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EEUU

‘Una descertificación sería desastrosa’: Camilo Reyes

Camilo Reyes, embajador de Colombia en EE. UU.

Camilo Reyes, embajador de Colombia en EE. UU.

Foto:Diego Santacruz / EL TIEMPO

El embajador de Colombia en EE. UU. habló sobre cómo manejó la llegada del presidente Donald Trump.

El embajador Camilo Reyes alcanzó a estar un año como representante de Colombia en Washington. Pero la llegada de Donald Trump a la presidencia hizo de este periodo quizá uno de los más tensos en la historia reciente de las relaciones bilaterales. Ya con las maletas listas para regresar a Colombia, Reyes habló con EL TIEMPO sobre los logros de su gestión y los desafíos que tendrá que enfrentar quien designe el presidente electo, Iván Duque, como su reemplazo.
¿Qué destacaría de su periodo representando a Colombia?
Fue un éxito el que Colombia lograra desarrollara una agenda de alto nivel con un gobierno entrante distinto y bajo mucha presión. Vinieron el presidente Santos, el vicepresidente Naranjo y la Canciller Holguín en visita oficial, y fueron al país el vicepresidente Pence y el Secretario de Estado Tillerson. La visita de Trump estaba prevista, pero como se sabe eso se canceló a último momento por situaciones ajenas a Colombia. De ese trabajo salió un apoyo político y muy explícito al proceso de paz y un apoyo financiero para el país. Sabemos que el principal respaldo salió del Congreso ya que la administración Trump arrancó con una política general de recortar el presupuesto de gasto en el extranjero.
Pero el hecho concreto es que se aseguraron importantes montos para el 2017, para el 2018 y todo indica que para el 2019 (US$ 391 millones anuales). Mencionaría también el ingreso de Colombia a la OECD, que no fue fácil. EE.UU. por razones puntuales más relacionadas a la relación de comercio e inversión, se opusieron y nos enviaron reclamos que afortunadamente pudimos superar. A pesar de las enormes dificultades y divisiones que se han presentado frente a la situación de Venezuela, Colombia también se ha beneficiado con una cifra importante de ayuda entregadas por USAID (unos US$ 45 millones) para enfrentar la problemática de la frontera.
Paralelamente le pedimos a EE.UU. más cooperación para frenar las rutas del narcotráfico en el Pacífico y hoy tenemos una operación militar en marcha muy exitosa que incluye a México y otros países en esa región. El otro gran logro, diría yo, es haber llegado con EE.UU. a un acuerdo para continuar la cooperación antinarcóticos por 5 años más pues le da estabilidad y perspectiva al esfuerzo y de alguna manera elimina las presiones del día a día.
¿Cómo interpretaron el hecho de que EE. UU. fuera el único que se opusiera al ingreso del país a la Ocde?
Las dificultades se presentaron en el comité de comercio de la Ocde, donde el sector empresarial de EE. UU., particularmente las farmacéuticas, presionó a la administración para que elevara lo que ellos veían como un control de precios. Fue una negociación complicada, pero terminaron dando su visto bueno.
Un tema pendiente es el de los aranceles que Trump les impuso a las importaciones de acero y aluminio, pues no se ha logrado que Colombia sea eximida. ¿Qué está pasando?
Fue una decisión dirigida a proteger su propia industria y lograr una disminución global de la producción. Pese a que nuestras importaciones eran mínimas quedamos enredados en un costal donde están muchos países. No hemos podido convencerlos de que a nosotros si nos afecta el arancel mientras que a ellos muy poco. Terminamos de alguna manera afectados por un tema que tiene mucho que ver con la agenda doméstica de EE.UU. y donde también pesa el tema electoral. Y eso va a seguir. La agenda interna se ha vuelto tan compleja que es muy difícil posicionar los intereses de un país en el ámbito bilateral.

No hemos podido convencerlos de que a nosotros sí nos afecta el arancel, mientras que a ellos muy poco

