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EEUU

Trump y su jugada en el ajedrez sirio: una demostración de poder

Los presidentes de Estados Unidos Donald Trump, y de Rusia, Vladimir Putin.

Los presidentes de Estados Unidos Donald Trump, y de Rusia, Vladimir Putin.

Foto:Carlos Barria - Pavel Golovkin / Reuters

El presidente de EE. UU. ordenó un bombardeo contra una base aérea del régimen de Al Asad. Análisis.

En agosto del 2013, cuando el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, consideraba un ataque militar contra Siria por el uso de armas químicas contra civiles, Donald Trump le salió al paso pidiéndole no cometer semejante “error”.
El régimen de Bashar al Asad acababa de bombardear una zona en las afueras de Damasco, hecho que causó la muerte de unas 1.400 personas, muchas de ellas niños y mujeres, y la presión para que el afroestadounidense ripostara era enorme.
Especialmente porque Obama había advertido hacía poco que el uso de armas químicas equivaldría a cruzar una línea roja.
“La única razón por la que Obama quiere atacar es para no quedar mal por haber colocado esa estúpida línea roja. NO ataque a Siria. Concéntrese en Estados Unidos”, opinó Trump en una serie de trinos que hoy han adquirido relevancia.
Al final, Obama optó por cancelar el ataque y respaldar una iniciativa de paz adelantada por Rusia.
Trump, tanto en su época de candidato como ahora que es presidente, siguió insistiendo en que Estados Unidos no debía inmiscuirse en la guerra de Siria salvo para combatir al grupo terrorista Estado Islámico, que, a su juicio, era el verdadero enemigo de su país. Lo cual, además, haría de la mano con Rusia, su al parecer nuevo mejor amigo.
Por eso resultó un poco extraña la fuerte reacción del mandatario este jueves, cuando ordenó un bombardeo contra Siria en retaliación por el supuesto uso de armas químicas en un ataque que llevaron a cabo dos días antes las fuerzas de Asad y en el que murieron unas 86 personas.
Entre otras cosas porque, de entrada, el golpe supone el fin de la luna de miel con Moscú, dado que Damasco es el principal aliado del Kremlin en Oriente Próximo.
Ambos países niegan de manera tajante el empleo de armas químicas y sostienen que Trump está usando el caso como una excusa para justificar su intervención.
De hecho, el gobierno del ruso Vladimir Putin ya anunció que suspenderá la cooperación que había entablado con Estados Unidos para evitar accidentes entra ambas fuerzas aéreas en Siria y señaló que dará respaldo al régimen para mejorar su sistema de defensa frente a ataques como el lanzado por Washington.

Lo que me preocupa es que se quede solo en una pequeña muestra para no quedar mal

Reacción genuina

Aunque son muchas las posibles razones que explican el súbito cambio de parecer de Trump, hay algunas que pesan más. Y la verdad, probablemente, es una combinación de todas.
La historia oficial de la Casa Blanca es que el presidente quedó muy afectado con las fotografías que llegaron de Jan Sheijun, el pueblo que fue objeto del ataque el martes y del que salieron horribles imágenes de bebés y niños que fueron víctimas.
Así mismo, que la intención de la respuesta militar de Estados Unidos era mostrarle a Al Asad que a este presidente no le temblará la mano a la hora de actuar y que el uso de armas químicas es inaceptable.
También hicieron énfasis en la naturaleza quirúrgica del bombardeo con 59 misiles Tomahawk, que fueron dirigidos específicamente a la base aérea de Shayrat, de donde, según EE. UU., salieron los aviones que bombardearon el pueblo.
De paso, anotan que se le advirtió a Rusia sobre el inminente ataque para evitar que sus tropas en la zona fueran afectadas y se escogió un blanco compuesto por edificios, hangares y aviones donde el riesgo para civiles era mínimo. En otras palabras, que Trump no tiene intención de ingresar a una guerra en Siria para remover a Al Asad, sino de enviar un mensaje categórico.
En este contexto, afirman, su respuesta no es una contradicción con sus planteamientos anteriores respecto al papel de EE. UU. en este país.
Según Daniel Bayman, experto en Oriente Próximo en el Brookings Institution, el ataque de Trump representa un giro radical frente a las políticas de la Administración.
Giro, para Bayman, bienvenido, puesto que rompe con la idea de una alianza implícita con Damasco para combatir al grupo Estado Islámico y se desmarca de la cooperación con Rusia, algo que venía irritando tanto a los aliados europeos como en esta región del planeta.
“Lo que me preocupa –afirma el analista– es que se quede solo en una pequeña muestra para no quedar mal, pero sin que se articule una política que permita llevar a término el conflicto con este país”.

