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EEUU

‘Problema de la droga es una responsabilidad compartida’: Camilo Reyes

Reyes cree que en la lucha contra las drogas hay que hacer un esfuerzo multilateral más eficiente para incautar la coca que sale por el Pacífico.

Reyes cree que en la lucha contra las drogas hay que hacer un esfuerzo multilateral más eficiente para incautar la coca que sale por el Pacífico.

Foto:Diego Santacruz / EL TIEMPO

El embajador de Colombia en Washington dijo que el TLC le está generando a EE. UU. un superávit.

Juan Carlos Rojas
Camilo Reyes, nuevo embajador ante la Casa Blanca, no la tiene fácil. A diferencia de sus antecesores más cercanos, que navegaron ambientes más favorables con los expresidentes Barack Obama y George W. Bush, a Reyes le ha tocado lidiar con la impredecible administración de Donald Trump y un Congreso dominado por republicanos, que presiona por el aumento de los cultivos de coca e insiste en la extradición de miembros de las Farc.
Pese a ello, el embajador se muestra tranquilo. En entrevista con EL TIEMPO, dice que la burocracia de EE. UU. reconoce por instinto que Colombia es su gran aliado en la región y confía en que para finales de año, el país dará un parte de tranquilidad en la lucha contra las drogas.
Eso sí, no sin antes poner un par de banderillas al recordarle a Washington que es corresponsable por el gran consumo que aún existe y a Centroamérica por colaborar muy poco para frenar el tráfico de estupefacientes en el Pacífico.
¿Cómo valoraría la relación que existe hoy entre el país y la nueva administración de Donald Trump?
Es muy significativo que la primera visita a la región del vicepresidente Mike Pence arrancara por Colombia. Y que en sí misma tuviera buenos resultados. Entre ellos, la buena recepción a los planteamientos del Gobierno y la visión común que se adoptó frente a Venezuela.
Esto demuestra que, a pesar de las dificultades que hay en EE. UU., a Colombia se le ofrece una atención especial. Eso en buena parte se debe a la construcción de una fuerte relación bilateral que se viene edificando desde hace años e involucra a mis antecesores y otros gobiernos.
En EE. UU., tanto la burocracia como el Congreso conocen al país, y esa alianza estratégica ya forma parte de su inventario a la hora de abordar las relaciones con la región.
¿Cree que seguimos siendo aliados estratégicos? Trump parece estar muy concentrado en temas internos y una agenda internacional que poco tiene que ver con la región.
Es verdad que hay un proceso de acomodamiento de la nueva administración en sus relaciones globales que ha sido difícil, y que no somos una prioridad. Pero, a nivel regional sí creo que estamos bien considerados y sé que dentro de la administración hay personas que lo tienen claro.
¿Cuál diría usted que es hoy la agenda de Colombia con esta administración Trump?
Son varios puntos importantes. Entre ellos, explicar los avances y retos del proceso de paz. El apoyo político que ofreció Trump durante su rueda de prensa con el presidente Santos fue muy importante, pero hay que seguir informando tanto a la administración como al Congreso, que juega un papel relevante.
Así mismo, mantener y hacer crecer ese carácter estratégico de la relación, desarrollar un nivel de cooperación que beneficie a los dos países y e tenga alcance regional.
También, multiplicar la inversión directa en el país y que se siga expandiendo el comercio entre ambos, como sucedió con el tema del aguacate Hass y el enorme potencial que existe ante un mercado tan grande como el estadounidense.

Colombia es un cliente muy importante de productos que se producen en estados donde ganó Trump y que genera empleos

