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Lecturas Dominicales

La mirada de Siri Hustvedt

En esta entrevista, Siri Hustvedt habla de su nuevo libro, 'La mujer que mira a los hombres que miran a los mujeres', en el que reúne textos sobre arte, ciencia y feminismo.

En esta entrevista, Siri Hustvedt habla de su nuevo libro, 'La mujer que mira a los hombres que miran a los mujeres', en el que reúne textos sobre arte, ciencia y feminismo.

Foto:AFP.

Entrevista a la escritora estadounidense, reconocida por sus novelas y ensayos.

Sergio Alzate
TODOS LOS DÍAS, de ocho de la mañana a tres de la tarde, Siri Hustvedt está sentada frente a su computador en el estudio de su casa en Brooklyn. Claro: si no está de viaje, de país en país, dictando conferencias o hablando de sus libros. No hay día en que esta mujer de 62 años, nacida en Northfield, Minnesota, no lea por lo menos cuatro horas. Esté donde esté. Lo primero que escribió fueron poemas. Se sentía bien con la métrica y el ritmo estrictos que le pedían los versos. Pero quería escribir novelas. Lo había soñado desde que era niña y tomaba de la biblioteca de sus padres (ambos nacidos en Noruega) libros de Dickens, de las hermanas Brontë, de Austen, de Twain, y los devoraba en pocos días. Con 23 años, Hustvedt llegó a Nueva York a cursar un doctorado en literatura en la Universidad de Columbia, después de estudiar historia en su ciudad natal. Para ese momento ya tenía algunos borradores de ficción, aunque todavía no la convencían. En 1992 llegó su primera novela: La venda, con una joven universitaria llamada Iris (un juego con su nombre) como protagonista. En ese libro Hustvedt ya daba muestras de su talento. Siguió con El hechizo de Lilly Dahl, publicada en 1996 y en la que tuvo a Northfield como escenario. Luego publicó la novela que la consagró entre los lectores: Todo cuanto amé, una trama psicológica
en la que dejó ver de qué temas estaba hecho su universo: su interés por el proceso creativo, por la forma como percibimos el arte, por el funcionamiento de la mente. Esto dijo Salman Rushdie sobre Hustvedt: “Es una artista singular, de profunda sensualidad y una cualidad difícilmente definible para la que sólo se me ocurre una palabra: sabiduría”.
Después siguieron sus novelas Elegía para un americano, El verano sin hombres y El mundo deslumbrante. Y junto a ellas, su obra de no ficción: libros en los que Hustvedt ha explorado de forma rigurosa las preguntas que la han perseguido y que tienen que ver, de nuevo, con la mente, el arte y la ciencia. Textos que van siempre acompañados de su experiencia personal, de su propia biografía, y que ofrecen argumentos sólidos derivados de sus lecturas e investigaciones. Complejos y polémicos, eruditos e intuitivos. Así, ha publicado En lontananza, Los misterios del rectángulo, Una súplica para eros, La mujer temblorosa, Vivir, pensar, mirar y el más reciente, que acaba de ser editado en español, La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres. Novelista, académica y feminista: Siri Hustvedt se siente bien definida con estas tres palabras.
Sus novelas y sus ensayos tienen temas en común. ¿Cómo se conectan y retroalimentan sus obras de ficción y de no ficción?
Todo mi trabajo, de ficción y de no ficción, está conectado por una sola pregunta: ¿Qué somos? Mi pregunta sobre los seres humanos no puede ser contestada por una sola disciplina o una sola idea. La literatura, la filosofía, las ciencias naturales, el psicoanálisis, todas han respondido a ella de diferentes maneras. Mis amplias lecturas sobre las artes, las humanidades y las ciencias no sólo han influido en mis trabajos académicos y mis conferencias, sino que han desempeñado un papel importante en mi ficción. Mi última novela, The Blazing World (El mundo deslumbrante, título de su edición en español) es en parte una reflexión sobre el problema mente-cuerpo, que es recurrente en mis ensayos.
En su nuevo libro analiza el tema del diferente valor que se le da a una obra según lleve la firma de una mujer o de un hombre. Algo que viene de siglos atrás y, entre otros casos históricos, habla de la pintora Artemisia Gentileschi. ¿Cómo cree que puede empezar a cambiarse esa idea que le da a la mujer un papel secundario en la creación artística e intelectual?
La única manera de cambiar esta percepción es que una cultura se vuelva consciente de su injusticia y lleve el problema a debate público, no sólo entre las mujeres o las personas que se identifican como mujeres, sino entre los hombres. Porque mucho de la percepción es inconsciente, porque vemos lo que esperamos ver, el prejuicio es parte de la misma visión. Las mujeres también tienen un profundo prejuicio contra las mismas mujeres. La idea de que el arte, o el pensamiento, de las mujeres es de alguna manera suave, indisciplinado y emocional es generalizada. Incluso cuando la obra no puede ser caracterizada de esta manera. En cambio, la obra suave, indisciplinada y emocional de un hombre es con frecuencia vista como sensible, libre y valiente. Piénselo bien: antes de que se emplearan las audiciones a ciegas para las orquestas, los elegidos eran casi todos hombres. Después, con las audiciones a ciegas, las orquestas se integraron tanto por mujeres como por hombres. Esto debe enviarnos un mensaje fuerte a todos nosotros.