Golpe a la mesa

El presidente, de paso, también le dio un manotón al tablero geoestratégico, indicando a enemigos y amigos que usará el músculo militar de su país si es provocado.
Es un mensaje que parece dirigido en particular a Corea de Norte e Irán, dos países que han caminado por la senda de las armas nucleares y cuya rivalidad con Estados Unidos es declarada.
Especialmente para Piongyang, que ya domina la tecnología de este tipo de armas y viene haciendo pruebas para poner ojivas en misiles con alcance transatlántico.
De hecho, Trump ha advertido que si China no contiene a los coreanos, Estados Unidos lo hará en solitario. Y aunque no indicó cómo, se sabe que el Pentágono trabaja desde hace años en una estrategia militar que buscaría acabar con la capacidad nuclear de este país.
Para nadie es un secreto que los primeros meses de la presidencia de Trump han sido un desastre.
El fracaso de la reforma de la salud que intentó mover en el Congreso, el bloqueo judicial de sus órdenes migratorias y las constantes peleas de sus asesores más cercanos han dejado la imagen de una Casa Blanca disfuncional y ‘primípara’, que ni siquiera ha podido ponerse de acuerdo con las facciones de su propio partido.
Eso sin hablar de sus índices de popularidad, que están por el piso (entre el 34 y 39 por ciento, según la mayoría de encuestas).
En ese contexto, el ataque en Siria constituye una victoria fácil que le da oxígeno. Voces muy críticas del presidente, entre ellos los senadores John McCain y Lindsey Graham, salieron de inmediato a aplaudir su decisión.
Y dado que las razones del bombardeo están afincadas en principios morales (castigar a un brutal régimen que asesina a niños y mujeres), han sido muy pocas las críticas.
Incluso sus grandes aliados en la comunidad internacional, con los que se había generado gran tensión desde que asumió la Oficina Oval, le dieron palmadas en la espalda, aunque se trató de un ataque unilateral.

Maniobra de distracción

Si bien sus problemas no desaparecerán de la noche a la mañana, el bombardeo en Siria cambia –de momento– la narrativa de las últimas semanas, que se habían enfocado en el escándalo por una posible coordinación con Rusia durante la campaña electoral para golpear a Hillary Clinton, su rival en las presidenciales.
En ese sentido, el ataque contra un aliado cercano del Kremlin le permite contrarrestar la idea de que existió algún tipo de pacto con Putin y tranquilizar a muchos republicanos –y demócratas–, que nunca entendieron los constantes elogios que profirió sobre el polémico líder ruso.
Dado que la mano dura tiende a ser favorecida en tiempos de ataques terroristas, lo más probable es que la acción se traduzca en una mejora de sus índices de popularidad.
La razón por la que Trump consideraba que Estados Unidos no debía intervenir militarmente en Siria pese a que el régimen había asesinado a 1.400 personas (muchas de ellos niños), pero ahora sí lo hace cuando han muerto menos de 100 tiene que ver con el contexto de ambas situaciones.

El contexto es clave

Cuando la decisión estaba en manos de Obama, este se encontraba en medio de las negociaciones de cara a un acuerdo para poner en cintura las ambiciones nucleares de Irán.
Teherán, al parecer, le indicó al presidente demócrata que atacar a Siria –un aliado– los forzaría a levantarse de la mesa. Y para este terminó siendo más relevante cerrar ese pacto que responder a la horrenda acción, a sabiendas de que eso no cambiaría la dinámica de la guerra en Siria.
Trump, en esta ocasión, también sabe que su bombardeo no cambiará el curso de la guerra. Pero sí le permite definir un curso para una joven presidencia que no tiene las amarras de la anterior y que, antes, ha prometido deshacer el acuerdo al que se llegó con Irán.
Pero, como en toda apuesta, siempre existen riesgos, y esta no es diferente.
Trump, al atacar a Siria, acaba de trazar su propia línea roja. En el mejor de los escenarios, Al Asad encaja el mensaje, y esto conduce a un esfuerzo de paz que ponga fin a los seis años de guerra civil.
Así mismo, si bien destruye los acercamientos con Rusia, estos ya estaban malheridos por el escándalo de la campaña y volverían a donde han estado por años.
Pero hay otros que no son tan favorables. Ante un nuevo ataque de este tipo, no solo en Siria, Trump se vería obligado a actuar.
Es impredecible, a su vez, la respuesta de Damasco, que podría generar tensión con Israel o Turquía, o lo que haga Irán a través de grupos como el grupo armado libanés Hezbolá.
Es decir, si su intervención desata nuevos conflictos o amplía el ya existente, su administración podría verse arrastrada a otra guerra sin aparente fin, como la de Irak o Afganistán. Por supuesto, sin considerar lo serio que podría llegar a ser un escalamiento con Moscú.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
En Twitter: @sergom68
Washington
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