¿Le preocupa que la administración Trump quiera renegociar el TLC con Colombia tal y como lo está haciendo con México y Canadá?
No creo que haya peligro de eso y no he recibido señal en esa dirección. Una de las razones es que este tratado le está generando a EE. UU. un superávit comercial con Colombia.
Es decir, están vendiendo, incluso, más que nosotros a ellos. Además, Colombia es un cliente muy importante de productos que se producen en estados donde ganó Trump y que genera empleos.
El tratado es bueno para ambos. Colombia se ha beneficiado por la diversificación. No solo de destinos; es decir, llegar a ciudades de EE. UU. a las que antes no se llegaba con nuestros productos, sino también de nuevos productos que antes no se exportaban. Las exportaciones no tradicionales de Colombia, a pesar de la caída del comercio mundial, han crecido un 12 por ciento en estos 5 años.
Si hay un tema que tiene preocupados a los estadounidenses es el del crecimiento de los cultivos ilícitos en el país. Tanto que uno de sus funcionarios dijo hace poco que las relaciones entre ambos países podrían verse afectadas de no hallarse pronto una solución. ¿Está así de grave la cosa?
Estamos explicándoles. Y en eso es importante señalar que mientras EE. UU. dice que existen unas 188.000 hectáreas de cultivos ilícitos, la ONU dice que son solo 140.000. Independientemente de esa discrepancia, el Gobierno está muy comprometido y piensa erradicar 100.000 hectáreas para finales de este año utilizando dos mecanismos ya conocidos: la erradicación manual forzosa y la sustitución de cultivos.
Según el Mindefensa, ya van 29.000 erradicadas forzosamente y hay otras 15.000 ya sustituidas o en proceso de serlo. Estamos avanzando exitosamente, y eso hay que darlo a conocer. Se está decomisando mucha coca. Llevamos este año 265 toneladas incautadas. Pero también debemos decir que hay que hacer un esfuerzo multilateral más eficiente para incautar la coca que sale por el Pacífico, que hoy por hoy es la mayoría.
¿No se coopera bien en esa zona?
Colombia hace un esfuerzo monumental con su Armada para incautar en esa zona, pero siente que los países de Centroamérica podrían hacer un esfuerzo mucho mayor que el que se está haciendo. Parece que se lo dejaran todo a Colombia. Allí hay que mejorar.
En algunos sectores de EE. UU. parece haberse perdido la paciencia frente a este tema. De hecho, uno de los proyectos de ley que avanzan en el Congreso pide condicionar un porcentaje de la ayuda a que Colombia reduzca los cultivos. Eso es casi una amenaza. ¿Qué opina?
Yo lo que les recuerdo es que no olviden que el problema de la droga es global y es una responsabilidad compartida. Sé que son argumentos viejos, pero es la realidad, y existe también un problema de demanda.
Se puede señalar lo que pasa con la oferta, pero sin olvidar lo que pasa con la demanda. Y lo que les decimos es que hay que trabajar juntos. Pero ellos parecen no verlo así. Un reciente informe de la DEA sostiene que por el incremento de los cultivos ilícitos, el país sería responsable por el aumento del consumo y tráfico en las calles de EE. UU. Es decir, todo sería culpa de Colombia.
Hay algunos factores que Colombia puede enfrentar, pero hay otros que se salen de nuestras manos. La demanda de coca en EE. UU. existe y es grande. Eso lo deben reconocer. Por otro lado, el fortalecimiento del dólar en estos dos últimos años convierte el negocio de la coca, ya de por sí muy lucrativo, en todavía más atractivo, y eso ha estimulado la producción.
No podemos negar que el esfuerzo que hizo el país en el contexto del proceso de paz para ofrecer alternativas a los cultivadores de coca acabó, desafortunadamente en algunos, convirtiéndose en estímulo. No tenemos que callar esa realidad. Pero se tienen que mirar todas las causas.
En cualquier caso, estamos comprometidos a reversar esa tendencia, y creo que seremos capaces de avanzar hacia la eliminación del problema.
¿Y sí cree que se va a poder cumplir con esa promesa?
Estamos ya en septiembre y todavía no vamos ni en la mitad de esas 100.000 hectáreas. Creo que sí, y el país está destinando a esto una gran cantidad de recursos para lograrlo.
¿Qué tanta presión existe en EE. UU. para que se reactive la fumigación aérea?
Ni la embajada en Bogotá, ni acá en el Congreso me han dicho algo en ese sentido. Me han expresado con claridad, eso sí, que están muy preocupados y esperan que seamos capaces de controlar el problema.
¿No cree que la agenda se está narcotizando otra vez?
