, con electorados cada vez más xenófobos. No hay interés en el desarrollo ni en la cooperación”.
Argumenta González que los anuncios de ayuda para evitar la inmigración “sirven para darle sentido a su discurso de palo y zanahoria”.
Clemens explica que los dirigentes políticos repiten que ayudar a crecer a esos países reduce la inmigración porque “están bajo una enorme presión de hacer algo con grandes flujos de inmigrantes. La derecha quiere construir muros, la izquierda está preocupada por los efectos humanitarios de las vallas. Parecería que eliminar las razones de la inmigración es algo que podría satisfacer tanto a la derecha como a la izquierda. Desafortunadamente, la evidencia no sostiene que ayudar al desarrollo económico sea una estrategia efectiva para frenar la inmigración desde países pobres. Proponer esas políticas les da cobertura política para satisfacer a su electorado, pero no será efectivo”. “A nivel global”, continúa Clemens, “la tendencia es que mientras los países de bajos ingresos suben al estatus de ingresos medios, su inmigración crece”. Solo después de alcanzar ese estatus de ingresos medios la inmigración comienza a frenarse.
El año pasado, por lo menos 3.800 personas perdieron la vida o desaparecieron en el Mediterráneo, según las cifras de la ONU. Antonio Parrinello.

El año pasado, por lo menos 3.800 personas perdieron la vida o desaparecieron en el Mediterráneo, según las cifras de la ONU. Antonio Parrinello.

Foto:Archivo particular

Este analista no cree que aceptar como inmigrantes a las personas con mejores calificaciones de los países pobres sea contrario al desarrollo de esos países: “la migración, incluida la de la gente calificada, es una parte crucial del proceso de desarrollo”.
Dany Bahar, economista, analista del Brookings Institute y de la Universidad de Harvard, le dijo a este medio que “la inmigración ocurre más comúnmente de países pobres a países ricos y por ende uno tendería a pensar que el desarrollo de los países pobres frenaría la inmigración”. Pero asegura Bahar que “la inmigración de países pobres a ricos es, por sí misma, una herramienta para el desarrollo de los países pobres”.
Según este analista, “muchos estudios ven la importancia de la inmigración para crear redes que reducen los costos bilaterales del comercio internacional o para transmitir el conocimiento y generar nuevas firmas e industrias en el país de origen. Es decir, si en realidad el objetivo de Europa es desarrollar los países pobres, entonces es abrir sus puertas –no cerrarlas– lo que ayudará al proceso”.
Bahar “no ve ninguna manera a corto plazo de que la Unión Europea pueda ‘parar la inmigración’ sin medidas de restricción.
El desarrollo es un proceso largo y difícil y no hay soluciones mágicas que de hoy a mañana logren que se reduzca la inmigración. Lo único que podrían hacer los países europeos y Estados Unidos no es detener la inmigración, sino concebir un sistema para recibir inmigrantes y refugiados que utilice una estructura de incentivos donde los países participantes tengan cuotas máximas de inmigración asignadas por una regla, y esas cuotas los países puedan comprarlas y venderlas en el mercado”, agregó Bahar.

Flujos comerciales

Aceptar inmigrantes calificados, según estudios de Mariya Aleksynska (CEPII francés) y Giovanni Peri (Universidad de California), ayuda a crear mayores flujos comerciales hacia los países pobres, hacer contactos a nivel global y llevar a casa nuevas ideas.
Clemens también recuerda que, de acuerdo con la investigación de Beata Javorcik (Universidad de Oxford), “los inmigrantes calificados atraen inversión extranjera directa a los países en desarrollo de los que provienen”.
Estos estudios muestran, según Clemens, que “la migración es una parte crítica en la creación de las semillas del desarrollo económico de los países pobres. Crea redes globales que alimentan cada aspecto del desarrollo. Esta es una de las razones por las que no hay evidencia de que las restricciones a la inmigración hayan provocado desarrollo de ningún tipo en ningún país”.
Corea del Sur sería un buen ejemplo, según este profesor. “Se desarrolló en parte gracias a una red global de emigrantes calificados. Ahora es tan próspera que los flujos se han invertido, pero entre los años 60 y 80 Corea se desarrolló no a pesar de la inmigración calificada, sino gracias a ella. Eso conectó al país a la economía mundial, que fue su fuente principal de prosperidad”.

Se reducen llegadas a Europa en 2016

Varsovia (Efe). Algo más de 380.000 inmigrantes llegaron a Europa de manera irregular en 2016, según la Agencia Europea de Control de Fronteras (Frontex), que constata un significativo descenso con respecto a 2015, aunque reconoce que la cifra es aún alta que las llegadas registradas entre 2010 y 2014.
En 2016 se detectaron más de medio millón de cruces ilegales de las fronteras europeas, lo que para Frontex equivale a 382.000 inmigrantes, ya que en algunos casos una persona puede cruzar más de una vez los límites comunitarios y cada cruce no equivale siempre a un inmigrante. En 2015, el número de cruces fue de 1,8 millones, lo que muestra el descenso significativo registrado en 2016, señaló Frontex. La mayoría de estos inmigrantes arribaron a las costas de Italia y Grecia. De los alrededor de 180.000 inmigrantes que llegaron a Grecia, más del 80 por ciento arribaron entre enero y marzo, y a partir de ahí las cifras descendieron drásticamente, coincidiendo con el acuerdo de colaboración entre la UE y Turquía. Ese acuerdo se firmó el 18 de marzo del año pasado y permitió la devolución a Turquía de los inmigrantes detenidos en Grecia, coincidiendo además con el cierre de la ruta de los Balcanes occidentales debido al incremento del control fronterizo. Las llegadas por el denominado Mediterráneo Central –Italia– crecieron de manera constante durante todo el año, registrando un aumento del 17 por ciento respecto a 2015. Por tercer año consecutivo, Italia vio cómo se volvía a superar la cifra de 150.000 llegadas, en su mayoría de inmigrantes que partieron desde Libia.
Mientras, en la ruta del Mediterráneo occidental –España– se registró un número récord de llegadas con 10.000 inmigrantes, en su mayoría procedentes de países del África Subsahariana y del norte de África. El 2016 es también el cuarto consecutivo en el que los sirios constituyen el colectivo mayoritario que intenta acceder a Europa, el 17 por ciento del total. Al igual que en 2015, la mayoría de los sirios utilizaron la vía del Mediterráneo oriental, aunque en esta ruta su número disminuyó en más del 80 por ciento, con 84.500 detecciones en 2016.
La detección de inmigrantes africanos alcanzó en 2016 un máximo histórico, con más de 170.000 personas, muy por encima del promedio de alrededor de 40.000 registrado entre 2009 y 2013.
IDAFE MARTÍN PÉREZ
Para EL TIEMPO
Andrés Montenegro
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