Novelista, académica y feminista: Siri Hustvedt se siente bien definida con estas tres palabras

Usted cuenta que, en medio de una conversación durante el lanzamiento de uno de sus libros, el escritor noruego Karl Ove Knausgård le dijo que las mujeres escritoras “no son competencia”. ¿Qué explicación le da a esa respuesta?
Pienso que hasta que los hombres estén cómodos con la autoridad de una mujer, hasta que sientan que es normal y natural y no mutilante el hecho de reconocer el genio de una mujer, hasta que ellos puedan dejar a un lado la idea de que su valor personal, su autoestima, se encuentra sólo ante los ojos de otros hombres y no ante los ojos de las mujeres, seguirán considerando que la mujer no es competencia en el mundo de las artes. ¿Esto es verdad para todos los hombres? Ciertamente no, pero sí lo es para muchos. Y eso define muchas culturas.
“Como escritora casada con un escritor (Paul Auster), a menudo me he visto en situaciones que me han obligado a preguntarme si estoy ante un caso de sexismo (consciente o inconsciente) o se trata de algo más. El periodista chileno que insistió en que mi marido “me había enseñado” psicoanálisis y neurociencia (incluso después de que yo se lo desmintiera con rotundidad, pues mi marido tenía poco interés en ambas), ¿era un idiota machista o simplemente un hombre que quería creer que su héroe literario era más o menos responsable de la educación de su esposa? (…) Como escribo obras de ficción y de no ficción y tengo interés en la neurobiología y la filosofía (disciplinas que siguen siendo predominantemente masculinas), en mi propia obra personifico la división entre masculino y femenino, lo serio y no tan serio, lo duro y lo delicado”, escribe Hustvedt en su ensayo ‘No son competencia’, en el que hace una reflexión sobre el tema a propósito de la respuesta que recibió de Knausgård.
Hustvedt comenzó a publicar en 1992, cuando se conoció su primera novela: 'La venda'.

Hustvedt comenzó a publicar en 1992, cuando se conoció su primera novela: 'La venda'.

Foto:AFP

¿Considera que es momento de pensar de forma diferente lo masculino y lo femenino, de modificar los conceptos que cada uno representa?
Gran parte de nuestro entendimiento del mundo es inconsciente y las revoluciones en cuanto a esta comprensión no van a darse solo porque reordenemos nuestros pensamientos, como si fueran parte de una caja de herramientas mental. Nosotros somos masculinos y femeninos. Algunos días somos más femeninos que masculinos y otros días más masculinos que femeninos. Los seres humanos son criaturas dinámicas, no estáticas. Todos somos el producto de ambos sexos, todos fuimos gestados dentro y nacidos del cuerpo de una mujer biológica, todos dependientes de nuestros padres, de nuestras familias o de alguien para la supervivencia. El género existe en un espectro. Nunca es una cosa o la otra. Siempre es ambos-y.
¿Qué opina del proceso que ha tenido el feminismo en el mundo? Por momentos parece que, en lugar de avanzar, en algunos aspectos vive retrocesos...
El progreso es un mito del siglo XIX al que las personas del siglo XXI se aferran por sus vidas. La idea de que el feminismo, o cualquier otra cosa, esté en un continuo camino de mejoramiento es inocente. Ha habido pasos hacia delante y hacia atrás en la historia del feminismo que han existido por muchos siglos. Es necesario que haya vigilancia y deseo de hablar y luchar por los derechos de las mujeres. Pero la idea de que el tiempo en sí mismo va a mejorar gradualmente las cosas es una falsedad.
CÓMO Y POR QUÉ qué los seres humanos son como son. Qué relación hay entre cerebro y mente. Entre lenguaje y percepción. Estas inquietudes han llevado a Hustvedt a buscar respuestas en diferentes áreas del conocimiento. Uno de sus focos principales ha estado en la neurología y el psicoanálisis. “Cuando estoy en una sesión de psicoanálisis, me encuentro a mí misma en y a través de la psicoanalista. Al elaborar un sinfín de repeticiones neuróticas, los patrones inadvertidos de la experiencia y la sensación de que han estado en mí aparentemente desde siempre, he revisado poco a poco mi opinión sobre mí. ¿Cómo ha sucedido? ¿Y qué relación tiene con la creación de arte? ¿Son los personajes de las novelas “versiones sublimadas” de viejos objetos de amor? ¿Escribir literatura de ficción es otra forma de transferencia? (…) He abierto una caja y dejado salir los monstruos furiosos. La psicoterapia no me ha robado la creatividad. Me ha liberado para hacer mi arte”, escribe en su ensayo ‘En la consulta’.
Empezó a leer la obra de Sigmund Freud a los 16 años y desde entonces ha investigado sobre el psicoanálisis. ¿Qué la llevó a interesarse por este método que, a pesar de que muchas veces lo han declarado muerto, sigue vigente?
El gran invento de Freud fue el espacio psicoterapéutico, la idea de que un tipo particular de diálogo protegido a través del tiempo podría ayudar a poner fin a las formas de sufrimiento humano. Este concepto psicoanalítico de ‘transferencia’ se refiere a algo real. Nosotros somos animales sociales y es a través y en otros como nos encontramos y podemos sanarnos a nosotros mismos. Mi interés en Freud es viejo. Él es un gran escritor y con frecuencia sorprendentemente perspicaz. No tenía razón en todo y la disciplina ha tomado muchos caminos diferentes desde Freud. Para mí, es fundamental el hecho de estar atento a la realidad subjetiva de los seres humanos, iluminar su complejidad y sus matices. El psicoanálisis ha sido marginado, pero los encuentros terapéuticos están vivos y bien. He estado involucrada también con el neuropsicoanálisis, que parece estar prosperando. Muchas de las ideas de Freud corresponden a hallazgos en neurociencia.
Años atrás dictó talleres de escritura a pacientes psiquiátricos hospitalizados, una experiencia que describió como extraordinaria. ¿Piensa volver a realizarlos?
Ahora dicto un seminario para residentes de psiquiatría en el Weill Cornell Medical College, en Nueva York. Tengo una cátedra allí. Estoy muy contenta aplicando mis habilidades en la instrucción de médicos. Con pacientes no, por el momento.