Su embajada en Washington coincidió con la llegada de la administración de Trump. ¿Qué tan difícil ha sido navegar en esa nueva realidad?
Ha sido muy difícil. Especialmente al comienzo de mi gestión. Ellos estaban concentrados en Oriente, Oriente Medio, Europa y Rusia. La atención hacia América Latina era mínima. Eso cambió bastante con la visita del Secretario de Estado Rex Tillerson al país. Creo que eso le cambió la percepción. A su regreso reposicionó a Colombia y desde allí comenzaron a transformarse las cosas y se abrieron las puertas.
Pero Tillerson ya se fue. ¿Cómo están las cosas ahora con el secretario Mike Pompeo?
Yo creo que no se ha perdido. Pero quiero advertir lo siguiente: Ese tipo de logro, es decir, la comprensión del valor agregado de la relación y el posicionamiento de Colombia como un interlocutor de EE.UU. es algo que hay que trabajar todos los días y no es fácil, no se mantiene por que si. Pero creo que hay una serie de áreas específicas que le permitirán al país mantener y expandir esa relación privilegiada. Eso, por supuesto, dependerá del nuevo gobierno colombiano.
Fuera de los temas obvios, como la gran agenda de seguridad entre ambos países, están los temas de comercio e inversión. Acá llegan muchas empresas preguntando como invertir en el país. Somos un destino interesante para la agro industria, la infraestructura y el turismo.
Así mismo hay enormes oportunidades en educación. Ellos ven en Colombia un mercado amplio para ofrecer sus productos. Ya no tanto para atraer estudiantes -que resulta muy costos para los colombianos- como para ofrecer herramientas que se puedan desarrollar en el país.
En términos de ayuda, el Congreso ha metido la mano por Colombia; Trump les ha apuntado a los recortes. ¿No es eso una contradicción frente a su tesis de que seguimos siendo el gran aliado?
Pasa un poco lo mismo que pasa con las tarifas. La decisión de recortar toda la ayuda en el exterior obedece más a un tema de política doméstica que termina afectando a Colombia por que no distingue a los aliados. Pero cuando el Congreso ha decidido darnos más recursos, la administración no se ha opuesto y eso dice mucho.
Creo, sin embargo, que dado lo agitada que está tanto la agenda nacional como la internacional de EE.UU. se va necesitar mucho trabajo para estarle recordando a Washington la importancia de la relación con Colombia. Es una competencia muy fuerte. Y toca insistir no solo ante el Congreso y la administración sino frente a los constructores de la opinión pública como los Centros de Pensamiento y los medios de comunicación.
La administración anterior de Barack Obama siempre dejó claro su interés en respaldar el proceso de paz y su implementación. Pero con la de Trump no se ve lo mismo.
Estoy de acuerdo en que estamos ante una realidad distinta. Y nos pasó que durante un lapso de tiempo el peso del departamento de Estado en la administración era menor. Con la llegada de Pompeo hay una línea directa con la Casa Blanca y el trabajo que hay que hacer consiste en posicionarse ante ese nuevo departamento de Estado no solo como país sino como región adoptando posiciones conjuntas.
El incremento de los cultivos ilícitos y la llegada de una administración de mano dura tienen a muchos diciendo que la relación con EE. UU. se volvió a narcotizar. ¿Usted lo ve así?
No creo que se puede decir que la agenda se narcotizó por que es un agenda infinitamente más rica y amplia de la que teníamos en el pasado. Tampoco se le hace justicia a Colombia cuando se dice eso por que el país se ha transformado en las últimas décadas. Entiendo que estamos ante una situación difícil, pero Colombia no es la misma de las épocas en las que la relación se definía por la lucha contra las drogas.
Somos un interlocutor distinto y trabajamos con EE.UU. en una variedad de temas que son relevantes para ambos países. Es verdad que hay alarma por el aumento de los cultivos. Pero hay que señalar que EE.UU. reconoce que la problemática de las drogas es una de responsabilidad compartida y que el consumo interno juega un papel importante en la cadena. Y por lo tanto que la solución debe llegar por la vía de la cooperación.
¿Qué tanto ha presionado EE.UU. para que se reinicie la fumigación aérea?
Nos han expresado en múltiples formas su preocupación. Pero a mi nadie me ha pedido que se retome la fumigación.
Le tocó vivir uno de los momentos más tensos cuando Trump amenazó con descertificar a Colombia por el incremento de cultivos. ¿Cómo asumieron ese ‘impasse’?
Fue duro. Esa posibilidad sería desastrosa para la relación. Desconocer el enorme esfuerzo que ha hecho Colombia en 20 años y los cambios que ha dado el país sería una gran equivocación.
Por fortuna, EE. UU. ha enviado el mensaje de que la relación no solo es estratégica, sino importante.
¿Cree que Trump cumplirá con esa amenaza en septiembre cuando tenga que tomar una nueva decisión?
Yo pensaría que no. Creo que el nivel de concertación al que se llegó es un compromiso a seguir trabajando.
¿Cuánto tiempo o margen de maniobra tiene el nuevo gobierno de Duque antes de que EE.UU. tome algún tipo de represalia por el crecimiento de los cultivos?
Cuando EE.UU., le dijo a Colombia que se comprometía a trabajar con nosotros 5 años lo que está diciendo es que entienden el problema y que esperan, como nosotros, que el enorme esfuerzo que se viene haciendo de buenos resultados muy pronto.
¿Qué tanta presión existe para que Colombia extradite a los miembros de las Farc que han sido acusados de narcotráfico?
Yo no he recibido ningún tipo de requerimiento ni es un tema que haya surgido en nuestras conversaciones con ellos. Por lo menos con esta embajada.
¿Qué le recomienda a su sucesor, que, todo indica, será Francisco Santos?
Lo más importante es preservar la relación bipartidista que existe con EE.UU. Es algo en lo que han trabajado varios gobiernos en las últimas décadas y que representa la columna vertebral de las relaciones. Tanto Plan Colombia como Paz Colombia, las dos iniciativas que ha usado EE.UU. para ofrecer su respaldo, son producto del consenso entre los dos partidos tradicionales de este país y eso hay que cuidarlo.
Al mismo tiempo se debe cuidar la relación militar y policial que existe entre ambos países. Es algo que no tiene paralelo en este hemisferio y quizá en el mundo. Existe una enorme confianza entre ambos aparatos y eso hay que mantenerlo y desarrollarlo aún más. Igualmente, es profunda y antigua la relación en materias de comercio e inversión. Allí, además, hay un gran potencial de crecimiento. Hay muchas más cosas, pero esas tres son herramientas claves para el futuro de la relación.
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