Ese peligro existe. Y por eso debemos ser capaces de corregir este rumbo (el del crecimiento de los cultivos). Sería una tristeza que sucediera, pues, para conveniencia de ambos, la agenda se desnarcotizó porque hay una construcción de confianza y porque se amplió la agenda.
En la última década, Colombia y EE. UU. han desarrollado una amplia agenda con temas de seguridad regional, energía, comercio educación y tecnología bajo mecanismos como el Diálogo de Alto Nivel.
La agenda que se ha logrado construir representa un beneficio bilateral. Regresar a una agenda dominada por la guerra contra el narcotráfico sería contraproducente. El narcotráfico es un problema, pero no es el país.
Esta semana, el Departamento de Estado eliminó el cargo de ‘enviado especial’, creado para acompañar el proceso de paz con las Farc. ¿Sí ve a esta administración comprometida con ayudar en la implementación?
Creo que sí, y le menciono dos realidades. Vuelvo a la visita de Pence y a la calidad de la conversación que sostuvo, pero también a la cantidad de aliados que Colombia tiene en la administración, entre ellos el general John Kelly (jefe de gabinete de Trump), que conoce la importancia de esa relación bilateral.
Hay una dura realidad, y es que el recorte significativo del presupuesto del Departamento de Estado afectará la capacidad de operación de esta dependencia, pero, afortunadamente, Colombia cuenta con amigos tanto en la administración como en el Congreso.
En el Congreso hay un grupo de senadores, como Marco Rubio y Bob Menéndez, que siguen exigiendo la extradición de líderes de las Farc acusados de narcotráfico en este país y hasta condicionan la ayuda a la evolución de estos casos. ¿Qué les responde?
Les digo que hay que tener presente que la extradición en Colombia es una figura basada en la división de poderes. Es la Corte Suprema de Justicia la que decide si acepta o no la solicitud y el Gobierno, quien la tramita. Hubo un acuerdo de paz que fue aprobado por el Congreso y tiene el apoyo institucional del país. El tribunal correspondiente resolverá, en cada caso particular, si la extradición es aplicable o no.
Si en ese caso puntual la persona solicitada o el delito por el que se solicita cabe en el marco de los acuerdos, parto de la base de que no habrá extradición.
¿Usted les ha asegurado que Colombia sí extraditará a miembros de este grupo si cometen delitos posteriores a la firma del acuerdo?
No me han preguntado eso en la administración ni en el Congreso. En el acuerdo es claro que no se permite la extradición, siempre y cuando el delito se enmarque en lo acordado y tenga relación con el conflicto. Si el delito no se enmarca, pues sí habría extradición.
Y si el delito es posterior a la firma, entonces la extradición sería viable. No voy a entrar en tecnicismos, y les corresponde a los tribunales hacer el análisis, pero si hay un señor que fue de las Farc y comete ese delito hoy, y es un delito que no tiene que ver con el conflicto, porque este ya se acabó, y lo piden, pues me imagino que habrá extradición.
¿Le han pedido ustedes a la administración que retire a las Farc de la lista de organizaciones terroristas? ¿Qué han respondido?
No, ni tengo información de que nuestro Gobierno lo esté haciendo. Y ellos (EE. UU.) no lo han planteado.
Es bien conocido el ‘lobby’ que hacen en Washington figuras de la oposición. ¿Complica eso su labor?
Yo sí creo que hace una diferencia que haya voceros del mismo país haciendo cabildeo y planteando una serie de argumentos y dando información. Dificulta la capacidad de gestión del embajador en EE. UU., pero le debo decir que no es algo que me desvela ni me amedrenta, porque está en la naturaleza de la democracia colombiana.
En el país hay libertad de expresión, libertad de prensa, hay una actividad política muy dinámica, y parte de eso es que la gente puede salir de Colombia a decir lo que piensa y opinar, así uno esté en desacuerdo.
¿Qué tantas dificultades generaron las palabras del presidente Trump cuando dijo que la opción militar sí estaba sobre la mesa para el caso de Venezuela?
Fue una dificultad, y por eso lo primero que aclaró el presidente Santos cuando llegó Pence en su visita oficial fue que ni Colombia ni América Latina iban a apoyar esa alternativa y que era una equivocación que no contribuía a la solución para Venezuela.
En su respuesta, Pence dijo que habían considerado diferentes opciones, pero no mencionó la palabra ‘militar’ y dejó muy claro que EE. UU. actuaría con Colombia en la búsqueda de una solución.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
En Twitter: @sergom68
Washington
Juan Carlos Rojas
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