Mi interés en Freud es viejo. Él es un gran escritor y con frecuencia sorprendentemente perspicaz

DURANTE MUCHOS AÑOS, Siri Hustvedt ha pensado, investigado y escrito sobre la conexión entre la persona y la enfermedad. Ella tiene una historia personal de ataques de migraña, con auras y alucinaciones, y está convencida de que esto ha afectado su obra. “No tengo dudas. Mis dolores de cabeza, a menudo, han llegado después de periodos de alta productividad y de gran felicidad. No sólo he aprendido a vivir con mi debilidad, sino que siento una cierta gratitud por ella”. Es un tema que trató en La mujer temblorosa y al que regresa en su nuevo libro: “Cada enfermedad tiene una historia porque cada enfermedad constituye un fenómeno dinámico, no estático, que existe en el tiempo. De ahí que los modelos mecanicistas y estacionarios, ya sea en neurología o en psiquiatría, distorsionen inevitablemente la naturaleza de cualquier enfermedad. A los pacientes se les debe permitir contar su caso, y hay que tomarlos como expertos en los matices de sus propios síntomas. Sus historiales clínicos son valiosos como documentos de un relato en evolución, y no habrá dos versiones idénticas”.
Usted plantea que la enfermedad acaba por ser parte de la personalidad de quien vive con ella...
Cuando una enfermedad no nos mata pero es crónica es esencial que la entendamos como parte interior de nuestra historia de vida, como parte de nosotros y no como una fuerza alienígena. Además, hay cualidades de la enfermedad y de la experiencia de la enfermedad que mejoran, que permiten tener percepciones que otras personas no tienen.
Le dedica un ensayo al suicidio, que describe como un tema atroz que no habría abordado si no la hubiera tocado de cerca en una ocasión. ¿Qué sensación le dejó escribir sobre esto?
No es un tema simple. Cómo podría serlo. Lo que sostengo es que el suicidio es imposible hasta que un ser humano es capaz de concebirse como un otro para sí mismo. Quiero decir que antes de que la consciencia reflexiva llegue a desarrollarse, y con ella las emociones conscientes de vergüenza, orgullo, culpa, una persona no tiene un sentido suficientemente desarrollado de su yo como para “matarlo”.
LA FORMA COMO percibimos el arte. Lo que miramos cuando nos paramos frente a una pintura, las razones por las que sentimos empatía por una obra y no por otra. Estos son temas a los que Siri Hustvedt les ha dedicado horas de estudio y escritura. “Desde hace tiempo sostengo que la experiencia del arte sólo se da en el encuentro entre el espectador y el objeto artístico. La experiencia perceptiva del arte está literalmente encarnada por y en el espectador (…) En otras palabras, nos acercamos a las obras de arte con nuestro Yo y nuestro pasado, que comprenden no sólo nuestra sensibilidad e inteligencia sino también nuestros prejuicios y puntos débiles”.
La cita anterior es del ensayo ‘Mi Louise Bourgeois’. La artista francesa aparece con frecuencia en su obra, incluso inspiró el personaje principal de El mundo deslumbrante. ¿Qué encuentra en ella que le fascina tanto?
Vi por primera vez el trabajo de Louise Bourgeois en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1982. La retrospectiva me causó un gran impacto: su originalidad y su fuerza combinadas con una inmensa sofisticación y humor. Desde entonces he seguido su trabajo. También fue una escritora lúcida y perspicaz, con un interés durante toda su vida por el psicoanálisis. Así que mi fascinación por ella y sus intereses no es de extrañar.
Los intereses de Hustvedt , tanto en sus novelas como en sus ensayos, tienen que ver con el arte, la ciencia y la mente.

Los intereses de Hustvedt , tanto en sus novelas como en sus ensayos, tienen que ver con el arte, la ciencia y la mente.

Foto:AFP

Hay otra artista que suele citar: Emily Dickinson.
Empecé a leer a Dickinson cuando tenía once años y la he seguido leyendo desde entonces. Ella es un genio. Reinventó el inglés de maneras que me siguen sorprendiendo.
Usted encontró una cara en una pintura de Goya (Los fusilamientos del 3 de mayo) que nadie había notado, lo mismo que un huevo en una obra de Vermeer (La muchacha del collar de perlas) que había pasado inadvertido. ¿Cómo fue eso?
El descubrimiento de algo que no ha sido visto en una pintura o, más bien, el descubrimiento de algo que no ha sido comentado antes en la literatura sobre el arte es el resultado de horas de mirar y de preguntarse frente a una pintura. Estoy orgullosa de ambas contribuciones al arte de mirar.
Después de sus investigaciones y ensayos sobre el comportamiento humano, ¿qué opina de la fe, de cómo actúa la fe en una persona creyente?
No miro con desdén la religión. No soy tan arrogante intelectualmente como para ir por el camino de los ateos dogmáticos, como Richard Dawkins. Hacer esto es afirmar que los misterios sobre cómo funciona el universo han sido resueltos. Y eso no ha pasado. No soy creyente, pero estoy interesada en pensadores que sí lo son. Alfred North Whitehead encontró un lugar para Dios en su filosofía del proceso. Simone Weil fue una muy aguda pensadora y una persona profundamente religiosa. Edith Stein, otra filósofa, cuyo libro sobre la empatía es importante para mí, se convirtió en monja. Al mismo tiempo, no estoy ciega ante los horrores cometidos por aquellos que han reclamado para sí mismos la verdad religiosa, desde la Inquisición hasta el Estado Islámico. Nadie es dueño de la verdad.

Empecé a leer a Dickinson cuando tenía once años y la he seguido leyendo desde entonces. Ella es un genio

Para finalizar: Donald Trump. ¿Cuáles fueron, para usted, los motivos que lo llevaron al triunfo en las elecciones? ¿Influyó el hecho de que fuera una mujer quien estaba en contienda?
El racismo, la misoginia, la educación y el lugar, todos esos elementos jugaron un papel importante en las elecciones pasadas. Hay que recordar que las personas blancas eligieron a Donald Trump. Con pocas excepciones, los americanos negros no votaron por él. Trump dejó muy claro su racismo y su xenofobia. Y fue elegido a pesar de su fea retórica. El 68 por ciento de los hombres blancos sin educación universitaria votó por él, lo mismo que el 62 por ciento de las mujeres blancas sin educación universitaria. El 82 por ciento de los evangélicos blancos votó por él, a pesar de sus repugnantes discursos sobre las mujeres. Los votantes rurales y suburbanos lo apoyaron. Los votantes urbanos no lo hicieron. La virulenta misoginia dirigida hacia Hillary Clinton fue evidente no sólo desde la derecha, sino también desde la izquierda. El New York Times participó vergonzosamente en el asunto de su cuenta de correo electrónico, que no tenía importancia. Los periodistas de televisión trataron a la candidata con condescendencia y desdén. Debatían sobre su voz y sobre su vestuario y cuando actuaba brillantemente en los debates decían que estaba “demasiado preparada”. Sólo las mujeres son sometidas a semejantes críticas. Un hombre que discute brillantemente es brillante. Una mujer es demasiado preparada. Durante la campaña escribí un artículo para Slate sobre la misoginia. Decir que me siento infeliz por lo que hemos hecho como nación es muy poco. Me preocupa que el país no permanezca, que los Estados Unidos se transformen tanto que no sean reconocibles, debido a la monstruosidad que acabamos de poner en la Casa Blanca; que la ignorancia y el odio triunfen. Sinceramente espero estar equivocada.
LECTURAS
Sergio Alzate
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